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sábado 9 de mayo de 2020

En el centenario de Saul Bass

Saul Bass en 1962. Foto de Bob Willoughby.

Ayer, 8 de mayo, se cumplieron cien años del nacimiento del diseñador, ilustrador y cineasta Saul Bass, fallecido en 1996 y sin duda uno de los artistas más reconocibles e influyentes del siglo XX. Para celebrarlo, traduzco a continuación algunos párrafos del prólogo escrito por Martin Scorsese para el libro Saul Bass. A Life in Film & Design (Laurence King Publishing, 2011), un mastodóntico y suntuoso volumen que no debería faltar en la biblioteca de ningún aficionado al diseño gráfico.

Bass por Scorsese
Saul Bass. Ya antes de conocerle en persona, antes de trabajar juntos, era una leyenda para mí. Sus diseños para títulos de crédito, logos de empresa, carteles y portadas de discos, definieron una época. En esencia, encontraron y destilaron la poesía del mundo moderno e industrializado. Nos ofrecieron una serie de imágenes cristalizadas, expresiones de quiénes éramos, dónde estábamos y cómo era el futuro que nos aguardaba. Eran imágenes con las que podían soñar. Siguen siéndolo.

Por ejemplo: veo el diseño de Saul para el álbum Frank Sinatra Conducts Tone Poems of Color y de inmediato experimento una sensación compartida del mundo tal como era en aquel momento, en 1956. Había entonces una visión de progreso, de esperanza, de un mundo nuevo y mejor. Y corría la idea de que todo podía simplificarse, aerodinamizarse, y que todos nos beneficiaríamos de ello. ¿Cómo queda ese futuro que imaginábamos en 1956 contenido en este hermoso diseño de portada? En una serie de barras rectangulares de color, en tonos que sugieren todo un abanico de sentimientos, de los más cálidos a los más fríos, de la satisfacción a la melancolía. Tiene algo que ver con la elegancia y la económica belleza del diseño y con la variedad de sensaciones que contiene. En cierto modo, describe un espacio mental compartido por todos nosotros. Hablo en presente porque los diseños de Saul, tanto los que realizó en solitario como los que creó posteriormente a medias con su esposa y compañera creativa Elaine, tienen tal elocuencia que siguen afectándonos al margen de cuándo o dónde hayamos nacido.

Mientras hojeaba la sección de este libro dedicado a los logos diseñados por Saul para distintas empresas, me ha llamado la atención esta cita: «El logo ideal es aquel que ha sido llevado hasta el límite de la abstracción y la ambigüedad, sin dejar de ser legible. Los logos suelen ser metáforas de uno u otro tipo. En cierto sentido, son una idea hecha visible». Para mí, eso encapsula el genio de Saul, porque ésa es la manera en que a menudo interpretamos la realidad: los sentimientos llevan nuestra percepción hasta los límites de la abstracción y la ambigüedad, pero el mundo que nos rodea sigue siendo de algún modo legible. Pensamientos que se hacen visibles.

Saul y yo colaboramos en cuatro ocasiones. La primera fue en Uno de los nuestros. Yo tenía cierta idea de lo que quería para los títulos, pero no conseguía terminar de expresarla. Alguien me sugirió hablar con Saul y mi reacción fue: «¿Nos atrevemos?». Después de todo, hablamos del hombre que había diseñado las secuencias de créditos para Vértigo, Psicosis, Anatomía de un asesinato, Tempestad sobre Washington, Espartaco, La cuadrilla de los once y muchas otras películas que definieron para mí el cine y el hecho de ir al cine. Mis amigos y yo aprendimos a reconocer los diseños de Saul y todavía recuerdo la emoción que generaban en nosotros; al igual que las bandas sonoras de Bernard Herrmann, aportaban toda una dimensión añadida a las películas de los que formaban parte. Te metían de lleno en ellas, de manera instantánea. Porque, expresado de la manera más simple, Saul era un cineasta formidable. Veía la película en cuestión y entendía el ritmo, la estructura, el ambiente… Penetraba en el corazón de la película y hallaba su secreto. Fue lo que hizo con Vértigo y aquellas espirales infinitas: la locura en el corazón de la película, el hermoso vórtice pesadillesco que aflige a James Stewart. De la misma manera, cuando les puse Uno de los nuestros a él y a Elaine, entendieron de inmediato nuestro propósito: la velocidad, los oropeles, la sensación de una vida en vertiginoso ascenso que acaba descarrilando.

La sencillez de lo que hicieron con aquellos títulos de crédito me dejó atónito, pues únicamente podrían haber sido diseñados por alguien que tuviera un entendimiento muy depurado de lo que pretendíamos conseguir. Por otra parte, volví a acabar igualmente atónito cada una de las veces que volvimos a colaborar: por los reflejos sinuosos en la secuencia de El cabo del miedo, las flores que se abren constantemente bajo capas de encaje para La edad de la inocencia, la silueta de un hombre cayendo a los infiernos de neón en Casino. Una vez tras otra, acabé igualmente arrebatado por el asombroso trabajo de Saul y Elaine. Este libro, elaborado con cariño y diseñado con esmero, es el homenaje apropiado para un gran artista. Un gigante.

CineDiseño , Sin comentarios

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