Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

jueves 5 de febrero de 2009

Los mil rostros del doctor Tilley

El próximo 21 de febrero se cumplirán ochenta y cuatro años de la publicación del primer número de The New Yorker. Para celebrarlo, la revista norteamericana convocó el pasado mes de enero, por segundo año consecutivo, un concurso en el que se le brindaba a los lectores la posibilidad de enviar sus versiones de Eustace Tilley, el joven de porte aristocrático, sombrero de copa y monóculo que aparece observando distraídamente una mariposa en la portada de aquel primer número, realizada por el ilustrador y primer director artístico de la revista, Rea Irvin. Adoptado rápidamente como mascota de la publicación, el bueno de Eustace acabaría trascendiendo tal función para convertirse en todo un icono reconocido, asumido, admirado y, cómo no, también parodiado, por centenares de artistas de todo el mundo.

Izquierda: portada original de Rea Irvin para el primer New Yorker.
Derecha: «Eustace, the Undead New Yorker», de David Cook.


Todos los años, The New Yorker aprovecha su número más cercano al 21 de febrero para celebrar su aniversario, evento habitualmente marcado por la recuperación de la portada original de Irvin. El del 2009 salió a la calle el lunes y ya puede encontrarse en algunas librerías y quioscos de nuestro país bien provistos de prensa extranjera. Coincidiendo con su publicación, la página web de The New Yorker ha colgado las 12 ilustraciones ganadoras del concurso «Your Eustace 2009» al que hacía referencia anteriormente. Si ya de por sí sorprende muy gratamente que una publicación de la categoría de The New Yorker se preste a iniciativas como ésta, no lo hace menos la calidad de la mayoría de las propuestas. A pesar de que las ganadoras de este año no coincidan tanto con mi gusto personal como las de la anterior edición del concurso, me ha vuelto a impresionar la cantidad de nuevos talentos a descubrir y ya me veo pegado al ordenador largas horas rastreando a mis favoritos (es una pena que las imágenes no vayan acompañadas de más información acerca de sus autores).

«Rorschach Tilley», de Marcus Thiele, y «A Walk in the Park», de Gary Amaro.


Ilustrando estos dos primeros párrafos, he puesto, además de la portada original de Rea Irvin, las tres que más me han gustado de entre las doce ganadoras. La del perrete, por simpática. Las otras dos, por el modo en el que radiografían el momento cultural en el que nos encontramos. De hecho, no sé qué es lo que me resulta más fascinante de una iniciativa como ésta, si la posibilidad de descubrir un par de docenas de nuevos ilustradores o la oportunidad de tomarle el pulso a la cultura popular y comprobar qué es lo que le late a flor de piel. Que en el año 2009 haya quien elija ilustrar una portada para The New Yorker con el Rorschach de Watchmen o con un zombi (recuperado en esta década como icono del horror de nuestros tiempos tras haber caído en el olvido una vez agotada su última explosión de popularidad a finales de los setenta y primeros de los ochenta) me parece realmente significativo. Si este mismo concurso se hubiera hecho en 1991, lo más probable es que Eustace hubiera aparecido disfrazado de Hannibal Lecter o de Terminator, por mencionar dos de los principales iconos culturales de aquel año. Por eso, porque creo que es una buena manera de saber por dónde van los tiros, y porque a la que disfrutéis mínimamente de la ilustración a buen seguro que os vais a llevar un par de gratas sorpresas, os recomendaría que no dejéis de echarle un vistazo a la galería completa con todas las portadas presentadas a concurso. Son cuarenta y dos páginas a razón de 9 ilustraciones por página, pero merece la pena dedicarle un rato. Al margen de un par de docenas de previsibles Obamas y varios Lincolns inevitables, encontraréis todo tipo de Eustaces de lo más estimulantes. Aquí os dejo algunos de mis favoritos.

«Tilly», de Matt Forsythe, y «Eustace Tilley», de Morgan O’Brien.

«Not So Abstract Tilley», de Paijuano, y «Vintage Tilley», de Dhertzberg.

«Eustace Tiki», de MP, y Eustace Tilley 2125″, de Thewl».

«The New York Frogger», de Jeremy M, y «Eustace Kawaii», de MP.


Si os quedáis con ganas de más, podéis ver las portadas ganadoras del 2008 aquí. Y todas las entradas en el concurso del año pasado en este grupo de flickr. Entrad aunque sólo sea para ver la protagonizada por el señor Burns. Es verdaderamente impagable.

DiseñoIlustración , Sin comentarios

martes 3 de febrero de 2009

Cubriendo los trapos sucios

Mi amigo Pepón posando con la edición original de Los trapos sucios.

