Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

martes 19 de enero de 2016

Los impunes de Richard Price

Sensación de vértigo: entre medias, más de veinte años.

Ya sabéis que no suelo hablar mucho por aquí de los trabajos que hago para otras editoriales, pero de vez en cuando no puedo evitar hacer excepciones y ésta es una de ellas. La semana pasada llegó a las librerías la nueva novela de Richard Price, Los impunes, que he traducido para Literatura Random House y que a nivel personal ha supuesto uno de esos encargos llovidos del cielo; un caramelito imposible de rechazar como también lo fue en su día, por poner un ejemplo similar, el Danza macabra de Stephen King. Y es que todos tenemos autores o libros que marcan un antes y un después en nuestra trayectoria como lectores e incluso, en ocasiones, transforman radicalmente el modo en el que uno aborda ciertas cuestiones, ciertos géneros, la literatura en general; para mí, uno de esos autores fue Price y uno de esos hitos en el camino fue Clockers (publicada en español por Ediciones B en 1993, en su añorada colección Tiempos modernos), así que ya os podréis imaginar el subidón que me dio cuando me propusieron traducir su nueva novela. Ni siquiera puedo decir que haya sido un sueño hecho realidad, porque jamás se me había pasado por la cabeza que existiera la más mínima posibilidad de llegar a hacerlo algún día. Price es célebre por su parsimonia (sólo nueve libros en toda su carrera) y, de hecho, Los impunes nació como un intento por acelerar ligeramente su ritmo de producción, inventándose para ello un seudónimo, Harry Brandt, con el que iba a empezar a publicar obras supuestamente de género. No hacía falta que se hubiera molestado; al final, el resultado es puro Price, tan complejo y panorámico como en sus mejores trabajos.

Hace casi un año, con motivo del lanzamiento de la novela en Estados Unidos, Price mantuvo una charla con David Simon (periodista, autor de ensayos como Homicidio y creador de The Wire, serie en la que Price también intervino como guionista) en el centro cultural 92Y de Nueva York, que tuvo a bien grabar el acontecimiento. Además del vídeo, que encontraréis bajo estas líneas, incluyo a continuación la traducción de unos cuantos fragmentos escogidos.

Richard Price: Cuando empecé este libro, Los impunes, mi intención era escribir una novela estrictamente de género, un thriller urbano. Pero el problema de los thrillers es que son excitantes. Es como el problema de las novelas de horror: que dan mucho miedo. Simplemente pensé que iba a suponer un cambio de registro tan grande que decidí buscarme un seudónimo para este otro tipo de escritura en el que supuestamente me iba a embarcar, de modo que me inventé a Harry Brandt, en homenaje a mi primer agente, Carl Brandt, que falleció el año pasado, pero todo el plan se acabó yendo al garete. Recurro a esta frase continuamente, así que ¿por qué no utilizarla de nuevo?: sé vestirme con menos ropa, pero no sé escribir con menos palabras. Después de 41 años trabajando en esto, sólo sé escribir de una manera. De modo que el libro empezó a crecer, los personajes fueron ganando en complejidad y de repente me encontré escribiendo sobre relaciones familiares de una manera que nunca antes había abordado.
Después de tanto trajín, resultó que había acabado escribiendo otra novela de Richard Price en la cual había invertido cuatro años, lo mismo que para mis otros ladrillos. Llegado este punto, me arrepiento de haber usado un seudónimo. Fue una estupidez pensar que podría convertirme en otra persona.

David Simon: A modo de preámbulo debo decir que Richard y yo compartimos al mismo editor, John Sterling, que está aquí esta noche. Mientras yo escribía Homicidio, Richard estaba escribiendo Clockers. […] En aquel momento yo era periodista de sucesos en Baltimore y John me pasó el manuscrito de Clockers. Ni siquiera las galeradas, el manuscrito. Recuerdo haberlo leído de cabo a rabo y pensar: «Dios mío, lo ha clavado todo». Describía perfectamente el funcionamiento de los barrios marginales, las esquinas. […] Cuando leí The Wanderers, en ningún momento me planteé que partiera de un trabajo de documentación previa. Me parecía que habías creado la novela de la manera en la que yo imaginaba que se crea la literatura. Pero cuando leí Clockers, supe que conocías a sus protagonistas. Los habías transformado en literatura, pero supe que los conocías, y creo que hasta aquel momento nunca me había parado a pensar en serio que los novelistas pudieran adorar el trabajo de investigación. Y es evidente que a ti te encanta.

