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El blog de Espop Ediciones

jueves 19 de febrero de 2015

Lemmy: La Videografía

Desde hace algunos días está a la venta el título más reciente de nuestra colección Es Pop Ensayo: Lemmy: la autobiografía, de Ian Kilmister y Janiss Garza. Como de costumbre, hemos preparado algunos materiales para acompañar el lanzamiento. Además del habitual adelanto descargable en PDF y de la banda sonora disponible en Spotify, se me ha ocurrido aprovechar esa mina para el archivero que es a veces YouTube para realizar una recopilación de vídeos con los que ilustrar varios de los momentos descritos por Lemmy en el libro. Todos los comentarios incluidos en esta entrada son del propio Lemmy y están extractados tal cual de su autobiografía. Recuerda que si quieres comprar el libro, puedes hacerlo aquí.

The Rocking Vicars
La primera vez que vi a Reverend Black and the Rocking Vicars fue en el club Oasis de Manchester. Me quedé prendado de inmediato. El batería tenía un doble bombo (fue la primera vez que veía algo parecido) y se sentaba en la parte delantera del escenario. Iban todos vestidos con el traje nacional finlandés: botas de piel de reno, pantalones blancos con cordones en vez de cremallera en la bragueta, guardapolvos lapones y alzacuellos. Aquello me impresionó sobremanera. Estuve tocando con ellos unos dos años, de 1965 a 1967. Los Rocking Vicars grabaron tres sencillos mientras yo estuve en el grupo, dos para CBS y uno para la filial de Decca en Finlandia. Conseguimos alcanzar el puesto 46 en
las listas con una versión de «Dandy», de los Kinks.

Sam Gopal
En 1968 acabé de cantante para Sam Gopal. Sam era medio birmano, medio nepalés o algo así… a estas alturas se me ha olvidado. Pero tocaba la tabla, un instrumento que no se puede amplificar; son demasiado resonantes, o al menos lo eran para los equipos de la época. Prácticamente compuse casi todas las canciones que acabaron en nuestro único álbum. Aunque le atribuí un par de temas al grupo, lo cierto es que los escribí todos de una sentada una noche que me pasé en vela. Fue cuando acababa de descubrir una droga maravillosa llamada Metedrina. Las únicas del álbum que no son mías fueron “Angry Faces”, compuesta por Leo Davidson, y una canción de Donovan, “Season of the Witch”, de la que nos quedó una versión bastante maja, la verdad.

Hawkwind
Teníamos un espectáculo de la hostia. No éramos uno de aquellos conjuntos hippies-chupis-paz-y-amor; ¡éramos una negra pesadilla! Aunque utilizábamos cantidad de focos de luces intensas y coloridas, el grupo quedaba sobre todo entre sombras. También llevábamos un elaborado espectáculo visual: dieciocho pantallas en las que pasábamos imágenes bélicas y políticas, planos de cosas como aceite hirviendo, extraños lemas, segmentos de animación… La música sonaba atronadoramente mientras los bailarines se contorsionaban por todo el escenario y Dikmik influía en el público con el generador de audio. Era una experiencia considerable, sobre todo teniendo en cuenta que, para empezar, la mayoría de nuestros fans iban puestos de LSD.

Top of the Pops
El 24 de octubre filmamos nuestra primera aparición en Top of the Pops. Francamente, era un programa horrible. Sólo llevaban a grupos que o bien estaban en el Top 30, como Slade y las Nolan Sisters, o bien se pensaba que iban a estarlo en breve. No tenía nada que ver con la calidad ni con el talento; era un simple reflejo de las listas de ventas.

Top of the Pops
En Bronze teníamos un amigo, Roger Bolton, que había trabajado en la BBC y todavía conservaba cierta influencia. ¡Roger acabó colándonos en el programa unas cinco veces antes de que tuviéramos un verdadero éxito! De hecho, el empeño de Roger fue determinante a la hora de ayudarnos a subir en las listas, motivo por el cual nunca le faltará una copa siempre que nos veamos.

