De una interesante entrevista de Dave Eggers a Junot Díaz, el autor de La maravillosa vida breve de Óscar Wao (Mondadori, 2008), acerca de la caprichosa e inesperada vida comercial de los libros y de la necesidad de ser fiel a tu obra antes que a un hipotético mercado. Que vamos, puede sonar un poco a verdad de Perogrullo, pero nunca está de más recordarlo. La entrevista apareció publicada hace unos meses en The Panorama Book Review.
Dave Eggers: ¿Cuál fue la diferencia de público entre Drown [publicado en España como Los Boys] y La maravillosa vida breve de Óscar Wao? Óscar Wao es uno de esos libros que ha cogido velocidad en muchas direcciones distintas. Drown probablemente tuvo un público más reducido, aficionados a los cuentos, universitarios, mientras que Óscar Wao se está leyendo a un nivel mucho más amplio, clubes de lectura, institutos, en todas partes. ¿Fue un shock encontrarse de repente con todo este público nuevo?
Junot Díaz: Desde luego. Esta novela ha tenido dos vidas completamente distintas. Se publicó por primera vez en septiembre de 2007 y el Pulitzer no se anunció hasta siete meses más tarde. Lo fascinante fue que cuando salió el libro, hubo artículos que lo calificaban de auténtico fracaso, en plan: «sólo ha vendido tantos ejemplares. Ha sido un desastre». Así que recuerdo que durante los primeros meses el único público del libro estuvo compuesto de lectores acérrimos. Nunca olvidaré que durante los primeros siete meses de Óscar Wao, el único lugar en el que el libro entró más de una semana en la lista de los más vendidos fue en San Francisco. Fue sólo después de haber ganado el Pulitzer cuando el resto del país empezó a leer el libro al mismo ritmo que San Francisco. Así que hubo dos períodos bien diferenciados, y aún recuerdo perfectamente el primero, lo cual me ha ayudado a evitar que lo que pasó después se me subiera a la cabeza. Que un libro encuentre un público nuevo es estupendo. En cierto modo, cuando recibes un premio como el Pulitzer lo que haces es ver tu libro en un flash-forward. En seis meses llega a todo el público al que podría haber llegado en un período de veinte años. Y te empiezan a pasar todo tipo de cosas raras. Pero no puedo sacarme de la cabeza que durante los primeros siete meses fueron sólo fans acérrimos de la lectura los que decían: «Este puto libro es bueno». Y esa es la gente que en cierto modo mantuvo el libro vivo el tiempo suficiente como para que alguien pudiera nominarlo al Pulitzer.
Junot Díaz
Dave Eggers: ¿Y mientras lo escribías pensabas en eso? Quiero decir, que Óscar Wao me parece tan puro que se lee como si ni siquiera fuera consciente de que existe un público potencial ahí fuera.
Junot Díaz: Mientras escribía la novela era plenamente consciente de que estaba escribiendo sobre dominicanos en Nueva Jersey, y que a pesar de que yo consideraba lo que estaba contando una experiencia universal, el público mayoritario no suele compartir mi punto de vista. Pero tampoco podía desvirtuarlo de ninguna manera, porque si intentaba escribir para alguna especie de vago público mayoritario, perdería todos los elementos realmente importantes del libro, perdería toda su maravillosa especificidad y al final no tendría nada que mostrar a cambio. Lo cual es un modo enrevesado de decir que si vas a escribir una novela sobre inmigrantes dominicanos en Nueva Jersey, hazlo y punto. No por reducir el número de tacos vas a ser más popular. Si eres un escritor como yo, que escribe sobre personas de color que no siempre son consideradas el centro del universo, has de confiar en tus lectores más fieles y en un tipo de público más especializado para que mantengan el libo con vida el tiempo suficiente como para que el público mayoritario se suba al carro. Y de verdad siento que, como escritor, de no haber sido por los lectores de color, por los maestros y por los locos de la escritura que mantuvieron el libro en el mercado estaría acabado. Y el único motivo por el que llegué a esos lectores en un primer lugar fue porque era cualquier cosa menos mayoritario. Creo que siempre deberías escribir teniendo en mente a un público lo más específico imaginable, y de ahí la obra pasa a ser universal. Al revés no funciona, no escribes para un público lo más grande posible asumiendo que eso es lo que va a hacer tu trabajo universal. Lo que tienen en común entre sí todos y cada uno de los libros que seguimos leyendo cien años más tarde es precisamente su extraordinaria especificidad.