Richard Price: He escrito ocho novelas antes que Los impunes, y las primeras cuatro fue siendo joven, cuando creía sinceramente en ese viejo consejo: escribe sobre lo que sabes. Pero lo único sobre lo que sabía algo era sobre mí mismo, porque todavía era un veinteañero. Así pues, ¿qué coño iba a saber? Después de la cuarta novela, que me resultó extenuante, una experiencia desalentadora, agoté la veta del yo y no supe qué hacer; acabé escribiendo de más, porque me preocupaba más seguir publicando que tener algo que contar, y el libro sufrió por ello, porque carecía de núcleo.
Durante ocho años dejé de escribir novelas para dedicarme a escribir guiones de cine. El primero de mis guiones que llegó a rodarse, El color del dinero, era una road movie sobre unos buscavidas del billar, pero yo apenas sabía jugar. Además el billar no es un deporte muy neoyorquino, […] pero Scorsese me dijo: «Si vas a escribir esta película, debes aprender». Estuve en Alabama, Virginia y Kentucky, tratando con profesionales del billar, y de repente fui consciente de que podía aprender cosas. Que ignores algo no significa que no puedas aprenderlo. Descubrí las posibilidades del aprendizaje y me di cuenta de que si tienes suficiente imaginación, buen ojo para los detalles, oído para captar el habla de la gente y buena disposición para aprender los rudimentos de ese mundillo sobre el que todo lo ignoras, puedes acabar convirtiendo todo eso en arte. Y así escribí El color del dinero y después Melodía de seducción, que incluía escenas de trabajo policial. Yo ni siquiera conocía a un solo policía; ni de niño, jamás había conocido a ninguno. Pero me pusieron en contacto con uno de Jersey City y de repente me vi en el asiento trasero del coche patrulla acompañándole en salidas, me vi visitando escenas del crimen. Y, una vez más, me descubrí aprendiendo. Y el aprendizaje me resultó tan embriagador que simplemente noté que mi vida creativa se ensanchaba.
De modo que después de ocho años documentándome para escribir guiones, al fin se me ocurrió una historia, relacionada con mi experiencia como cocainómano durante un par de años a primeros de los ochenta, que abarcaba todas las cosas que había visto yo pero desde una perspectiva policial, y que hablaba sobre edificios de protección oficial idénticos al edificio en el que me había criado yo —incluso construidos el mismo año— y sobre cómo habían acabado convertidos en cárceles al aire libre. Me presenté voluntario para dar clases gratuitas en Daytop Village, que era un centro de rehabilitación principalmente para adolescentes del sector del Bronx en el que nací yo. De repente, después de haberme estado empapando con todas aquellas experiencias, me di cuenta de que quería escribir algo que no deseaba dejar en manos del departamento de marketing de un estudio. No quería que nadie le metiera mano hasta dejarlo irreconocible.
Al final sentí, gracias a la seguridad en mí mismo que había obtenido escribiendo guiones, que estaba preparado para volver a la novela, pero tenía tal apetito por abordar lo desconocido, estaba tan ansioso por prescindir de mi experiencia, que me eliminé por completo de la ecuación. Mi objetivo era crear un reportaje en forma de novela. Pero para eso no basta con acumular una pila de cuadernos de notas llenos de anécdotas e informes policiales; eso no dejan de ser datos. El desafío es tomar todo ese material y forjar una alegoría bien proporcionada de lo que has visto. Y el resultado fue Clockers, y después volví a hacer lo mismo con Freedomland. La diferencia en Los impunes ha sido que tenía tal acumulación de recuerdos de cuando salía a las calles, de mis charlas con los policías, los detenidos, los profesionales que se relacionan con ambos, como abogados, profesores, trabajadores sociales… Tenía tantos recuerdos e incidentes en la cabeza, que pensé: «Voy a escribirlo del tirón, esta vez no voy a salir al ruedo».
Por supuesto, salgo a pasear por Harlem, donde resido, así que de repente empecé a recibir estímulos nuevos. Pero a pesar de tenerle tomado el pulso a todas estas cosas, me sigue pareciendo todo tan matizable que aun así tardé cuatro años. Lo que me tomó por sorpresa no fue el procedimiento policial y lo bien que se me da. Ni los ambientes callejeros y lo bien que se me dan. De repente, me encontré escribiendo sobre vida familiar, que era algo sobre lo que nunca había sido capaz de escribir con anterioridad. Y eso fue producto de estos últimos seis años de mi vida, cuando he tenido suficiente paz en mis relaciones, en mi hogar, como para sentir que ahora puedo escribir al respecto. Tengo la confianza necesaria y suficiente material como para aportar algo. Simplemente era un territorio nuevo para mí, por lo que el libro fue abandonando cada vez más el género para convertirse más y más en… En fin, no será Los hermanos Karamazov, pero a lo mejor puede ser Los primos Karamazov.

Foto: Damon Winter/The New York Times

David Simon: Ahora no me queda más remedio que preguntarte ¿qué te hace más gracia? ¿Cuando alguien te felicita por lo genuina que le ha parecido una escena de alguna de tus novelas y sabes que es porque la presenciaste en el momento en que ocurrió, de acompañante en el coche patrulla o en la sala de interrogatorios, y piensas: «qué gran trabajo de investigación», como podría pensar un reportero? ¿O cuando alguien está convencido de que algo de lo que has escrito sucedió tal cual en la vida real pero sabes que en realidad no es así?

Richard Price: El hecho ineludible es que se trata de una novela. No es un documental. Al margen de lo mucho que me pueda haber impresionado lo que sea que haya visto, todavía tengo que convertirlo en literatura. Sólo porque hayas presenciado algo no se convierte automáticamente en arte. Tienes que hacer algo con ello y además ha de encajar armónicamente con todo el otro millón de cosas que has visto. Volvemos al gigantesco montón de libretas del principio. ¿Qué es lo que vas a hacer con todas esas notas?

David Simon: ¿Qué es lo que te lleva a poner punto final al proceso de documentación, la obligación de las fechas de entrega? ¿O realmente hay un momento en el que piensas «ya me he documentado mucho más allá de lo que necesitaba»?

Richard Price: Nicholas Pileggi, cuando estaba escribiendo Casino, su libro de no ficción sobre Las Vegas, dijo que cuando alcanzó un punto en el que le estaba haciendo una pregunta a un mafioso o a un crupier y sabía lo que le iban a responder antes de que abrieran la boca, supo que había llegado el momento de parar.
Para mí es un proceso que resulta sumamente adictivo. Un actor tiene la posibilidad de probar muchas vidas, muchos papeles distintos. Eres Shylock, eres un padrino de la mafia, eres un mono, eres cualquier cosa que desees ser, dependiendo del papel; yo simplemente quiero, sin abandonar mi vida, experimentar tantas otras como me sea posible. Odio tener que poner punto final al trabajo de campo, pero no queda otra. Cuando estaba escribiendo Clockers, me pase dos años y medio después de haber firmado el contrato contándole a John Sterling en las reuniones lo alucinado que estaba por todas las historias increíbles que estaba descubriendo. Finalmente quedamos un día para comer y fue como una intervención. Yo seguía contándole una anécdota tras otra, «porque fíjate, tal y cual»,  y al final se plantó y me dijo: «Mira, sólo tengo una pregunta para ti: ¿cuál es la primera frase del libro?». Y yo: «No, no, no… Todavía no sé lo suficiente sobre cómo funciona el Turno de oficio; no sé lo suficiente sobre el sistema escolar público o la importancia de la iglesia negra en ciertas comunidades». Y él: «¿Cuál es la primera frase del libro?». Fue como un jarro de agua fría.

David Simon: ¿Cuánto tiempo pasaste con los inspectores de la guardia nocturna mientras te documentabas para Los impunes? ¿Y por qué crees que el DPNY sigue permitiéndote semejante acceso?

Richard Price: Porque los tengo engañados. Verás, lo cierto es que, a pesar de todo lo que se habla sobre la documentación de mis novelas, cuando luego me pongo a mirar el calendario y sumo el total de días que de verdad he salido con tal o cual unidad, o los días que he pasado con esas personas de los bloques marginales, siempre me sale una cifra sorprendentemente baja. Creo que salí con la guardia nocturna tres noches y obtuve permiso para ello porque el tipo que estaba de sargento en la unidad aquella noche en particular era amigo mío y me dijo: «Ven a echar un vistazo». No fui a través de los canales oficiales, aunque sí me aseguré de salir en las tres noches de mayor actividad para la guardia nocturna: San Patricio, Halloween y Nochevieja. Me siento como si hubiera atravesado los pantanos con ellos con mi lupa de antropólogo, como si hubiéramos estado juntos una barbaridad de horas, pero en realidad nunca ha sido tanto. Ni siquiera suelo repetir varios días seguidos, siempre lo hago de manera esporádica.