Generalmente soy de la opinión de que, si un libro está bien diseñado, lo mejor que puedes hacer es respetar, en la medida de lo posible, la edición original. En el caso de Los trapos sucios, la portada ideada por Bau-da Design para el mercado norteamericano me parecía realmente apropiada. Como podéis ver en la foto de arriba, Daniel Carter, el director artístico del proyecto, eligió como imagen una botella de Jack Daniel’s envuelta en llamas, en cuyo interior se adivinan las peligrosas curvas de una mujer anónima, posiblemente de mal vivir; una decisión inspirada que automáticamente ilustra varios elementos recurrentes en el libro (cuando los Mötley no están dándole a la botella es porque están «empujando» o quemándole los bajos del pantalón a Nikki Sixx). Más allá de la literalidad, es una portada que (a mí al menos me) transmite rápidamente varias ideas: exceso, intensidad, sexo, rock and roll. En ese sentido, es perfecta para este libro y mi intención era utilizarla también para la edición española. Lamentablemente no conseguí hacerme con los derechos de reproducción, pues Bau-da, que es quien ostenta el copyright, parece haber desaparecido como empresa: hace meses que no actualizan su web (echadle un vistazo de todos modos; tienen algunas cosas chulas) y su servidor me devolvió todos los correos que les envié interesándome por su diseño. Lo cual, lógicamente, nos obligó a buscar una alternativa. Afortunadamente, flickr acudió al rescate el día que Rai Robledo publicó esta foto:

Kickstart My Heart, por Rai Robledo, en Flickr.

Automáticamente, se me encendió la bombilla: si en Estados Unidos habían metido a la chica dentro de la botella… ¡nosotros volveríamos a sacarla! (ejem). La auténtica revelación, hablando en serio, fue comprobar que Rai, partiendo de unos elementos y una estética radicalmente distintos, había sido capaz de transmitir con su foto las mismas sensaciones que, en su momento, me había suscitado la imagen original de Bau-da: chicas guapas, rock and roll, actitud a raudales. Y eso nos abrió nuevas vías en un momento en el que, a lo mejor, andábamos (yo al menos) demasiado obsesionados por emular conceptualmente la portada norteamericana. A mi entender, sólo faltaba un elemento absolutamente imprescindible para Mötley Crüe: el cuero. Tras consultarlo con Manuel Bartual, firmante de la maqueta tanto de Los trapos sucios como de El otro Hollywood y mi gurú espiritual para todo lo relacionado con el diseño, coincidimos en que sería una buena idea intentar recrear la actitud destilada por la foto de Rai, pero combinándola con esta otra imagen:

Se trata de la portada de Too Fast For Love, el primer disco de los Mötley Crüe, y lo que estáis viendo es el paquete de Vince Neil, el cantante del grupo. ¿Nuestra brillante idea? Sustituir la entrepierna masculina por una femenina. ¡Chúpate esa, Einstein! Y ya que estábamos, ¿por qué no ponerle a la chica una botella de Jack Daniel’s en las manos? Para no meternos en problemas de derechos con los de Tennessee, se me ocurrió confeccionar una etiqueta falsa de marca Los trapos sucios y pegársela a la botella. De ese modo, matábamos dos pájaros de un tiro: además de brindarle nuestro pequeño homenaje al Too Fast For Love, me parecía un buen modo de hacer referencia al diseño original de Bau-da. Sin embargo, el día de la sesión fotográfica bastaron cinco minutos para dejar bien claro que ambos conceptos se daban de bruces. Por una parte, las caderas embutidas en cuero de Monelle, la modelo, desprendían suficiente actitud rockera por sí solas; el atrezo no sólo demostró ser innecesario sino también un estorbo. Adiós a mi idea de hacerle cargar a Monelle, además de con la botella, con una guitarra en bandolera, un bajo, dos o tres timbales y un Marshall de 300 kilos.

Por otra parte, me gustaba mucho cómo había quedado la etiqueta y empezaba a sospechar que podía tener entidad suficiente como para llegar a ser la imagen de portada, de modo que me puse a hacerle fotos a la botella en vez de a la modelo. Dicho así parece mala idea, ¿verdad?

Supongo que la balanza empezó a inclinarse definitivamente el día que Manuel me envió este montaje que podéis ver aquí debajo. A veces creo que se pegó el curro única y exclusivamente para convencerme, porque él sí que tuvo claro cuál era el camino a seguir desde el primer momento en el que vio la falsa etiqueta. Es uno de los motivos por los que me gusta trabajar con él, pero no el único.