TisWas
En noviembre participamos en TisWas, un programa infantil que echaban en ITV los sábados por la mañana y que todas las semanas contaba con la presencia de un grupo de rock. Era muy divertido, puro slapstick. Participamos un par de veces. Una de ellas estuvimos con Girlschool y nos organizaron un juego de pasteles musicales. La música se interrumpió cuando era yo quien tenía el pastel entre manos y tuve que plantárselo en la cara a Denise, la batería de Girlschool.

Please Don’t Touch
Aquel sencillo acabó siendo el mayor éxito que tuvimos tanto Motörhead como Girlschool en las listas británicas. Llegó hasta el nº 5 y nos sacaron en Top of the Pops, acreditados como “Headgirl”. Aunque Denise tocó la batería, Philthy también participó en el programa bailando a nuestro alrededor y añadiendo un par de coros.

Rockstage
Una semana antes de aparecer en Top of the Pops, también nos grabaron en vivo, tanto a Motörhead como a Girlschool, para un programa de televisión de Nottingham llamado Rockstage. Al final de “Motörhead”, me subí de un salto sobre el Bombardero de luces para apuntar al público con mi bajo como si fuera una metralleta… lo típico que haría cualquiera. El tipo encargado de manejar las luces volvió a levantar el Bombardero y me dejó allí medio colgado durante lo que se me antojaron varios putos años, aunque en realidad sólo fueron un par de minutos. Tenía el bajo conectado con uno de esos cables enroscados y quedó tan tirante que amenazaba con arrojarme del puto avión.

The Young Ones
Debo reconocer que Phil se portó como un caballero [cuando abandonó Motörhead]. El grupo se había comprometido a intervenir en un episodio de la serie The Young Ones poco después de su marcha y Phil regresó para no dejarnos colgados. Al contrario que otros antiguos miembros de Motörhead, dejó el grupo decentemente.

Twisted Sister
Pasamos buenos momentos con Twisted Sister. [En 1982] participaron en The Tube, un programa de televisión que se grababa en Newcastle, y allá que nos fuimos para tocar con ellos “It’s Only Rock ’n’ Roll” como broche final de la emisión. Aparecí corriendo por un lado del escenario y, mientras me colocaba el bajo, Brian apareció de repente por el otro extremo y… ¡PATAPAM! Se dio una buena costalada. Fue un descojone. Siempre podías contar con Brian para que aportase algo de diversión involuntaria.

Killed by Death
Fuimos a Arizona para grabar el vídeo de “Killed by Death”. MTV lo prohibió por un motivo francamente estúpido. En el vídeo salgo montado en moto con una chavala y se me ve poniéndole una mano en la pierna y subiéndola hasta que desaparece de la vista. En ningún momento se me ve agarrarla del vello púbico, pero en cualquier caso a la cadena no le gustó. Menuda gilipollez: esto sucedió cuando emitían a todas horas el vídeo de “Thriller”, de Michael Jackson, en el que la peña salía de sus tumbas echando mierda por las narices, ¡pero con eso no tuvieron ningún problema!

Saturday Starship
Antes de emprender una gira para promocionar No Remorse, participamos en Saturday Starship (un programa infantil que se emitía los sábados por la mañana en la cadena ITV; el sucesor de TisWas). Al parecer, ciertas personas se quejaron de que estuviéramos ensayando a primera hora de la mañana en el aparcamiento de los estudios del canal. No sé de dónde vino el problema: las ocho y media era la hora a la que nos habían convocado para ensayar y fueron ellos quienes nos pusieron el escenario en el aparcamiento.

Relax
Volé a Alemania para actuar en un programa de televisión con Kirsty MacColl. Frankie Goes to Hollywood participaron en el mismo programa y también salí al escenario con ellos. Por algún motivo quedaron muy satisfechos y, más adelante, cuando tuvieron que dar un concierto en el Hammersmith Odeon, me pidieron que saliera a tocar “Relax” con ellos.