David Simon: ¿Cómo consigues que el DPNY te lo permita?

Richard Price: No es que me lo permitan, sino que aprendí a saltarme los canales oficiales. Lo que necesitas es un buen celestino. Mi primer celestino fue un policía de Jersey City que estaba metido en el mundillo del boxeo, al que conocí mientras estaba escribiendo el guión de La noche y la ciudad, que al final acabó rodándose diez años más tarde. Se había sacado el carnet del Sindicato de Actores e iba a servirme de asesor a cambio de que le hicieran una prueba de pantalla para la película. La cosa no llegó a salir adelante, pero era el único policía al que conocía cuando empecé a escribir Melodía de seducción. Fue mi puerta de entrada. Básicamente, se te van pasando unos a otros. Hablas con un tipo y nunca es porque te hayan autorizado, sino porque alguien conoce a alguien que conoce a alguien que dice que eres legal. Hablas con uno, le dices lo que quieres averiguar y te dirá: «Bueno, puedes venir a dar una vuelta nosotros, pero si de verdad quieres empaparte del tema…».
Lo primero de todo, tienen que percibir que vas a ser un buen acompañante. Saben que eres escritor y yo a menudo olvido el hecho de que saben perfectamente que soy escritor. No son ingenuos. De modo que, aunque no esté tomando notas copiosamente en mi libreta y jure y perjure que no soy periodista ni reportero, están hablando con un escritor. No van a hablar conmigo tal como van a hablar con sus compañeros dentro de dos horas cuando yo me haya vuelto a casa. Pero si les resulto una compañía agradable y disfrutan conversando, acabarán diciendo: «Bueno, ¿sabes eso sobre lo que me has preguntado? Realmente deberías hablar con Bobby de la unidad CSI, si quieres le llamo». Suena el teléfono y es Bobby, y ahora me toca salir con él. Veo cosas, veo cosas, y a la que voy viendo cosas se me ocurren nuevas preguntas que jamás se me habrían ocurrido porque ni siquiera sabía que tal cosa existía hasta que la he visto, pero siempre hay una progresión: ahora que sé que existe, quiero saber más al respecto. Y Bobby dirá: «¿Sabes quién podría informarte bien? Gene, del departamento de falsificaciones artísticas o Fulanito del cuerpo de buceadores». Básicamente vas pasando de mano en mano como una cachimba y el único requerimiento es que les resultes una compañía agradable e interesante.
Tan pronto como empecé a tener películas a mi nombre, cuando empezó a correr la voz de que había hecho una película con Robert De Niro, había hecho una película con Al Pacino, todo pasó a ser mucho más sencillo. Les acompaño y toda la noche estoy pensando: «Dios mío, vas por ahí todo el rato con un arma mortal pegada a la cadera. ¿Cómo te las apañas?». Y ellos me miran y dicen: «Quiero preguntarte una cosa y quiero que seas sincero. ¿Cómo le llamas: Bob, Bobby, Robert o señor De Niro?». «Vaya, me alegra que me hagas esa pregunta. Por cierto, esa pistola que llevas ahí…». Así que acaba siendo una relación de curiosidad mutua.

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jueves 31 de diciembre de 2015

Portadas para el vampiro

Seguro que esto ya lo debo de haber comentado alguna que otra vez, pero nunca está de más repetirlo: a la hora de crear una portada, ir a dar con el ilustrador indicado equivale a tener como poco el 50 % del trabajo hecho. Al margen de que exista un concepto inicial más o menos claro —o de que admita más o menos variaciones—, cuando el ilustrador tiene un tono y una sensibilidad verdaderamente afines al contenido del libro lo normal es que el resultado final acabe siendo el apropiado, sin importar lo mucho que pueda haberse alejado de la idea original que tuvieras en la cabeza (las cubiertas de Lemmy: la autobiografía y Señores del caos son dos buenos ejemplos de ello). Por eso, cuando firmamos el contrato para publicar en castellano Hollywood gótico: la enmarañada historia de Drácula, de David J. Skal, pensé de inmediato en Javi Godoy como ilustrador de la portada. Basta echar un vistazo al blog de Javi para apreciar, aparte de su destreza con el pincel, un evidente cariño por las películas clásicas de monstruos en general y por figuras como Lugosi y Karloff en particular. Afortunadamente, también es fan de Monster Show, otro libro de Skal que traduje hace unos años para Valdemar, y aceptó la oferta a la primera.

Aunque el ensayo de Skal trata la figura de Drácula en general, es indudable que la parte del león se la lleva la adaptación dirigida por Tod Browning para Universal en 1931, por lo que estaba claro que uno de los elementos centrales de la imagen debía de ser Bela Lugosi. Por otra parte, también tuve bastante claro desde el principio que quería encerrar el título del libro en una silueta de murciélago. Así pues, preparé para Javi el montaje que podéis ver sobre estas líneas para que tuviera una idea del espacio que iba a ocupar la rotulación, acompañado del siguiente comentario: «La cosa sería tener ahí a Lugosi en primer plano y un típico cementerio de la Universal en segundo. Había pensado que en algunas de las lápidas, quizá en dos o tres de ellas, podrían incluso ir en pequeñito retratos de Christopher Lee y Jack Palance en sus respectivos Dráculas, en marcos circulares, como las típicas fotos que se ponen en las tumbas».

Lo primero que me propuso Javi fue utilizar de fondo un castillo que funcionaba de maravilla (es lo que más lamento haber perdido de estos primeros bocetos) y una colocación alternativa para las figuras de Lee y Palance. Asimismo me envió varias propuestas de coloreado que son las que podéis ver sobre estas líneas. Desde el principio tuvimos claro que íbamos a utilizar una paleta limitada, inspirada en la de los carteles de cine de los años treinta. Me sigue gustando mucho el tono azul de los dos primeros bocetos (un homenaje al Drácula ilustrado por Harry Borgman, que a los dos nos encanta), pero sugerí probar también con el verde, como en el póster realizado en 1938  para el primer reestreno de la película de Tod Browning (que podéis ver también en el vínculo anterior). Por otra parte, aunque tener tres versiones distintas del conde en la cubierta ayudaba a dejar clara la idea de que el libro trata sobre Drácula en general y no sólo sobre el de Lugosi, me parecía que la composición no terminaba de funcionar. Demasiados señores con capa. Así pues, le propuse a Javi incluir en la imagen a Gloria Holden, la actriz que interpretó a La hija de Drácula en la película homónima.

