Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

lunes 24 de octubre de 2016

No mires atrás


Tanto oír hablar de Dylan estos últimos días me ha recordado que tenía a medias esta entrada y que podría ser un buen momento para compartirla. Hace ya varios meses, Robert Polito, poeta, profesor de escritura en la New School de Nueva York y autor del magnífico Arte salvaje: una biografía de Jim Thompson, escribió para The Criterion Collection un pequeño ensayo sobre Don’t Look Back, el célebre documental sobre Bob Dylan dirigido por D. A. Pennebaker. Se trata de un texto muy interesante que podéis leer íntegramente en la web de Criterion (en inglés). Dejo aquí un par de párrafos traducidos a modo de aperitivo.

* * *

«Me costó mucho conseguir simplemente que la gente le echara un vistazo [a la película], de plantearse comprarla ya ni hablamos», me contó Pennebaker hace poco. «Hacer una película es como construir un coche en tu patio trasero. Lo armas, es hermoso y después… ¿qué haces con él? La idea de vender una película, una película no profesional que has hecho por tu cuenta y riesgo, es tirando a absurda. Pero en aquella época yo no lo entendía así. Era muy ingenuo. Había dos o tres distribuidores en Nueva York. Conseguí que vieran el primer rollo y cuando empezó el segundo se habían esfumado. Me di cuenta de que iba a costarme mucho conseguir que se proyectara, pero sabía que había un público para la película. Sabía que había gente que quería saber quién diablos era Dylan, igual que me lo había planteado yo».

Después, continuó Pennebaker, «un día un tipo me abordó y me dijo: «Tengo entendido que tienes una película que debería ver». Llegado aquel punto, estaba dispuesto a enseñársela a cualquiera. De modo que el tipo vino, la vio y cuando acabó, me dijo: «Es justo lo que estaba buscando; parece una película porno, pero no lo es». Era el dueño de una gran cadena de cines X con salas por todo el Oeste y creo que intentaba salirse del negocio, por su mujer o algo. Proyectó la película en el cine más grande que tenía, el Presidio en San Francisco. Puede que nunca hubiera conseguido llegar a distribuirla de no ser por aquel tío».

Mientras charlábamos sobre análogos de sus primeras películas, Pennebaker dijo haberse inspirado en los diálogos caóticos-y-contingentes y en el batiburrillo-de-voces propio de las novelas de William Gaddis, principalmente JR, para las texturas elusivas de Don’t Look Back. «La persona más cercana a lo que desde mi punto de vista estábamos haciendo era Bill Gaddis, que fue compañero mío de piso cuando me vine a vivir a Nueva York. La idea de no decir quién está hablando para que tengas que averiguarlo por tu cuenta es un poco como la de tener una película sin narración ni explicación. Todo está en lo que ves». (Lo fascinante es que en una nota para sí mismo escrita en 1956, Gaddis le otorgaba el crédito por JR a varias conversaciones con Pennebaker, entre otros).

Pero el propio Dylan, por supuesto, y las nuevas canciones que estaba componiendo en 1965 también tienen su paralelismo en la película de Pennebaker. La mezcla de crudeza y sofisticación formal, de innovación y tradición, de trabajo simultáneamente moldeado e improvisado, y la confianza en la inmediatez, el detalle y el momento para la revelación. La suspicacia de ambos hacia la definición y la interpretación. La diversión de Dylan ante los artículos neofabulistas que le dedica la prensa («»Dándole profundas caladas a su cigarrillo, fuma ochenta al día». Dios, cómo me alegro de no ser yo») y su feroz crítica a los medios ante el reportero de Time, Horace Freeland Judson, no pueden disociarse de la acometida llevada a cabo por Pennebaker contra los documentales convencionales que supone el núcleo de su cine.

