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El blog de Espop Ediciones

domingo 22 de noviembre de 2009

Lección de anatomía

«El panorama es alarmante, y empieza a hablarse de arbitrar soluciones de emergencia. […] Golpe de timón, golpe de bisturí, cambio de rumbo: ésa es la temible terminología que impregna desde el verano de 1980 las conversaciones en los pasillos del Congreso, las cenas, comidas y tertulias políticas y artículos de prensa en el pequeño Madrid del poder. Tales expresiones son simples eufemismos, o más bien conceptos vacíos, que cada cual rellena según su interés, y que, además de las resonancias golpistas que evocan, sólo tienen un punto en común: tanto para los ultraderechistas de Blas Piñar o Girón de Velasco como para los socialistas de Felipe González y para muchos comunistas de Santiago Carrillo y muchos centristas del propio Suárez, el único responsable de aquella crisis es Adolfo Suárez, y la primera condición para terminar con la crisis es sacarlo del gobierno. Es una pretensión legítima, en el fondo sensata, porque desde mucho antes del verano Suárez es un político inoperante; pero la política es también una cuestión de forma —sobre todo la política de una democracia con muchos enemigos dentro del ejército y fuera de él, una democracia recién estrenada cuyas reglas están en rodaje y nadie domina del todo, y cuyas costuras son todavía extremadamente frágiles— y aquí el problema no es de fondo, sino de forma: el problema no consistía en echar a Suárez, sino en cómo se echaba a Suárez. La respuesta que debió dar a esta pregunta la clase dirigente española es la única respuesta posible en una democracia tan endeble como la de 1981: mediante unas elecciones; la respuesta que dio a esta pregunta la clase dirigente española no fue ésa y fue prácticamente uniforme: a cualquier precio. Fue una respuesta salvaje, en gran parte fruto de la soberbia, de la avaricia de poder y de la inmadurez de una clase dirigente que prefirió correr el riesgo de crear condiciones propicias a la actuación de los saboteadores de la democracia antes que seguir tolerando en el gobierno la presencia intolerable de Adolfo Suárez. No de otra forma se explica que desde el verano de 1980 políticos, empresarios, dirigentes sindicales y eclesiásticos y periodistas exageraran hasta el delirio la gravedad de la situación para poder jugar a diario con soluciones dudosamente constitucionales que hacían trastabillar al ya de por sí trastabillante gobierno del país. […] Aquel invierno el país entero respiraba una atmósfera de golpe de estado. El 20 de febrero, tres días antes del golpe, Ricardo Paseyro, corresponsal de París Match en Madrid, escribía: «La situación económica de España roza la catástrofe, el terrorismo aumenta, el escepticismo respecto a las instituciones y sus representantes hiere profundamente el alma del país, el Estado se desmorona bajo el asalto del feudalismo y de los excesos autonómicos, y la política exterior española es un fiasco»; concluía: «En el aire se huele el golpe de estado, el pronunciamiento». Todo el mundo sabía que podía ocurrir, pero nadie o casi nadie sabía el cuándo, el cómo y el dónde».

De Anatomía de un instante, de Javier Cercas (Mondadori, 2009). Aunque me lo compré en la pasada Feria del Libro, hasta hace dos días no me había animado a ponerme con él. A veces me pasa con estos libros que reciben una respuesta tan abrumadoramente positiva por parte de la crítica, que suelo dejarlos de lado durante una buena temporada hasta que ha pasado un poco el aluvión hiperbólico para poder leerlos con una mirada lo menos contaminada posible por todo lo escrito acerca de ellos. Este es uno de esos raros casos en los que no debería haberme preocupado: todos los elogios vertidos sobre el libro de Cercas estaban justificados o incluso se quedaban cortos. Para tratarse de un ensayo político, me ha resultado tan trepidante y absorbente como una novela. Para estar centrado en un acontecimiento del pasado, el golpe de estado del 23-F, me ha parecido tremendamente revelador acerca de nuestro actual panorama político. Para ser un estudio exhaustivo de un suceso tan particularmente concreto de nuestra historia reciente, se me ha antojado sorprendentemente universal, cargado de reflexiones sumamente certeras acerca de conceptos como la democracia, el heroísmo o la ambición. Para recordar un acontecimiento tan indeleblemente grabado en la conciencia de varias generaciones, se lee con la misma emoción que si lo estuviéramos viviendo por primera vez, algo que en gran parte es cierto, ya que nunca se había contado con tanto detalle ni perspicacia. En definitiva, que me ha encantado el libro y que aunque no entre demasiado en los temas que marcan la temática del blog me apetecía dejar constancia de ello.

Más información:

·  Crítica de Anatomía de un instante en Babelia.
·  Reseña y entrevista con Javier Cercas en la web de Qué Leer.
·  Crítica del libro en El Cultural.

Libros , , 2 comentarios

2 comentarios

  1. hola, pasaba por este garito y lo poco que he probado me ha gustado.
    Seguiré acudiendo.
    Un saludo.

  2. ¿Recuerdas el eufemismo de unas tres palabras que usa Cercas para referirse al golpe?

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Sólo debemos leer libros de los que nos muerden y pinchan. Si el libro que
leemos no nos despierta de un puñetazo en la cara, ¿para qué leerlo?
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