A partir de este momento, para ahorrar tiempo, empezamos a trabajar directamente con fotos que nos permitieran hacernos una idea de qué tipo de composición funcionaba mejor. Ésta que me envió Javi ya me iba gustando más, pero no acababa de ver pertinente la inclusión de Luna, el personaje de Carroll Borland en La marca del vampiro, ya que me parecía que se alejaba demasiado del mensaje esencial de la imagen, que debería ser «los múltiples rostros de Drácula». Tras un animado intercambio de correos en el que nos fuimos proponiendo diversos personajes y debatiendo sus méritos para hacerse con un hueco en nuestra portada, nos dimos cuenta de que teníamos tantos dignos de ser ilustrados que limitarnos a tres iba a resultar muy complicado, por lo que quizá convendría buscar otra composición que nos permitiese incluir más, pero a ser posible sin recargar la imagen. De entre tres o cuatro propuestas que le hice a Javi, la que más le gustó fue la de «recrear el célebre cartel de Lugosi detrás de la telaraña (el que es completamente rojo), cambiando las caras de los actores de la peli por las caras de personajes citados en el libro».

Dicho y hecho, Javi empezó a trabajar en esta nueva idea, de la cual podéis ver aquí un par de versiones. El objetivo, como ya he comentado antes, era reflejar la multitud de variantes inspiradas por el personaje original, de ahí que decidiéramos incluir interpretaciones tan alejadas entre sí como Nosferatu y Blacula y que optásemos por el Christopher Lee de la película de Jesús Franco antes que por el más clásico de la Hammer. El abuelo Munster, que era otro de nuestros candidatos, se acabó quedando fuera por la misma razón: no dejaba de ser otro señor con capa, mientras que Gloria Holden aportaba mayor variedad visual. Una vez decidido el sexteto definitivo y sus respectivas ubicaciones, Javi se puso manos a la obra. En las siguientes imágenes podéis ver diversas etapas del proceso.

Los elegantes y detallados lápices de Javi Godoy.

Dos momentos del proceso de entintado. Fotos: Javi Godoy.

Versión final de la ilustración.

Una vez terminada la ilustración, Javi me pasó en una capa aparte la imagen de la telaraña para que pudiéramos probar distintas colocaciones (finalmente, optamos por situarla detrás de Lugosi por motivos evidentes). También me pasó dos opciones de color: una en verde, que a ambos nos parecía más elegante y contrastada, y otra en rojo, indudablemente más llamativa a primera vista y más cercana al cartel original que estábamos homenajeando, pero que se «comía» o «emplastaba» un poco el dibujo. En cualquier caso, las dos nos gustaban y sabíamos que iba a ser el típico caso en el que, nos decidiéramos por la que nos decidiéramos, luego íbamos a echar de menos no haber visto realizada la alternativa. Así pues, optamos por imprimir las dos y que fuese el comprador quien en última instancia escogiese su favorita. Y eso hicimos. El resultado final (o resultados) lo tenéis a continuación:

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martes 29 de diciembre de 2015

Gracias, Lem

«Stay on the right track; you can’t live a lie».
D.E.P. Ian «Lemmy» Kilmister. 24/12/1945 – 28/12/2015.

Llevamos todo el día entre atónitos y entristecidos, sin saber muy bien qué decir. Quizás lo mejor sea un simple «Gracias, Lemmy». Gracias por cuarenta años (y pico) de música. Gracias por haber hecho del mundo un lugar más divertido y ruidoso. Gracias por haber demostrado con el ejemplo que se puede llegar hasta el final siendo fiel a uno mismo, sin vivir en la mentira. Y a título puramente personal, gracias por haber llegado a Es Pop justo en el momento en el que más necesitábamos la inyección de energía y entusiasmo que nos aportó tu autobiografía. Si seguimos adelante, es en parte gracias a ti. Así pues, simplemente: gracias, Lem.

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miércoles 18 de noviembre de 2015

Todo el mundo adora nuestra ciudad

Todo el mundo adora nuestra ciudad recibido con entusiasmo
en nuestra oficina por otro hijo ilustre de Seattle.

¡Llegó el día! Ya está aquí el nuevo título de la colección Es Pop Ensayo, otro de esos «ladrillos» de casi 600 páginas con los que nos gusta poner a prueba vuestras estanterías. Se trata de Todo el mundo adora nuestra ciudad: una historia oral del grunge, del periodista estadounidense Mark Yarm. Como de costumbre, un poco más abajo encontraréis toda la información relevante al respecto del lanzamiento. El libro podéis adquirirlo ya a través de nuestra página web o en vuestra librería favorita. Pero antes, un par de breves comentarios.

· Aunque la versión original de Todo el mundo adora nuestra ciudad se publicó en 2011, Mark mantiene en activo desde entonces un excelente Tumblr en el que va colgando con gran regularidad noticias e imágenes curiosas relacionadas con el grunge y los artistas entrevistados en su libro. Merece mucho la pena y podéis seguirlo aquí.

· Además de eso, Mark ha tenido la amabilidad de crear para nosotros otro complemento perfecto a la lectura del libro: una lista de Spotify a modo de banda sonora original. Nada mejor para ir entrando en ambiente que disfrutar de los 38 temas que la componen. Podéis escucharla aquí.

· La revista MondoSonoro publicó hace unas semanas en su página web un avance del libro centrado en la primera y descacharrante gira de Green River (grupo seminal del que posteriormente surgirían tanto Mudhoney como Pearl Jam). Se trata de un avance exclusivo que no coincide con las primeras páginas del libro que ya colgamos nosotros en su día, por lo que entre uno y otro adelanto tenéis un buen rato de lectura.

· Aunque, como bien saben los seguidores habituales de este blog, generalmente prefiero trabajar con ilustradores a la hora de crear las portadas de nuestros libros, me parecía que en este caso el material pedía otro tipo de tratamiento gráfico. La escena musical de Seattle retratada en Todo el mundo adora nuestra ciudad nos devuelve a una época en la que los fanzines, las octavillas y las fotocopias requemadas, además de ser el principal medio de comunicación dentro de la comunidad del rock alternativo, acabaron por crear toda una estética propia. Mi idea original era integrar en una única imagen referencias como las fabulosas cubiertas de la revista punk Slash, flyers originales del período como los mostrados sobre estas líneas, el trabajo de ilustradores del momento como Jim Blanchard y ese toque manual y casero que tan bien describe en el libro Bruce Pavitt cuando rememora la confección del número uno de su fanzine Subterranean Pop (germen del sello discográfico Sub Pop): «Tenía un presupuesto total de 20 dólares, un cúter, una barra de pegamento y una caja de ceras. Invité a unos amigos a casa y entre todos coloreamos manualmente muchas de las páginas». Aunque en este caso ni Alba Diethelm ni yo hemos tirado de tijeras y Cariocas para confeccionar la portada (aunque habría sido lo suyo), espero que el resultado os traiga igualmente a la memoria aquellos gloriosos tiempos del «hazlo tú mismo» manual y pretecnológico.