Otro de ellos es que no le importa darle vueltas a las cosas y explorar nuevas vías por muy avanzado que esté el proceso. Esta prueba que veis abajo la hizo en un par de minutos después de tener el libro ya completado y a punto de enviar a la imprenta. Hacía días que habíamos decidido utilizar la otra portada pero, a última hora, a mí me entró un ataque de pánico; quería hacer un intento con una de las fotos que más me gustaban de la sesión con Monelle para asegurarme de que no estuviéramos equivocándonos. Sinceramente, creo que cualquier otro me hubiera mandado a freír espárragos. ¡Y con razón!

Evidentemente, esto sólo es un boceto apresurado; podríamos haberle dado más vueltas y creo que habríamos acabado teniendo una portada bastante decente, pero eso es lo de menos. Lo importante es que bastó para reafirmarme en que habíamos tomado la decisión correcta. Tengo amigos que siguen prefiriendo la portada fotográfica, pero en última instancia creo que la definitiva es bastante más original y, desde luego, llamará mucho más la atención en las librerías. Aunque, como siempre, la decisión final queda en vuestras manos. Aquí está:

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domingo 1 de febrero de 2009

Los sucios y los guarros

Los Mötley celebrando la victoria de Nadal en el Open de Australia. Foto: N. Zlozower.

Como quizá hayáis visto ya en la columna de al lado, Es Pop Ediciones se estrena con dos títulos a priori bastante jugosos. El primero de ellos, Los trapos sucios (The Dirt en el original), es la autobiografía de Mötley Crüe, un grupo al que, debo reconocer, nunca había seguido con demasiado entusiasmo, al margen de conocerme un par de canciones prácticamente inevitables para cualquier roquero de mi generación, como «Shout at the Devil» o «Kickstart My Heart». Sin embargo, después de haber traducido sus andanzas, me han convertido en fan de por vida. Y esto no lo digo sólo para vender (que también) sino para aclarar que no hace falta ser admirador del grupo, ni tan siquiera haberles oído jamás, para disfrutar de un libro ampliamente considerado como uno de los textos básicos de la historia del rock. No os voy a engañar, también hay quien considera Los trapos sucios una cumbre del mal gusto, pero supongo que si, como a mí, os interesa indagar en la trastienda y las alcantarillas del rock and roll, la promesa de un relato repleto de excesos, salvajadas e inevitable decadencia no hará sino estimular aún más vuestro apetito. En cualquier caso, no pretendo que os fiéis de mi palabra (al menos no todavía) así que lo mejor será dejaros este enlace en el que podréis descargaros un adelanto con las 23 primeras páginas del libro en pdf. Si os gustan, no dudéis que os encantará el resto. Si os parecen excesivas, será mejor que no sigáis leyendo porque, creedme, la cosa va a más.

John Holmes quiere enseñarte una cosa. Foto: Adult Video News.

El segundo libro de Es Pop Ediciones también tiene sus momentos escabrosos, pero no se queda sólo en eso, abarcando la vida de tantos personajes y barajando tantos sucesos, acontecidos durante un período de más de cuatro décadas, que bien podríamos considerarlo, y no exagero, un Vidas cruzadas del periodismo o un equivalente pop de Elegidos para la gloria, sólo que lo que montan en este caso los «elegidos y elegidas» no es precisamente el Apolo. Estoy hablando de El otro Hollywood, una historia oral y sin censurar de la industria del cine porno. Los que hayan leído Por favor mátame, la historia oral del punk, ya conocerán el enfoque de su autor, Legs McNeil, consistente en entrevistar a cientos de personas para luego construir una narración alternando y contraponiendo las declaraciones de unos y otros. En este caso, McNeil y sus coautores, Jennifer Osborne y Peter Pavia, recrean la historia del cine porno, desde las primeras películas «picantes» de los años cincuenta hasta el complejo multimillonario en el que se ha convertido hoy en día, a través de las voces no sólo de actores, actrices, productores y directores de la industria sino también de aquellos fiscales y agentes del FBI que les persiguieron, todo ello aderezado por perlas ocasionales tanto de simpatizantes como detractores. En resumen, una visión global, compleja y muy completa de un mundo que, os guste o no como producto, forma parte de nuestras vidas de una manera u otra. Una vez más, creo que lo mejor será no extenderse demasiado y dejaros a cambio este otro link con dos capítulos completos de muestra para que les echéis un vistazo y os forméis vuestra propia opinión. Espero que os gusten.

Mötley Crüe, lavando los trapos sucios. Foto: Mick Rock.

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Prefiero lo que me acerca a los demás hombres que lo que me aleja de ellos.
Emmanuel Carrère
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