El 10º Aniversario
A finales de junio [de 1985] se acercaba el décimo aniversario de Motörhead, por lo que dimos un par de conciertos en el Hammersmith para celebrarlo. Fueron bolos divertidos. La primera noche, todos los antiguos miembros de Motörhead salieron al escenario; fue un momento asombroso. Wendy O. Williams y Girlschool también participaron. Hasta Phil Lynott se subió al escenario, simplemente porque fue incapaz de resistirse, a pesar de que estábamos tocando “Motörhead” y él no tenía ni idea de cómo iba (Eddie Clarke se puso a gritarle: «¡En mi mayor!». ¡Él tampoco se acordaba!).

Boys Don’t Cry
Durante las breves pausas entre gira y gira, me presté a toda clase de apariciones especiales. Interpreté a un forajido (una elección de casting demasiado evidente, ¿no te parece?) en el vídeo para el tema “I Wanna Be a Cowboy”, del grupo Boys Don’t Cry.

Eat the Rich
En 1987, me dieron un papel en la película Eat the Rich y Motörhead se encargó de la banda sonora (compuesta principalmente por canciones de Orgasmatron más el tema homónimo). El director acabó metiendo a Motörhead al completo en la película: sustituimos al grupo que sale en la secuencia del salón de baile. La idea se le ocurrió en pleno rodaje. Si te fijas con atención, te darás cuenta de que el grupo va cambiando a medida que va transcurriendo la secuencia.

Black Leather Jacket
[En 1989] intervine en un programa de televisión horrible llamado Club X. En cualquier caso, el segmento que grabamos estaba de puta madre. Iba sobre chupas de cuero negras y compuse a propósito una canción titulada, misteriosamente, “Black Leather Jacket”. Improvisamos una rápida grabación para poder utilizarla de playback en el programa. Aunque en la cinta yo tocaba el bajo, delante de las cámaras me puse al piano. Phil Campbell salía tocando la guitarra; Philthy, la batería; y Fast Eddie, mi bajo, el cual fue robado la noche de la filmación. Nunca llegué a averiguar quién se lo llevó, aunque tuvimos varios sospechosos.

Hardware
Aquel año también interpreté a un conductor de taxi de río en una película titulada Hardware, programado para matar. Aquella sí que fue una experiencia tediosa. El director se creía una especie de artista gótico y fue un puto coñazo. Nos pasamos el día esperando y cometieron el terrible error de darme el whisky demasiado temprano.

David Letterman
En mayo [de 1991], antes de viajar al Japón, intervinimos en el David Letterman Show. En realidad sólo estuvimos yo y Phil Campbell; Wurzel no quiso participar y no recuerdo dónde se había metido Phil Taylor. De todos modos, en el programa sólo querían a dos, para que tocáramos con la banda del estudio. Sin embargo, no interpretamos una canción del nuevo álbum, sino el “Let It Rock” de Chuck Berry. Y tampoco llegamos a conocer a David Letterman. De hecho, se equivocó a la hora de decir el título del disco. ¡Lo llamó Motörhead!

Ain’t No Nice Guy
Como la discográfica no nos brindó ninguna ayuda para sonar en la radio (¡por decirlo suavemente!), no te extrañará saber que también nos cortaron las alas en MTV. Allí estábamos con una canción que se había encaramado al nº 10 en las emisoras de rock y lo único que necesitábamos eran unos quince de los grandes para grabar un vídeo, pero se negaron a dárnoslos. De modo que juntamos 8.000 dólares de nuestro propio bolsillo y lo grabamos por nuestra cuenta. Ozzy y Slash, majos como ellos solos, también se vinieron al rodaje. Aunque el vídeo se nota un poco atropellado, no quedó del todo mal. ¡Pero MTV estuvo una temporada sin emitirlo porque en Sony tardaron tres semanas en firmar la autorización!

The Tonight Show
En 1992 salimos en The Tonight Show y fuimos el primer grupo de heavy rock que intervenía en el programa en toda su historia. Me agradó mucho intervenir en The Tonight Show. Jay Leno se portó como un caballero, mucho más simpático que David Letterman, al cual ni siquiera llegamos a conocer cuando salimos en su programa.