Todo el mundo adora nuestra ciudad
Mark Yarm
ISBN: 978-84-944587-0-5
Cartoné. 592 págs.
PVP: 26 €
Dossier de prensa + entrevista con el autor
Portada en alta

Todo el mundo adora nuestra ciudad captura los antecedentes, auge y apogeo de la era grunge en las palabras de los músicos, productores, representantes, empresarios, directores de vídeo, fotógrafos, periodistas, publicistas, propietarios de salas, roadies, entusiastas y acólitos que de verdad la vivieron. El libro cuenta toda la historia: desde la fundación de los grupos que fundaron el sonido característico de Seattle a mediados de los 80 hasta el éxito mundial de los cuatro grandes referentes del grunge a primeros de los 90 (Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden y Alice in Chains); desde los orígenes de la insolvente pero entusiasta discográfica independiente Sub Pop hasta el frenesí con el que las grandes multinacionales cayeron sobre el Noroeste de Estados Unidos dispuestas a exprimir la gallina de los huevos de oro; desde el sencillo placer de meter caña en fiestas privadas en sótanos y en diminutas salas de conciertos hasta las trágicas y solitarias muertes de Kurt Cobain y Layne Staley una vez convertidos en superestrellas.
Compuesto a partir de más de 250 nuevas entrevistas con miembros de Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Mudhoney, Screaming Trees, Alice in Chains, The Melvins, Hole, Green River, Mother Love Bone, 7 Year Bitch, Temple of the Dog, Babes in Toyland, Mad Season, TAD, The U-Men, Skin Yard, L7, Supersuckers, The Gits y muchos más, Todo el mundo adora nuestra ciudad es un retrato conmovedor, divertido y revelador de una era musical extraordinaria.

«Las buenas historias orales escasean. Ensamblar una narración a partir de todos esos recuerdos caóticos y a menudo contradictorios usando sólo testimonios y prescindiendo por completo de indicaciones en prosa es difícil. Conseguir que el resultado sea además íntimo y épico a la vez es casi imposible. Cuando un escritor lo logra, como lo ha hecho Mark Yarm, el resultado es un verdadero regalo. Una de las mejores lecturas sobre rock que hemos tenido en mucho tiempo».
—Mark Spitz (autor de Tenemos la bomba de neutrones)

«Incluso si el término grunge te horroriza tanto como a mí y a la mayoría de los músicos citados en este libro, te encantarán sus más de 500 páginas de buena literatura roquera».
Paste Magazine

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lunes 14 de septiembre de 2015

Un reguero de migas

Ian MacKaye. Foto: Dakota Fine

El mes pasado la revista Huck Magazine publicó una interesantísima entrevista de Andrea Kurland con todo un referente de la cultura punk estadounidense: Ian MacKaye, miembro fundador de Minor Threat y Fugazi y propietario de la discográfica Dischord Records. En la entrevista se tocan muchos palos más allá de lo meramente musical y recomiendo mucho su lectura. Para ir abriendo boca, he traducido aquí tres preguntas que me han resultado particularmente interesantes porque me parecen perfectamente aplicables al mundo de la edición. Pincha aquí para leer la entrevista al completo.

El capitalismo parece estar fundado en la idea de que tienes que crecer continuamente para poder seguir adelante. ¿Alguna vez has sentido esa presión?

Rechazo ese concepto por completo. Dischord Records empezó siendo un grupo de críos que editaban discos que no le interesaban a nadie, salvo a esos mismos críos y a sus amigos. Pero para mí fue una época muy válida. Cuando eres tú mismo quien le está poniendo el pegamento a las carpetas de los álbumes, eso es la verdadera industria del disco. Todo el dinero generado se reinvertía en el sello, pero a mí nunca se me ocurrió pensar que no estaba triunfando. Tenía algo que sabía que quería hacer a diario, ¿qué más puedes pedirle a la vida? Diez años más tarde pasamos a vender cientos de miles de discos, lo cual presentó nuevos desafíos, pero en ningún momento sentí: «¡Oh, ahora tenemos éxito!». Lo que pensaba era: «Esto es lo que toca hoy». Actualmente el sello es más pequeño, pero yo no lo considero menos significativo. La parte más complicada es la de la percepción que tiene el observador de la situación. La relevancia o la falta de ella no son cuestiones que preocupen a los participantes. La gente que de verdad se vuelca en lo que hace no lo hace por la relevancia, sin embargo son juzgados por una sociedad que se centra en conceptos abstractos y absurdos de lo que es o deja de ser relevante. ¡Que estamos hablando de arte, joder! Si te llega, te llega, aunque no le guste a nadie más. Esa idea de tener que estar en perpetuo crecimiento… O sea, imagínate a una persona, tú o yo, creciendo perpetuamente. No es una imagen bonita. En algún momento acabarás reventando. Y lo mismo es cierto para todas las cosas. La verdadera cuestión es otra palabra que también empieza por «GR»: avaricia*. De eso es de lo que hablamos cuando hablamos de crecimiento. Más para mí: ése es el concepto.

¿Y qué pasa con la idea de dejar un legado? ¿Te preocupa eso?

No. Ya tengo un legado y me doy cuenta de lo engañoso que es y de lo pervertido que está. No me interesa el legado en términos de reputación personal. Sí que me interesa, sin embargo, dejar un sendero. Tengo muy claro que el trabajo que he hecho, el trabajo que hemos hecho, era el de unos críos dedicados a hacer lo que querían hacer y a demostrar que es posible hacerlo, a pesar de lo que digan las grandes empresas. Se trata de ir dejando marcas o un reguero de migas para que la gente sepa que esa posibilidad existe. Espero que eso inspire a otras personas que inevitablemente han de llegar para que hagan lo mismo. Por eso, lo que sí me interesa es la documentación: construyo archivos precisamente porque tengo esa sensación de responsabilidad de documentalista. Gran parte de mi trabajo ha estado centrado en la idea de que no sólo puedes construirte tu propia carretera, sino que también puedes conducir por ella. El problema de estas carreteras pequeñas es que generalmente están construidas justo al lado de superautopistas. Atraen menos circulación y tienden a atrofiarse; hace aparición la maleza y la gente acaba pensando que no son transitables. Que no son posibles. Pero sí que son transitables, simplemente no son permanentes. Las superautopistas son permanentes porque los individuos que las tienen en propiedad, los mismos que erigen los peajes, las mantienen así. Son caminos distintos. Y es importante que la gente sepa que existen otras posibilidades.