Acero, de Todd Grimson, está considerada en el mundo anglosajón una de las mejores y más injustamente ignoradas novelas de vampiros jamás escritas; un clásico de culto que, al igual que su novela Brand New Cherry Flavor, sigue reapareciendo con regularidad en blogs y foros especializados cada vez que un lector consigue hacerse con un ejemplar y se queda arrebatado por su intensidad y su romanticismo crudo y sanguinolento. Teniendo en cuenta la asombrosa escasez de información que existe sobre Todd en Internet, decidí aprovechar el lanzamiento de nuestra edición en español de su novela para mantener con él la siguiente charla.
Han pasado trece años desde la primera publicación de Acero. ¿Cómo crees que destaca tu novela frente a esta nueva corriente de vampiros castos, adolescentes y asexuados que triunfa hoy en día?
No he seguido para nada toda esta última moda de narrativa vampírica, por lo que puede que en realidad sea mucho mejor de lo que parece a primera vista, aunque no es eso lo que me han contado. El caso es que, mientras la estaba escribiendo, estaba convencido de que Acero sería la novela que básicamente acabaría con el género, que sería la última y mejor novela de vampiros de la historia. Sé que era una pretensión absurda, pero no me importa parecer absurdo.
En Acero salen vampiros y en Brand New Cherry Flavor zombis. ¿Qué cosas te aportan como escritor estos iconos del horror?
Empecé intentando sistematizar una cosa que en ocasiones me parecía haber logrado en algunos de mis cuentos, que era ser capaz de transmitir una sensación como de estar soñando despierto, pero en una narración más larga. Quería desarrollar una idea que entrara de lleno en lo que entonces consideraba un “realismo cinematográfico”, un concepto evidentemente emparentado con el “realismo mágico”, que podríamos describir de manera básica como La vida + Efectos especiales. Teniendo en cuenta que la imaginación de los lectores modernos está completamente infectada por el lenguaje y el vocabulario del cine, y que mis propios sueños suelen ser muy vívidos y cinematográficos, todo esto parecía tener cierto sentido. Acero tuvo su origen en un sueño. A medida que iba escribiendo la novela, la visión original se vio reforzada por otros sueños marcados por las imágenes que en aquel momento me obsesionaban.
Diario de un cura rural, de Robert Bresson.
¿Había un intento deliberado por tu parte de redefinir el género con Acero o lo de los vampiros era sólo un buen modo de aportar un elemento de intensidad a lo que de otro modo podría haber sido una historia de amor bastante sencilla?
Quería escribir la última y definitiva novela de vampiros. Me leí todo lo que había en aquel momento y me tiré un mes rumiándolo. En Entrevista con el vampiro, Anne Rice tiene a tres vampiros que viven en Nueva Orleans a primeros del siglo XIX, cada uno de los cuales mata supuestamente a una persona cada noche. Eso son más de mil cadáveres al año en un momento en el que la población de aquella ciudad era mucho menor que la actual. ¿Y quieres decirme que nadie se da cuenta? Me pareció ridículo y, peor aún, nada interesante. ¿Cuánta sangre necesitarían consumir cada día? Yo había trabajado en una unidad de cuidados intensivos y estaba íntimamente familiarizado con la sangre y la muerte, por lo que empecé a pensar: ¿y si el vampiro evitara las reveladoras mordeduras en el cuello, poseyera un ligero poder hipnótico, no fuera igual de fuerte que un superhéroe y sólo extrajera la sangre justa para vivir? ¿Digamos la cantidad equivalente a un plato de sopa? La víctima sobreviviría la mayor parte de las veces. Comenté distintas posibilidades con un médico amigo mío. Existe una condición médica que requiere de frecuentes transfusiones de sangre, otra en la que el paciente puede padecer hipersensibilidad ante los rayos ultravioleta del sol. Se ha postulado que la acumulación de “agua pesada” en el cuerpo es lo que provoca el envejecimiento y finalmente la muerte. ¿Podría ser que una enfermedad tuviera un efecto secundario positivo, quizá relacionado con el bazo o con la glándula tiroides, que regulara el organismo? No es del todo imposible. Puede que no sea probable, pero al menos para lo que yo pretendía nos acercaba a un terreno de mayor realidad. En el libro apenas se hace referencia a ningún tipo de poderes sobrenaturales. Justine puede morir. Y si te muerde en el cuello, no mueres de inmediato. Ni siquiera el veneno de la serpiente de cascabel es tan rápido.