Hellraiser III
Colamos un par de canciones en la banda sonora de Hellraiser III: Infierno en la Tierra, de Clive Barker. También registramos “Born to Raise Hell”, en la que compartí la parte vocal con Ice T y Whitfield Crane, el cantante de Ugly Kid Joe. Este último tema fue una ocurrencia tardía: sonaba sobre los créditos del final, pero no apareció en el álbum de la banda sonora.

LibrosMúsicaVideoteca , Sin comentarios

martes 13 de enero de 2015

En recuerdo de Robert Stone

Hace un par de días fallecía a los 77 años el novelista estadounidense Robert Stone, autor de libros como Una galería de espejos, Banderas al amanecer y La puerta de Damasco. Su afinidad con los movimientos contraculturales de los años sesenta y su experiencia como corresponsal de guerra en Vietnam confluyeron de manera memorable en Dog Soldiers, novela de 1975 que le convirtió en autor de referencia para varias generaciones de escritores (desde DeLillo y Ellroy hasta otros a priori alejados de su universo, como Franzen y Stephen King), así como en un verdadero punto de inflexión entre la “generación perdida”, el movimiento beat y la novela norteamericana contemporánea, con tintes de nuevo periodismo. Dog Soldiers fue adaptada al cine (Nieve que quema; Karel Reisz, 1978) y permaneció inexplicablemente inédita en España hasta que fue rescatada en 2010 por Libros del Silencio (que también editó otros dos libros suyos: Hijos de la luz y la autobiografía Recordando los sesenta). Vaya como pequeño homenaje una selección de extractos de esta magnífica entrevista realizada por William C. Woods en 1985 para la revista The Paris Review. Robert Stone, en sus propias palabras.

* * *

La ficción en prosa debe ante todo cumplir con las funciones tradicionales de la narración. Necesitamos historias. No podemos identificarnos a nosotros mismos sin ellas. Continuamente nos estamos contando historias acerca de quiénes somos: en eso consiste la Historia, en eso consiste el concepto de una nación o de un individuo. El propósito de la ficción es ayudarnos a responder a la pregunta que debemos estar planteándonos constantemente: ¿quién creemos que somos y qué creemos que estamos haciendo?
Lo que intento hacer yo siempre es definir ese proceso en la vida estadounidense que lleva a las personas a un estado de anomía o frustración. La promesa del sueño americano es tan enorme que su elusividad evoca una tremenda amargura. Ése era el tema principal de Fitzgerald y también es el mío. Muchísima gente pierde la cabeza en este país… Después de todo, están haciendo todo cuanto se supone que deben hacer y aun así no obtienen la recompensa.

Fue una relectura de El gran Gatsby lo que hizo que me planteara escribir una novela. Estaba viviendo en St. Mark’s Place, en Nueva York. En aquella época era otro mundo. Tenía veintitantos años. Decidí que había comprendido un par de cosas; entendía ciertos patrones de la vida. Me di cuenta de que no podía vender aquel conocimiento ni tampoco fumármelo, así que se me ocurrió escribir una novela. Empecé Una galería de espejos. Debí de tardar unos seis años en terminarla, una cantidad de tiempo terrible. Empecé a trabajar de verdad en la novela durante mi estancia en la Universidad de Stanford, gracias a una Beca Stegner que me llevó a California en el preciso momento en el que todo empezaba a volverse ligeramente loco. Así que pasé cantidad de tiempo que debería haber estado dedicando a escribir experimentando la muerte, transfiguración y renacimiento por LSD en Palo Alto. No era una atmósfera proclive a la productividad. Una galería de espejos fue algo contra lo que hice añicos mi juventud. Toda mi juventud acabó en ella. Metí todo cuanto sabía en aquella novela. Fue escrita durante unos años de cambios drásticos, no sólo para mí, sino para el país. Cubre los años sesenta desde el asesinato de Kennedy y el movimiento por los derechos civiles hasta el comienzo del ácido, los hippies, la guerra…