Para mí el punk o el «hazlo tú mismo» es una manera de valorar la autosuficiencia por encima de todo. Y creo que todo tipo de personas pueden inspirarse por esa idea, más allá de la música. ¿Es un buen momento para que la gente joven haga cosas por sí misma?

Creo que siempre es un buen momento para eso. Mi definición del punk es el espacio libre. Es un lugar en el que se pueden presentar nuevas ideas sin tener que pasar por el filtro o la perversión de la especulación. Si no vivimos preocupados por vender, podemos dedicarnos a pensar. El problema de las ideas nuevas es que no tienen un público hecho. Y en términos de mercado, un público equivale a clientela. Si no tienes un público, no es rentable. El punk fue un entorno, al menos para mí, en el que eso no parecía importar. Nunca conocí a ningún roquero punk que pensara: «voy a ganarme la vida con esto». Los que pensaban así desaparecieron rápidamente. Lo que recibí de la contracultura fue un regalo; el permiso para crear libremente. Y mi reacción fue cuidar de ese regalo y mantenerlo vivo porque sigue dando cosas. Por supuesto, hubo gente que pensó: «Guau, si esto lo pulo un poco, podré venderlo». Pero entonces deja de ser un regalo.

* En inglés: growth (crecimiento) y greed (avaricia).

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viernes 11 de septiembre de 2015

Es Pop en Psychonauts

Este verano, Álex Serrano me hizo una larga e incisiva entrevista para la revista digital PsychonautsMag en la que abordamos varias cuestiones relacionadas con el mundillo de la edición sobre las que, me parece, nunca me habían preguntado hasta ahora. Si queréis echarle un vistazo, no tenéis más que seguir el enlace. Si por el contrario lo único que os interesa es saber qué tenemos preparado en Es Pop para los próximos meses. Aquí os pego directamente la pregunta con la que termina la entrevista y acabáis más rápido:

¿Qué tienes preparado para el futuro? ¿Hacia dónde se dirige Óscar Palmer? ¿Y Es Pop?
La idea es seguir traduciendo para ganarme la vida, tanto si es para mí como para otros sellos con los que ya estoy trabajando. En cuanto a la editorial, juego con una inversión tan mínima que la posibilidad de que salgan nuevos libros siempre va a depender un poco de cómo hayan funcionado los inmediatamente anteriores. Si me hubieras hecho la misma pregunta el año pasado, te habría dicho que lo mismo Arte salvaje era el último título de Es Pop, que a punto estuvo de serlo. Al final funcionó mejor de lo esperado y además he tenido la buena fortuna de que la autobiografía de Lemmy está tirando bastante bien, así que ahora mismo puedo permitirme tener otros tres títulos en cartera: Todo el mundo adora nuestra ciudad: una historia oral del grunge, de Mark Yarm, El sombrero del malo, de Chuck Klosterman, y El libro más peligroso, de Kevin Birmingham. Más allá de eso, ¿quién sabe?

(Sobre el primero de estos títulos, Todo el mundo adora nuestra ciudad, tenéis ya algo de información en la web de Es Pop).

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jueves 10 de septiembre de 2015

Bartolomé Seguí: Drawing Palma

Estoy seguro de que para la mayoría de lectores de este blog Bartolomé Seguí no necesitará presentación. Después de todo, se trata de uno de los grandes nombres de la historieta española, ganador del Premio Nacional de Cómic junto a Felipe H. Cava por Las serpientes ciegas y coautor junto a Gabi Beltrán del excelente Historias del barrio, título del que ya hablamos aquí hace un tiempo. El caso es que Bartolomé acaba de poner a la venta Drawing Palma, una carpeta preciosa de nueve serigrafías unidas por una tenue línea narrativa en la que dos personajes se van encontrando y esquivando mientras recorren diversos rincones de Palma de Mallorca. Es una edición limitada de 200 ejemplares para la que he tenido la fortuna de escribir unas líneas. Se trata de un textito muy breve, apenas un esbozo promocional, pero me apetecía dejarlo aquí para el archivo y, sobre todo, para animaros a que les echéis un vistazo a las serigrafías en el Etsy de Bartolomé y, si las circunstancias lo permiten, os deis el capricho. Tanto si conocéis Palma como si no, creo que os van a parecer igual de espectaculares.

* * *

Nueve imágenes. Nueve destellos fugaces preservados sobre el papel. Nueve momentos atemporales que, reunidos, componen el retrato de un lugar, de unas gentes, de un paisaje humano y urbano; de todos aquellos elementos, tangibles e intangibles, que hacen que una ciudad sea precisamente la ciudad que es. En este caso Palma de Mallorca, vista a través de la atenta mirada y el diestro pincel de uno de los artistas que mejor conoce sus calles.

Con estas nueve serigrafías, Bartolomé Seguí nos invita a acompañarle en un relajado paseo por el que asoman todas las Palmas posibles: la de los ancianos viandantes y la de los jóvenes despreocupados, la del arte y la cultura y la de las bulliciosas terrazas, la de los patios de vecinos y la de los eternos turistas. Un trayecto para descubrir o para recordar, con espacio para encuentros y desencuentros, para miradas curiosas o esquivas que acaban confluyendo al final del camino. Porque descubrir la ciudad es también descubrirnos unos a otros. Y qué mejor manera de hacerlo que a través del arte de Bartolomé Seguí.

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jueves 30 de abril de 2015

Lemmy: la portada

La portada definitiva, ilustrada y rotulada por Ian Jepson.

La portada de Lemmy: la autobiografía es un buen ejemplo de cómo, a veces, la mejor solución es la más sencilla y cómo, a veces, lo verdaderamente trabajoso es darse cuenta de ello. Bueno, para no generalizar, digamos que eso es lo verdaderamente trabajoso para mí, que en ocasiones me empecino en unas cosas que…