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jueves 19 de junio de 2014

Arte salvaje: una biografía de Jim Thompson

Ayer se puso oficialmente a la venta en librerías y también en nuestra web Arte salvaje: una biografía de Jim Thompson, el libro de Robert Polito que me ha tenido ocupado durante estos últimos meses. Verlo por fin publicado y en la calle es un pequeño sueño hecho realidad, pues se trata de una obra que llevaba empeñado en traducir desde hacía mucho, mucho tiempo. Tanto que, de hecho, cuando empecé a darle vueltas a la idea ni siquiera sospechaba que algún día tendría una editorial propia desde la cual publicarlo. Lo cierto es que incluso teniéndolo ya entre las manos me sigue costando creer que Arte salvaje haya llegado finalmente a las librerías tal como me lo imaginé en su día: con su tapa dura, sus cubiertas de tela roja, su portada de Chip Kidd y unas dimensiones adecuadas para descalabrar a cualquiera lo suficientemente incauto como para dejarlo al alcance de individuos como Lou Ford o Clinton Brown. Mentiría si no dijese que es el libro del que, viendo el producto terminado, más satisfecho me siento desde que emprendí esta pequeña aventura editorial. A los lectores y amigos con los que llevo años hablando de este tema, sólo puedo decirles que deseo que la espera haya merecido la pena. Para todos los demás, dejo a continuación una serie de contenidos que he ido preparando en las últimas semanas para ir calentando el lanzamiento del libro.

Todas las portadas recogidas en el Tumblr han sido limpiadas en la medida de lo posible.

El Tumblr de Arte salvaje
No es ningún secreto para los lectores de este blog que en Cultura Impopular somos unos enamorados de la estética pulp y unos rendidos admiradores de los grandes ilustradores de la era dorada de la literatura de quiosco. Aunque la edición original de Arte salvaje contiene algunas reproducciones de portadas de novelas de Thompson, lo cierto es que en pequeño y en blanco y negro no lucen como merecen. La idea tras el tumblr de Arte salvaje fue crear una página en la que reunir las cubiertas de las primeras ediciones norteamericanas de todas las novelas de Thompson, para que los lectores del libro pudieran disfrutarlas en color, restauradas y a buena resolución. La cantidad de material «exhumado» durante el proceso de búsqueda de las imágenes me animó a expandir el concepto original para incluir también portadas de revistas, carteles de cine y otras curiosidades relacionadas con el autor de 1.280 almas. El blog lleva activo desde el pasado 15 de mayo y continuará actualizándose a razón de una imagen diaria, de más reciente a más antigua, hasta llegar a los años treinta y las primeras colaboraciones de Thompson con las revistas de crímenes reales en las que se curtió como profesional. Aunque no pretende ser 100% exhaustivo, sí espero que, una vez completado, el archivo visual de Arte salvaje quede como la mayor colección de cubiertas thompsonianas (cerca de un centenar) reunidas en una sola web para el disfrute de fans y curiosos. Puedes seguir el tumblr de Arte salvaje aquí.

Harry McClintock y su esposa Bessie, buenos amigos de Thompson.

La banda sonora
Aunque en un principio podría parecer que Arte salvaje no es un libro tan propicio para contar con una banda sonora como, por ejemplo, Señores del caos o Fargo Rock City, que prácticamente la estaban pidiendo a gritos, lo cierto es que Jim Thompson no sólo fue un gran aficionado a la música country y folk, sino que también mantuvo una amistad estrecha con varias figuras destacadas de ambos géneros, hasta tal punto que fue el mismísimo Woody Guthrie quien le consiguió el contrato para publicar su primera novela, Aquí y ahora. Aunque reconozco que he colado un par de «morcillas» de cosecha propia, la mayor parte de los 42 temas recopilados en esta lista de Spotify aparecen mencionados en el libro de Robert Polito o están interpretados por artistas citados en él. A continuación, unas cuantas pistas de por dónde van los tiros. La BSO se abre con «Marching Through Georgia», el tema con el que el padre de Thompson acompañaba sus mítines cuando se presentó a candidato al Congreso por el estado de Oklahoma, y sigue con «Turkey in the Straw», un clásico popular que el propio Thompson intentaba interpretar sin éxito al violín. «Jake Walk Blues» es un tema de los Allen Brothers que alude a una dolencia sufrida por Thompson, descrita en detalle en el libro y relacionada con la ingesta de un alcohol de pésima calidad, similar al célebre whisky casero conocido como white lighting (lo que me dio la excusa para incluir la versión de Ralph Stanley de «White Light/White Heat»). A continuación siguen una mezcla de canciones proletarias e himnos wobblies (nombre con el que se conocía a los afiliados al sindicato Industrial Workers of the World, del que Thompson era miembro), entre ellos dos temas compuestos por su gran amigo y mentor Harry Kirby McClintock. Al margen del ya mencionado Woody Guthrie, en la BSO también intervienen otros amigos personales de Thompson, como la cantautora Sis Cunningham y el grupo The Almanac Singers, encabezado por Pete Seeger.

