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El blog de Espop Ediciones

miércoles 16 de noviembre de 2011

Un rebaño de portadas

Las dos imágenes que veis sobre estas líneas son las portadas con las que se ha publicado Fargo Rock City en el mercado norteamericano. La de la izquierda pertenece a la primera edición en tapa dura y juega un poco torpemente con la baza de la nostalgia, un valor al que nosotros no queríamos ni arrimarnos en este caso. La segunda, sin embargo, siempre me ha parecido magnífica. Diseñada por Paul Sahre para la edición en rústica, cuenta con un concepto tan sumamente brillante que, una vez vista, cuesta imaginar una solución mejor. La ejecución, en cualquier caso, creo que daba para más. Los añadidos puramente mercantiles, como la inclusión de la cita de Stephen King o el sello de «ganador de chorrocientos premios» (impuestos, estoy seguro, por el departamento de ventas), acaban agarrotando la imagen y afeando un poco el conjunto. Por eso a la hora de abordar la edición española decidí agarrar por los cuernos el concepto de Sahre, pero con la intención de llevarlo en otra dirección.

Para empezar, me parecía necesario apartarnos del retoque fotográfico para acercar la portada un poco más a nuestro «universo gráfico». No había pensado volver a colaborar tan pronto con David Sánchez*, autor de la portada de Acero, pero cuando vi su serie de cromos Holocausto Australopithecus para el nº 1 de ¡Caramba! se me ocurrió la idea de pedirle que me dibujase una vaca-metálica en el mismo estilo. Así dispondríamos de un concepto alternativo, en caso de que la adaptación de la idea de Sahre no funcionase del todo, y en cualquier caso tendríamos una imagen que funcionaría de maravilla para la contraportada (como así ha sido al final). Lo primero que hice fue enviarle a David estas dos pruebas que veis aquí arriba para que se hiciera una idea del tratamiento tipográfico que iba a tener la cubierta, la gama de colores y el espacio del que iba a disponer para el dibujo.

Otra de las cosas que le comenté a David, inspirado por la foto del rebaño, fue si sería posible bovinizar no sólo a un miembro de Kiss sino a los cuatro, pero su primer boceto dejó claro de inmediato que machacar de tal manera la idea sólo iba a servir para quitarle peso al concepto en vez de para reforzarlo, y que un tratamiento excesivamente caricaturesco de los rumiantes no iba a funcionar demasiado bien. Aunque Fargo Rock City tiene mucho humor, no se trata de un libro chistoso ni paródico. El objetivo, por tanto, era intentar transmitir el estilo literario de Klosterman, que a grandes rasgos consiste en adoptar un tono socarrón para realizar un ensayo crítico serio. Consideraciones filosóficas aparte, bastaba ampliar la imagen de David para darse cuenta de que una sola vaca grande funcionaba mucho mejor que cuatro pequeñas.

Así pues, David me pasó una versión simplificada de la ilustración anterior, pero por algún motivo el resultado seguía sin convencerme. Más que una vaca me parecía un becerro excesivamente simpático; un tanto blando, quizá, para tratarse de un libro que lleva las palabras «odisea metalera» en el subtítulo. Así pues, me puse a hacer un par de pruebas apresuradas intentando aportarle a la portada ese «algo más» que no estaba encontrando en la imagen. La idea del círculo de color me atrajo bastante en un principio, quizá porque puede traer a la memoria el diseño de los quesitos de La Vaca que Ríe, que no deja de ser otro icono pop tan reconocible como el logo de Jack Daniel’s que ya habíamos recreado en la portada de Los trapos sucios. Sin embargo, dichas pruebas sólo sirvieron para convencerme de que prefería que las manchas de la vaca fueran más oscuras. En fin, algo es algo.

Le pedí a David que retocara una vez más la ilustración para que transmitiera una sensación un poco más agresiva; más de animalote que de dócil ternerillo. Arriba podéis ver otras dos pruebas con esa nueva versión, más corpulenta y barbudilla de la vaca. La cuestión es que me seguía pareciendo que el conjunto quedaba un poco desangelado y no me acababa de gustar que la ilustración fuese tan simétrica. Así pues, hicimos lo que suele hacerse en estos casos en los que empiezas a estar desesperado porque no haces más que darle vueltas y más vueltas al mismo problema: intentamos darle otro enfoque.