En este caso mi planteamiento inicial para la portada era utilizar cualquier cosa menos la imagen de Lemmy. ¿Por qué? En primer lugar, porque me harta un poco que todas las biografías musicales tengan que seguir el mismo patrón de poner una foto en primer plano del roquero de turno. En segundo, porque tenía en mente trabajar con un ilustrador especialmente capacitado para la sugerencia y con una gran habilidad para destilar en una sola imagen lo que podríamos llamar el feeling del músico en cuestión. Esta capacidad es precisamente una de las cosas que más me llamaron la atención del artista sudafricano Ian Jepson. Si echáis un vistazo en su página web a carteles como el de Shadowclub, The Dollfins o Death Panthers veréis enseguida a lo que me refiero. Me atraía mucho la idea de tratar la portada de la autobiografía de Lemmy como si fuera un póster de un concierto y aprovechar el evidente talento de Ian para la rotulación. Uno siempre siente cierto nerviosismo a la hora de abordar a los ilustradores con los que quiere trabajar, máxime cuando residen, como en este caso, en el otro extremo del mundo y no tienen la más mínima referencia ni sobre tu editorial ni sobre ti. Afortunadamente, se dio la casualidad de que Ian es un gran fan de Motörhead y de inmediato aceptó la propuesta. Una de las primeras cosas que me dijo fue precisamente que le atraía la idea de insinuar el concepto sin llegar a mostrarlo tal cual, «particularmente en un caso como éste, en el que probablemente podría resultar excesivamente literal poner la cara de Lemmy cuando el título del libro es precisamente su nombre». Viendo que estábamos en la misma onda, Ian realizó varias pruebas, buscando algún elemento alegórico o característico que destilara la esencia de Lemmy (las botas, el cinturón, las tragaperras… podéis ver sus bocetos iniciales aquí), para acabar pasándome cuatro propuestas. Transcribo a continuación mi reacción inicial a las mismas, tal como se la expresé a Ian por correo.

«Creo en la eficacia de la sencillez y en ese aspecto diría que la del as de picas es mi imagen favorita. Me encanta el concepto y el contraste entre el magenta y el crema. Es muy llamativa, pero no estoy del todo seguro de que fuera a funcionar como cubierta. Parece más bien una ilustración para un artículo o una bonita portadilla interior. Por otra parte, Lemmy se queja repetidas veces en el texto de que parece que mucha gente únicamente le recuerda por «Ace of Spades», por lo que utilizar eso como único elemento de la cubierta podría parecer irónico. Me encanta la ilustración y al primer vistazo ha sido la que más me ha llamado la atención, pero, pensándolo detenidamente, me da la impresión de que puede dar una visión demasiado restrictiva del libro».

«El de la chaqueta me gusta. Me parece una solución elegante y estoy seguro de que quedaría genial con tus texturas (además, me gusta mucho la colocación del título), pero estoy intentando visualizar cómo funcionaría en una librería y me da la impresión de que no llamaría demasiado la atención, puede que sea demasiado sutil. A lo mejor es el encuadre lo que me genera dudas. Te obliga a interpretar todos los elementos por separado antes de darte cuenta de qué es lo que estás viendo realmente y me da miedo que eso despiste un poco la atención. Funciona como una leve insinuación cuando debería ser un puñetazo en los ojos. Puede que quedara mejor mostrando la chaqueta entera, pero entonces sería demasiado parecido a tu cartel para Shadowclub y no creo que merezca la pena repetirse».

«Esta idea me gusta mucho. Resulta muy llamativa y tiene todos los elementos necesarios que, en conjunto, componen un buen retrato de lo que son Lemmy y Motörhead. Es lo suficientemente abstracta como para asimilarla de un vistazo y a la vez lo suficientemente detallada como para transmitir varias ideas a la vez. En principio tiraría por aquí, pero no quiero dejar sin comentar la cuarta y última propuesta».

«Aunque mi primer instinto es desarrollar el concepto anterior, les he enseñado tus propuestas a un par de amigos y todos ellos han señalado sin dudarlo esta imagen. Estoy de acuerdo contigo en que tener la cabeza de Lemmy debajo de un gran rótulo que anuncie «Lemmy» es un tanto redundante, pero la manera en la que has integrado el título como parte de la ilustración me parece que soluciona el problema; el título y Lemmy dejan de ser dos elementos separados y redundantes para convertirse en una sola imagen. Además, es llamativa de narices. Me genera sensaciones contradictorias, porque por una parte estoy seguro de que llamará muchísimo la atención en las librerías: es simple, directa, fácil de distinguir a distancia e incluso de reojo. Sin embargo, no era lo que tenía en mente cuando decidí ponerme en contacto contigo. Me daría pena acabar encargándote un retrato en vez de algo más singular e intrínsecamente tuyo, más parecido a tus carteles, que fueron el motivo de que se me ocurriera ofrecerte el encargo».

La respuesta de Ian no se hizo esperar: «Debemos de tener amigos muy parecidos, porque todos aquellos a los que les he enseñado las ilustraciones también han elegido ésta. Desde luego es algo a tener en cuenta. Tras darle unas cuantas vueltas, creo que deberíamos tirar por la idea de la cara. No hago más que pensar en mis portadas favoritas y el modo en el que las cubiertas que me llaman la atención en las librerías suelen ser siempre las más claras, directas y atrevidas, todo lo cual podría serlo ésta. Te envío otro boceto con los colores cambiados y un diseño más ajustado. Quiero intentar otro par de cosas, pero estoy bastante convencido de que ésta podría acabar quedando muy molona».

Justo sobre estas líneas tenéis el boceto al que hacía referencia Ian en su mensaje, el cual terminó de disipar cualquier duda que pudiéramos haber tenido todavía cualquiera de los dos. Así pues, una vez aceptado que aquello que en un principio nos habíamos empeñado en evitar era lo más adecuado para el libro, sólo quedaba pulir la imagen, dejar que Ian hiciera su magia particular con las texturas y la tipografía y discutir ligeramente el mejor encuadre para el rostro de Lemmy. En algunas pruebas el plano estaba un poco más cerrado, en otras un poco más abierto, pero las diferencias al fin y al cabo eran mínimas. La única variación importante fue esta versión que podéis ver aquí abajo, intentando encajar el nombre de los autores junto al título del libro. No es que quedara mal, ni mucho menos, pero en última instancia lo descarté porque me parecía que rompía un poco esa fusión alcanzada entre la rotulación y la ilustración a la que antes hacía mención; a un nivel instintivo, me parecía que los autores debían ser un elemento aparte, que el título y la cara de Lemmy era una sola cosa y que cualquier otra información adicional debía quedar en segundo plano. Decir, por último, que la elección de las texturas por parte de Ian tampoco es caprichosa: buscaba «raspar» la tipografía de tal manera que pareciera castigada por el paso de los años; algo cascada, pero todavía imponente. Como el propio Lemmy.

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martes 31 de marzo de 2015

La enmarañada historia de Drácula

Las pruebas de interiores del libro, desparramadas por el suelo del despacho.

El próximo 13 de mayo llegará a las librerías el ensayo Hollywood gótico: la enmarañada historia de Drácula, de David J. Skal, autor del monumental Monster Show, una historia cultural del horror, que tuve el placer y la buena fortuna de traducir para Valdemar hace unos años. En este caso, Skal centra su inquisitiva mirada y sus dotes de investigador en la figura del vampiro por antonomasia, trazando la evolución del personaje de Bram Stoker a partir de sus antecedentes literarios y la creación de la novela hasta su conversión definitiva en icono cultural gracias al teatro y, sobre todo, el cine.