La pasión de Beatriz, de Bertrand Tavernier, con Julie Delpy.
Para tratarse de una novela corta, utilizas muchos personajes y situaciones, creando un mosaico de narrativas, algunas de las cuales, como el episodio ambientado en los años cincuenta o el rodaje de la película en 1969, parecen casi cuentos cortos. ¿Te resultó difícil manejar todos los elementos sin perder de vista la historia principal?
No quería que Justine tuviera 400 años de sabiduría acumulada, ya que de ese modo no habría mostrado vulnerabilidad alguna, habría resultado imposible que la niña que lleva dentro sobreviviera. Justine es, en algunos aspectos, una criatura frágil, lo cual a su vez la hace sexy. Sufre de amnesia parcial. Para ella el pasado es como un sueño. También me parecía importante que creyera en Dios. Si crees en Dios, experimentas con mucha más intensidad la angustia en el momento en el que te convences de que te has condenado. Las escenas de flashback nos muestran hasta cierto punto a una Justine diferente. Primero imité el lenguaje y la atmósfera de Poe. Para la escena de Los Ángeles en los años cincuenta, adopté esa realidad intensificada propia del James Ellroy de La dalia negra. El episodio de los años sesenta es el Pynchon de V y mis propios recuerdos de películas como The Trip, pero en plan cruel.
Tu estilo narrativo es muy directo, pero extrañamente poético.
Mi único objetivo era ser preciso. No creo que mi prosa suela tender a ser florida. No me gustan demasiado, por lo general, los autores que gustan de exhibirse. Ese tipo de prosa acaba interponiéndose entre el lector y la desnudez de lo que se le está mostrando.
¿Cómo de importante era para ti que Keith fuera músico, y por qué?
Yo mismo he tocado mucho. Tocaba el piano. Recitales de piano, de hecho. Y también estuve en un grupo. Hasta que me dañé los nervios de la mano izquierda. De modo que todo aquello surgió de mi propia experiencia. Las manos heridas de Keith… sabia cómo se sentía. Y por otra parte, normalmente suelo escribir con los auriculares puestos mientras escucho algo preferiblemente ruidoso y a todo volumen… Luego ni siquiera me acuerdo de qué era lo que estaba escuchando.
Lance Henriksen y Jennette Goldstein en Los viajeros de la noche.
Me da la impresión de que Acero podría leerse hoy en día casi como un tratado antropológico, ya que retrata a la perfección un momento y un lugar, Los Ángeles en los años 90. No sé si estarás de acuerdo con esa lectura, pero me gustaría saber qué era lo que observabas a tu alrededor en el momento de escribir la novela que te llevó a creer ese ambiente tan bien descrito.
Escribí Acero justo después de Brand New Cherry Flavor, que es más satírica, menos emocional. En cierto modo me pareció como si estuviera haciendo una continuación de esa novela. Algunos de mis amigos se engancharon a la heroína, así que supongo que eso debió influirme aunque sólo fuera porque era algo de lo que estaba rodeado. Recuerdo haber ido a comprar caballo en compañía de yonquis más experimentados. Tan pronto como decidí escribir la novela y ambientarla en ese tipo de entorno, los demás elementos, como el grupo de chavales góticos, empezaron a encajar por sí solos. Pero desde luego mi intención no era escribir un gran comentario sobre el momento. Lo único que me preguntaba continuamente, una y otra vez, era: “¿Estoy consiguiendo que tenga sentido?”. Y me preocupaba mucho llegar a entender de verdad a Justine, que no es una joven moderna. Para ello, me empapé de la novela de Georges Bernanos Diario de un cura rural y también de la adaptación al cine que de ella hizo Robert Bresson. También vi La pasión de Beatriz, de Bertrand Tavernier, más de cien veces. Los últimos dieciséis minutos de esa película retratan un ritual misterioso y perfecto que no dejó de conmoverme ni una sola vez, a menudo hasta el borde de las lágrimas. Y a continuación me ponía a escribir, justo después de ver el primer plano de su rostro, cuando está perdida y se da cuenta de que ha quedado condenada para siempre.