[Escribir] es condenadamente duro. En realidad a nadie le importa si lo haces o no. Tienes que obligarte tú mismo. Yo soy bastante perezoso y sufro como resultado. Por supuesto, cuando fluye bien, no hay nada en el mundo que se le pueda comparar. Pero también es una actividad muy solitaria. Si haces algo con lo que te sientes verdaderamente satisfecho, te encuentras en la loca posición de estar eufórico tú solo. Recuerdo haber terminado una parte de Dog Soldiers (el final del paseo de Hicks) en el sótano de una biblioteca universitaria, trabajando de noche, con el edificio cerrado a cal y canto. Salí abrumado por las lágrimas, hablando solo, y fui a darme de bruces con un guardia de seguridad. Resulta duro descender del subidón que te produce tu propio trabajo. Es uno de los motivos por los que los escritores le dan a la botella. El entusiasmo que te provoca el trabajo se convierte en la depresión del día después. Pero si intentas compensarlo con demasiado whisky, al día siguiente no estás en condiciones de seguir adelante. Cuando era joven era capaz de aguantar las resacas, pero ahora tengo que irme temprano a la cama.

Estuve en el momento indicado en el momento adecuado para ver [el cambio fundamental vivido por la cultura estadounidense entre la generación beat en los cincuenta y la contracultura de los sesenta]. Empezó con En el camino de Jack Kerouac cuando yo aún estaba en la marina. Mi madre me recomendó que lo leyera. Probablemente soy la única persona a la que su madre le recomendó En el camino. Me resulta muy difícil retrotraerme y pensar  qué fue lo que me transmitió en su momento. Ahora lo hojeo y lo único que soy capaz de ver es a Neal Cassady. Llegué a conocerlo. El libro es un maravilloso retrato suyo, pero apenas le veo valores más allá. Es como leer algo escrito por un individuo puesto de anfetas. Puede que sea una valoración poco amable, pero sinceramente lo encuentro excesivamente sentimental. Como digo, no estoy seguro de por qué me conmovió en su momento. Supongo que debía de ser la tan americana tradición de la carretera. Casi puedo recordar cómo era aquello. Pensar en el gran continente, los cruces en las ciudades, el mito del viajero en el arcén. Me recordó cómo, a cada tanto, mi madre y yo emigrábamos en busca de algún sitio donde las condiciones parecieran más prometedoras, como Chicago o donde fuese. Una vez llegamos hasta Nuevo México. No recuerdo qué era lo que buscábamos. Pero en cualquier caso era una búsqueda. Normalmente terminábamos dependiendo de la beneficencia e intentando escapar de donde fuera que estuviéramos. Una vez fuimos a Chicago y acabamos en un refugio del Ejército de Salvación en la zona norte, porque nos habíamos quedado sin dinero. Nos quedamos allí tanto tiempo como el Ejército de Salvación nos lo permitió, hasta que, de algún modo, mi madre consiguió reunir dinero suficiente para volver a Nueva York. Cuando regresamos, nos pasamos dos noches durmiendo en una azotea. Era descabellado. Pero me fue útil. Por una parte, me infundió un miedo al desorden, pero por otra era un romance con el mundo, las estaciones de autobuses y cosas así.

La violencia es una de mis preocupaciones. Acontece en mis novelas en niveles quizá desproporcionados. Pero la fortuna me ha deparado observarla en grandes cantidades y tengo que reflexionar al respecto. Intento contener mis temores a través de lo que escribo. En cierto modo utilizo a mis personajes como chivos expiatorios para que paguen mis deudas, para que alejen el peligro de mi pellejo atrayéndolo con los suyos. Cada vez que un conflicto irrumpe en tu vida, el primer impulso es recrearlo: convertir el desastre en anécdota o arte. Es verdad que abordo muchas cosas negativas y espantosas, pero no escribo para deprimir a los lectores. Escribo para infundirles coraje, para hacer que se enfrenten a la realidad de las cosas de una manera más valerosa.

Es literalmente cierto que el mundo es visto por las superpotencias como un mapa cuadriculado con objetivos específicos. Todos estamos en los mapas militares. Puede darse la circunstancia de que no se esté desarrollando ninguna acción en esas zonas en el momento presente, pero están ahí. Y luego están las guerras que luchamos contra nosotros mismos en nuestras propias ciudades. La verdad es así de simple: allá donde estés, hay un ejército armado a escasa distancia.

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