A la izquierda, imagen utilizada para la edición original. A la derecha,
la utilizada para la nuestra, escaneada a partir de una nueva fuente.

Nuestra versión de Hollywood gótico está realizada a partir de la edición ampliada publicada por Faber & Faber en 2004, pero cuenta con varias diferencias. Para empezar, varias de las ilustraciones contenidas en la edición de 2004 han sido reemplazadas a instancias del propio Skal, que nos proporcionó nuevas imágenes que le parecían más adecuadas que las previamente utilizadas. Además de eso, teniendo en cuenta que nuestra edición tiene más páginas que la de Faber (al ser el castellano un idioma menos sintético que el inglés, es habitual que las traducciones suelan ocupar en última instancia más espacio que el original), hemos complementado el texto con una quincena de imágenes completamente nuevas, algunas de ellas verdaderas rarezas, como una magnífica caricatura de Bela Lugosi extraída del pressbook original del Drácula de Tod Browning o una estilizada ilustración de Raymond Huntley (que interpretó al conde en los escenarios londinenses en los años veinte en la primera encarnación teatral de la obra). Por último, las imágenes restantes se han restaurado en la medida de lo posible, trabajando en la mayor parte de las ocasiones a partir de nuevos escaneados de materiales mejor conservados que los previamente utilizados (podéis ver un par de ejemplos en las imágenes que ilustran esta entrada). En definitiva, creo que Hollywood gótico es el libro al que más trabajo hemos dedicado desde que lanzamos la editorial y lo cierto es que no podríamos estar más satisfechos con el resultado.

Otra de las imágenes sustituidas, en este caso escaneada a partir de la misma
fuente y tratada digitalmente para corregir la exposición.

Como guinda del pastel, hemos tenido la suerte de poder contar con Javi Godoy para que nos ilustrara la portada del libro (a la que, por supuesto, dedicaremos una entrada en breve). Además de ser un ilustrador como la copa de un pino (si no seguís habitualmente su blog, no sé a qué esperáis), Javi comparte con nosotros muchas obsesiones (los dinosaurios, las pelis de monstruos, la estética pulp) que le hacían sin duda el hombre más indicado para una portada como ésta. Y el resultado no sólo ha estado a la altura de lo que esperábamos sino que ha ido más allá incluso. Tanto nos ha gustado, de hecho, que vamos a publicar dos versiones de Hollywood gótico. Una con la portada en verde, que podríamos considerar la principal y que será la que se distribuya en librerías el día 13, y una variante en rojo (de la que sólo haremos 500 ejemplares) que recalca de manera más manifiesta el homenaje al célebre cartel de Lugosi que nos sirvió de inspiración. A continuación, os dejo los detalles del libro, incluido el consabido adelanto de las primeras páginas para que vayáis, nunca mejor dicho, hincándole el diente.


Hollywood gótico: la enmarañada historia de Drácula
David J. Skal
ISBN: 978-84-940298-9-9
416 páginas. 130 ilustraciones.
PVP: 18,50 €
Portada en alta
Descárgate un adelanto

La imagen primordial del conde Drácula se ha convertido en una presencia continua e indeleble en el imaginario colectivo moderno. David J. Skal, autor de estudios fundamentales como Monster Show, centra en esta ocasión su incisiva mirada y su talento investigador en los orígenes, la historia y la infinidad de lecturas de uno de los iconos más universales del terror y la cultura popular, trazando la implacable trayectoria del más arquetípico de los vampiros, desde sus orígenes literarios y su paso por el teatro y el cine hasta su última reencarnación como moderno producto de consumo, raspando el barniz populista para sacar a la luz todo cuanto este complejo, contradictorio y desconcertante príncipe de las tinieblas revela sobre todos nosotros.

«Cualquiera interesado en el Drácula de Bram Stoker se va a encontrar con un libro indispensable».
Ray Bradbury

«Una crónica absorbente. Con el talento propio de un novelista, Skal escribe la biografía de uno de los iconos dramáticos más populares del siglo. Excepcional».
Booklist

«Meticulosamente documentada, escrita con entusiasmo y repleta de imágenes poco vistas, la historia de Drácula se lee como una novela en sí misma».
The San Francisco Bay Guardian

«Skal sigue las huellas del vampiro más popular de Transilvania con grandes dosis de ingenio y la habilidad de un buen detective».
The New York Times Book Review

«Fascinante. Va más allá de los límites habituales de la documentación para alcanzar algo cercano a la arqueología».
American Cinematographer

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miércoles 4 de marzo de 2015

El escritor y las redes sociales

«No soy un tecnófobo. Me paso el día entero metido en Internet, todos los días, salvo cuando de verdad me pongo a escribir, e incluso entonces estoy sentado delante del ordenador, haciendo uso, a menudo, de materiales que he encontrado en la red. No es que tenga tecnofobia. Todas mis objeciones van dirigidas a la idea de que, de algún modo, se trata de una tecnología transformadora y liberadora, cuando a mi entender parece más bien una manera de perfeccionar la infiltración del libre mercado en todos los aspectos de la vida del ser humano. […] Creo que gran parte de la hostilidad [hacia mi persona] viene motivada por el hecho de que cuestiono la utilidad de las redes sociales. Ciertamente cuestiono el modelo de las redes sociales como manera de promocionar los libros y diseminar la información sobre ellos, porque la esencia de ese modelo es la autopromoción, y no me parece que la autopromoción constante sea un buen espacio mental para un escritor en activo. Creo que las redes sociales son un modelo pésimo para la cultura literaria. Los escritores están solos. Trabajan solos. Se comunican a través de la página terminada. Me parece horrendo exigirles que deban autopromocionarse en un medio gregario. Va en contra de todo lo que sé y entiendo sobre los buenos escritores de ficción. Una cosa no casa con la otra. Por supuesto, si pasas mucho tiempo en las redes sociales, no te va a gustar oírme decir eso. Creo que hay una hostilidad concreta hacia ese mensaje en particular. Pero me parece en cierto modo hilarante haberme convertido en el pararrayos de esa cuestión, porque ¿a quién le importa lo que pueda decir yo? ¿Por qué invertir tanta rabia en la opinión de una sola persona? ¿De verdad soy una manifestación del universo peor que Jeff Bezos? ¿O que la Apple Corporation? ¿O Facebook? ¿De verdad soy yo el malo? Me parece curioso».

De esta entrevista con Jonathan Franzen.

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Quizá sea eso lo que buscamos a lo largo de la vida: la mayor congoja posible para llegar a ser uno mismo antes de morir.
Louis Ferdinand Céline
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