Carl Sandburg era al parecer una presencia habitual en el tocadiscos del escritor, para exasperación de su esposa Alberta, que consideraba canciones como «The Foggy Dew» y «Sam Hall» obscenas e inmorales. El empeño de Thompson por redactar una historia oral de los movimientos mineros y sindicales aparece reflejado mediante la inclusión de varias canciones relacionadas con ambas cuestiones, como el clásico «Down on a Coal Mine» o la maravillosa «UAW-CIO» de The Union Boys. Intérpretes como Hank Williams, Webb Pierce y The Louvin Brothers aparecen citados en Arte salvaje como algunos de los predilectos por Thompson, aunque la elección de los temas incluidos ha sido únicamente de mi cosecha (en cualquier caso, resulta curioso ver lo apropiadas que resultan canciones como «My Rough and Rowdy Ways» o «I’ll Never Get Out of This World Alive» en el contexto de su obra). La inclusión de temas más eléctricos, como el de The Byrds o los de Billy Bragg, no tienen más justificación que la temática (tanto Joe Hill como Pretty Boyd Floyd aparecen mencionados en el texto repetidas veces). «Bodies» de los Sex Pistols aparece citado expresamente por Robert Polito en su prólogo como equivalente sonoro de la prosa de Thompson («un nihilismo baldío y avasallador, tan inmisericorde como el rock más lacerante»), un símil a mi juicio muy acertado y a la vez un tema muy apropiado para las desoladoras últimas páginas de su biografía. El punto irónico y final lo pone otra canción citada varias veces en Arte salvaje, la socarrona «Pie in the Sky». Espero que os guste la selección.
Puedes escuchar la banda sonora completa aquí.

La portada
Aunque en este caso no habrá «como se hizo» de la portada, ya que desde el primer momento tuve bien claro que quería utilizar la magnífica sobrecubierta diseñada por Chip Kidd para la edición original de Arte salvaje, no quiero dejar de comentar como ejemplo ilustrativo el modo en el que a veces las cosas que en un principio asumes que van a ser las más sencillas acaban complicándose de manera insospechada. En el caso que nos ocupa, ya digo que nunca hubo duda alguna acerca de cuál debía de ser la cubierta del libro, por lo que no anticipaba ningún quebradero de cabeza. El problema, sin embargo, vino cuando, tras contactar con Chip Kidd para solicitarle los materiales necesarios, éste me comentó que los archivos digitales de la cubierta (creada en 1995 a saber en qué versión de qué programa hoy en día completamente obsoleto) se habían perdido irremediablemente, lo cual me dejaba únicamente dos soluciones: la chapuza (escanear y manipular la portada original) o la trabajosa (recrearla de cero). Afortunadamente, con la ayuda de mi amigo José María Méndez, que se dedicó a peinar las librerías de segunda mano y a pelearse con varios libreros de viejo, conseguí localizar y comprar a un precio no demasiado prohibitivo las primeras ediciones de The Kill-Off (1957) y The Nothing Man (1954), cuyas portadas sirvieron de base para el diseño original de Kidd. Una vez conseguidas, «sólo» hubo que escanearlas, limpiarlas, buscar tipografías similares a las de la sobrecubierta norteamericana y montarlo todo (lomo incluido) de manera que pareciese que se trataba exactamente de la misma portada. A pesar de los esfuerzos, hay varios detalles reveladores que traicionan el uso de materiales de partida distintos, entre ellos las roturas que pueden verse en la parte inferior de la portada, las cuales no coinciden para nada entre la edición americana y la española; esto es debido a que no se trata de una rotura falsa simulada con Photoshop, sino a las grietas reales que atraviesan la cubierta de los libros utilizados. En resumen: lo que se anticipaba como un trabajo rápido acabó llevando al final casi más tiempo que haber creado una portada nueva. Para que se fíe uno.

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