Mientras yo probaba a darle un aire más cartoon a la portada, retomando la idea del círculo de color a lo Looney Toones y pintando las manchas de la vaca con un negro 100% para simplificarle los rasgos y acentuar el contraste, David dibujó una nueva versión, esta vez en tres cuartos, para ver si funcionaba mejor que el plano frontal. El resultado no nos convenció a ninguno, pero al menos introdujo un nuevo elemento: la etiqueta en la oreja de la vaca que, a mi parecer, acabaría resultando fundamental en la imagen definitiva. Debo decir que desde el primer momento David estuvo convencido de que la ilustración tenía que ser frontal y que de esa manera iba a quedar mucho más llamativa que de perfil o en cualquier otra posición. Así pues, ni corto ni perezoso, tras el paso en falso del tres cuartos (provocado, todo sea dicho, por mi insistencia), me envió esta otra versión con dos opciones a elegir, corpórea e incorpórea:

Esta vaca ya era, a la vista está, mucho más molona que las anteriores. No sólo había ganado en expresividad, sino que detalles como los pelillos del bigote, las orejas y, sobre todo, la etiqueta, proporcionaban un detallismo asimétrico que le daba un aire mucho más realista sin por ello dejar de ser una interpretación artística bien personal; es decir, justo el tono que me parecía a mí que casaba con el texto de Klosterman. Sin embargo, los colores me descolocaban un poco, así que le pedí a David que volviera al esquema blanco/gris de las versiones anteriores.

Armado, pues, con la ilustración definitiva y tras haber realizado esta desconcertante prueba que podéis ver aquí arriba a la izquierda (no sé en qué estaría pensando) acabé encontrando al fin la disposición adecuada para la cubierta. Ya sólo quedaba ajustar el volado de la Chunk Five (la tipo elegida para el título, que tiene un kern un tanto puñetero) y buscar alguna manera de resaltar un poco el nombre del autor, que quedaba un tanto perdido entre el poderío de la vaca y la corpulencia del título. Dicho y hecho, aquí abajo podéis ver la cubierta definitiva. De la robovaca de la contraportada no he comentado nada porque David la clavó a la primera y todo fue tan sencillo como plantarla en la contra y aprovechar el espacio que quedaba para colar el texto promocional (una de las ventajas de no depender de un departamento de marketing que te dicta los contenidos es que puedes ajustar los textos a la imagen en vez de hacer lo contrario, que es lo más habitual). Desde aquí mi más sincero agradecimiento a David por su paciencia y su buena voluntad para ir probando una versión tras otra hasta llegar a la definitiva.

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· Sexo implícito: cómo se hizo la portada de El otro Hollywood

* No por ningún motivo en concreto, más allá de que siempre tengo en mente más ilustradores con los que me gustaría trabajar que proyectos en cartera.

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jueves 4 de marzo de 2010

El hombre de las portadas de acero

Bueno, pues siguiendo con la ya tradicional costumbre de destripar un poco el proceso de diseño de cada una de las portadas de los libros que vamos publicando (¡menos mal que tampoco son muchos!), hoy le llega el turno a la del primer número de la nueva colección Es Pop Narrativa: Acero, de Todd Grimson. Una portada a la que, por cierto, le tengo un especial cariño, no sólo por ser la primera que me animé a diseñar en solitario, sino porque además contribuyó a que mis socios en esta aventura, la buena gente de Valdemar, empezaran a ver la propuesta con otros ojos. Y es que, claro, una cosa es hablar en abstracto y otra muy distinta tener algo que marca la línea del producto ya en la mano. ¡A pesar de que el producto ni siquiera exista! (el primer boceto de los que veréis aquí se hizo antes incluso de haber comprado los derechos de Acero; y cuando digo «antes» me refiero como a un año antes). Pero volvamos al principio. Recordaréis que hará un par de meses os comentaba que mi amigo David Muñoz había dirigido un cortometraje titulado El último día (que podéis ver aquí). Aprovechando que la protagonista del corto, Ana Villa, salía en un par de escenas maquillada de vampira, y también su buena disposición, tiré de cámara y le saqué una buena tanda de fotos. Si tenéis curiosidad, podéis ver una selección de dichas instantáneas aquí, pero mi favorita, en cualquier caso, es esta:


Justo por aquel entonces acababa de leer Acero, un título que me habían pasado precisamente desde Valdemar para ver si se adecuaba a su colección de narrativa gótica. Y lo cierto es que no era el caso; Acero era demasiado contemporáneo, demasiado posmoderno y demasiado referencial como para justificar su inclusión junto a clásicos como Stoker y Lovecraft o incluso autores más recientes como William Hjortsberg y Shirley Jackson. Sin embargo, aquellas mismas características lo hacían perfecto para Es Pop. La idea de lanzar una colección de libros de narrativa contemporánea me llevaba rondando desde el primer día, aunque por el momento parecía quedar lejos de mi alcance. Pero de repente allí teníamos aquel título, perfecto para presentar una colección que yo no podía editar solo y, en mi opinión, equivocado para las líneas ya establecidas por Valdemar. La solución parecía evidente: editémoslo juntos. Para ilustrar el concepto de colección que tenía yo en la cabeza y aprovechando las fotos que había hecho durante el rodaje de El último día, preparé este apresurado boceto que podéis ver aquí abajo a la derecha:

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Es, efectivamente, la foto de arriba reencuadrada y mínimante retocada con Photoshop para hacerla un poco más fría y borrar el enchufe ese que se veía a la derecha. A la izquierda podéis ver la portada original norteamericana, que no me gusta nada pero sí ilustra un poco el concepto que quería reinterpretar: una cubierta sencilla, compuesta únicamente por la imagen, el título de la obra, el autor y una cita con atractivo comercial. Nada de logos ni de marcos, ni de sellos de colección. Mi idea era reproducir un poco ese aire a bestseller americano, para que a los libreros les entraran ganas de colocar nuestros libros entre las novedades de Planeta y… hala, a vender como locos. Por supuesto, como todos los mejores planes, este acabó yéndose rápidamente al traste por culpa de mis manías, una de las cuales es que no me suelen gustar demasiado las portadas realizadas a partir de fotos. No me malinterpretéis: hay algunas portadas fotográficas verdaderamente magníficas, pero sí creo que el uso de la fotografía está excesivamente extendido y que, encima, está copado por el trabajo de agencias como Corbis o Getty, con lo cual además corres el riesgo de que te pasen cosas como esta, esta o esta otra. El caso es que, no sólo por estética sino también, a qué negarlo, para que llamaran un poco más la atención, decidí que uno de los rasgos definitorios de la colección debería ser que todas las portadas fueran ilustradas.

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Mientras tanto, como podéis ver aquí arriba, seguí dándole vueltas y usos a esta otra foto de El último día. En este caso son pruebas para la carátula del DVD, pero las incluyo aquí para veáis el modo en el que intentaba potenciar ideas como la de que las letras «pincharan» el cuello de la protagonista (como en la primera) o la de que dieran un poco una impresión cortante (como en la segunda). Todo esto, evidentemente, como campo de pruebas para cuando llegara el momento de diseñar la portada definitiva de Acero, para la cual ya tenía en mente a un único ilustrador.

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Las dos imágenes que veis aquí arriba son de David Sánchez, ilustrador e historietista y diseñador de las publicaciones de la editorial Errata Naturae (no dejéis de echarle un vistazo a su espectacular El destripador). Para mí, David es uno de esos ilustradores que incluso cuando trabaja desde una referencia fotográfica es capaz de mantener un estilo reconocible y personal. Aparte de eso, me gustan mucho cómo trata el color y el grosor de su trazo. Por eso, una vez comprados los derechos de la novela y tras haber decidido que sí, que íbamos a utilizar mi boceto inicial como punto de partida, supe de inmediato a quién quería encargarle la ilustración. Afortunadamente, a David le interesó el trabajo y rápidamente me envió esta primera imagen que podéis ver abajo a la izquierda.