Si no me equivoco, llegaste a vender los derechos cinematográficos de Acero, pero al final nadie hizo nada con ellos. ¿Qué ha pasado con eso?
Lise Raven, que es una cineasta independiente, escribió un tratamiento e intentó ponerlo en marcha durante años, pero todos los grandes estudios no hacían más que decirle que ya tenían otra película de vampiros en marcha. Tanto Lise como mi agente, Lisa Callamaro, les decían: “¡Pero vamos a ver, si tenéis aquí todo los elementos posibles para hacer la película definitiva de vampiros!”. Pero hasta ahora no ha servido nada. Yo todavía tengo esperanzas de que algún día hagan la película, no sólo porque me parece que podría ser una buena película sino porque eso podría llevar a más gente a leer el libro. Sigourney Weaver y 20th Century Fox compraron los derechos de Brand New Cherry Flavor a cambio de bastante más dinero, pero en mi opinión sería una película más complicada de rodar. Acero sin embargo podría rodarse tal cual. Bastaría usar los diálogos del libro. No haría falta ni un solo plano de efectos digitales. Sólo un par de actores desconocidos y ser capaz de contar la historia de una manera sencilla y directa.
Pues ya que hablamos de cine, ¿cuáles son tus tres películas de vampiros favoritas? Los viajeros de la noche, Conde Yorga, vampiro y Drácula de Bram Stoker (la de Gary Oldman).
Aunque ya le hice una entrevista a Christa Faust para el dossier de prensa de A la cara (podéis descargarlo aquí si aún no la habéis leído) quería colgar algo más sobre ella en el blog. Así que para no repetirme he preferido traducir algunos fragmentos de otra entrevista bastante más extensa que le hizo Rob Hart para The Cult, la página web de Chuck Palahniuk. Espero que os gusten y, como siempre, si os quedáis con ganas de más, os invito a que leáis la entrevista íntegra en su versión original.
Rob Hart:A la cara está protagonizada por una estrella del porno y tú has trabajado como dominatrix y como chica de cabina en un peepshow de Times Square. ¿Hasta qué punto te has inspirado en tu pasado y cómo te has documentado para el libro? Christa Faust: Yo nunca he hecho porno, pero sí que he grabado muchos vídeos de fetichismo, y bastantes de las mujeres y de los hombres con los que trabajé en aquellos vídeos han hecho cosas más fuertes. Mientras me documentaba para A la cara me pasé por varios estudios y hablé con gente situada en todos los niveles del cine para adultos, de productores a directores, pasando, cómo no, por los actores. Bueno, más que hablar les escuché. Olvídate de la puñetera Internet; para un escritor, la mejor manera de documentarse es sencillamente escuchando. Si eres respetuoso y estás dispuesto a prestar atención, puedes conseguir que prácticamente cualquiera te cuente básicamente cualquier cosa. RH: El negocio del sexo en A la cara está lleno de ángeles y demonios. ¿Cuál es tu visión de la industria del porno? ¿Esperabas poder contar algo en particular con este libro?