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Como veis, el (a mi juicio) mayor hallazgo de la portada ya está ahí presente: la mancha de rojo que divide la imagen en dos. Debo reconocer que me sigue gustando mucho el contraste únicamente entre blanco y rojo, pero me daba miedo que fuera excesivamente agresivo para el lector y además quería algún elemento azul que recordara pues, eso, la frialdad del acero y que me sirviera de nexo de unión con un detalle azul que tenía pensado para el lomo. De modo que le pedí a David que coloreara de azul la parte inferior del rostro de la chica y un par de detalles mínimos más (que el rojo no entrara dentro de la boca y cambiar la posición del reflejo en el ojo). Como veis, la portada quedó prácticamente terminada desde el primer dibujo.

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Aun así, yo soy un poco de natural paranoico, y cuando algo me gusta mucho desde el primer momento siempre lo toqueteo un poco, más que nada para ver si la opinión inicial se sostiene o si es únicamente fruto del entusiasmo. Por eso, probé otras combinaciones de colores sobre la misma ilustración para ver de qué manera cambiaba la primera impresión. Aquí arriba podéis ver las tres que hice antes de reafirmarme en que no, no hacía falta cambio alguno y que la combinación rojo-azul-blanco era perfecta y lo suficientemente llamativa como para gritar desde la sección de libros de misterio y terror, donde lo que predominan son los tonos negros. Así pues, una vez decidida la portada, sólo quedaba escoger los elementos gráficos que debían ir en la contraportada y en una de las solapas. Acero es una novela bastante coral, pero el eje que mueve todas las relaciones es el compuesto por Justine, una vampira francesa del siglo XV que vive en el Los Ángeles de mediados de los noventa; su compañero Keith, un antiguo guitarrista de un grupo postpunk que tuvo que abandonar la música después de que unos matones le rompieran los dedos; y David, un antiguo enamorado de Justine convertido al vampirismo por ella que ahora la busca para vengarse. Pensé que sería buena idea reflejar este triunvirato en el diseño de la portada, así que le pedí a David (Sánchez, no el vampiro) que me dibujara una mano con los dedos vendados para la contra (tal y como se describen los de Keith en el libro) y para la solapa un sable ensangrentado, ya que David (el vampiro, no Sánchez) utiliza repetidas veces uno en la novela.

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Aquí arriba tenéis la ilustración definitiva que me hizo David, con los tres elementos ya colocados en su sitio. De toda la cubierta, debo reconocer que casi lo que más me gusta es la mano de la contra. Por momentos me arrepiento de haberla utilizado aquí porque habría sido una portada súper impactante para alguna otra novela, pero eso supondría esperar a encontrar otra en la que el protagonista también llevara los dedos vendados, y no era plan. Aquí abajo os dejo, en fin, el resultado definitivo, ya con todos los textos colocados en su sitio (con el título bien cerca del cuello, como en la primera carátula de El último día), su ISBN, su foto del autor y, bueno, todos esos elementos que indefectiblemente afean la ilustración pero que se imponen como inevitables. ¡La semana que viene os espero aquí para hablar de la portada de A la cara!

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Más sobre Acero, de Todd Grimson
Características: 14 x 21,5 centímetros.
Rústica con solapas. 272 páginas.
ISBN: 978-84-937771-1-1
Precio: 17 €

Dossier en PDF (incluye 15 páginas de adelanto)
Alta resolución (5,1MB): http://www.espop.es/prensa/acero.zip
Baja resolución (616KB): http://www.espop.es/prensa/acero_low.pdf
Portada: http://www.espop.es/prensa/acero_portada.tif

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No se me ocurre nada más destinado a hacer infeliz a alguien que dejar de hacer
conscientemente lo que te apetece porque la gente quiere que hagas otra cosa.
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