CF: Lo que más me interesaba era transmitir que la industria del cine para adultos es un negocio como cualquier otro, donde hay tipos buenos y malos y un montón de gente entre medias. Hay muchos libros y películas que retratan el porno como lo más bajo en lo que puede caer una mujer, y que presentan a todas las actrices como víctimas patéticas y drogadictas a las que hay que rescatar de su mugriento y atroz destino. De ahí que quisiera escribir sobre una mujer que ha alcanzado cierto nivel de éxito y de satisfacción dentro de la profesión que ha escogido. Por otra parte, tampoco quería que pareciese que endulzaba las partes feas. Sólo quería contar las cosas como son. Quería crear una protagonista compleja y creíble y rodearla de personajes que fuesen tan reales como ella, personajes que me recordasen a la gente real que he conocido en la industria. RH: ¿Cómo crees que ha cambiado el género negro desde los tiempos de Chandler y Hammett y cómo te mantienes fiel a los cánones al tiempo que lo pones al día para el público moderno? CF: Bueno, superficialmente podría parecer que la gran diferencia está en los niveles de violencia y en el sexo explícito, pero no creo que eso sea del todo correcto. En su momento, los escritores que publicaban en Black Mask fueron considerados extremadamente groseros y vulgares, indecentemente violentos y desvergonzadamente obscenos. Sus historias contenían escenas realistas protagonizadas por delincuentes y miembros del hampa que se expresaban con el lenguaje crudo de la calle. A menudo los héroes eran prácticamente indistinguibles de los villanos y los autores defendían sus historias diciendo que eran mucho más sinceras y realistas que los relatos policíacos tradicionales, más suaves y amables. Aunque los criterios de la sociedad sobre lo que es “escandalosamente violento” han cambiado mucho desde entonces, por lo general el noir contemporáneo sigue estando más o menos por encima de la norma aceptable, y los autores de género negro actuales emplean el mismo argumento: que la violencia, el sexo y el lenguaje vulgar de sus libros es simplemente un retrato realista del mundo que nos rodea. Creo que tienen tanta razón como la tuvieron sus predecesores.
En cuanto a lo de poner al día el género para los lectores modernos, creo que una debe partir del cariño y de un respeto genuinos hacia lo que hubo antes. No me gustan las novelas escritas en tono irónico que utilizan los tópicos del género con vocación camp a la vez que pretenden alzarse por encima de ellos con una actitud conscientemente distanciada, metalinguística y de listillo. Prefiero que me cuenten una historia clásica de traición y desesperación en un entorno moderno, poblada por personajes complejos y fallidos con los que los lectores de ahora puedan identificarse.
RH: ¿Hay alguna “regla del género” que hayas intentado conservar al escribir el libro? CF: No conscientemente. Sin embargo, te diría que A la cara es más hardboiled que género negro. Y eso fue una decisión consciente. No quería lanzar a mis personajes por el desagüe emocional de la tradicional caída en desgracia propia del género negro. Por mi parte veo a Angel Dare como una versión femenina y más compleja del típico protagonista de hardboiled: un tipo solitario y duro que no se ve limitado por la moral tradicional a la hora de caminar por el sucio mundo del hampa, clavando allí su bandera y venciendo al final. Más como Mike Hammer o Sam Spade que como, por ejemplo, Walter Huff, el protagonista del clásico del género negro Perdición, de James M. Cain, o que como cualquiera de los personajes ignorantes y sexualmente frustrados de Day Keene. Desde luego, nunca pensé en Angel como en una mujer fatal. Creo que muchos críticos modernos usan ese término para referirse a cualquier mujer dura y sexy en una novela o una película del género, pero una mujer fatal tradicional es una villana, una tentadora amoral que utiliza su sexualidad para esclavizar y manipular a hombres incautos. La mujer fatal es el miedo masculino a la sexualidad femenina y eso no tiene nada que ver con mi libro. Angel no es una villana intrigante, es una heroína. RH: ¿Qué te atrae del género negro? ¿Puedes decirnos tus autores o libros favoritos del género? CF: No me dediqué a leer género negro en serio hasta los treinta y tantos. Cuando era joven me gustaba más el splatterpunk. Y el terror erótico. Pero cuando crucé esa barrera en la que pasas a ser demasiado mayor como para que los chavales se fíen de ti, empecé a interesarme por libros protagonizados por personajes de más edad y con temas más maduros. Historias realistas, crudas, que exploran la parte más oscura, sombría y fea de la naturaleza humana sin esconderse tras la metáfora de los monstruos. No me malinterpretes, sigo leyendo terror de vez en cuando y también me gustan las cosas divertidas, escritores más ligeros, pulp y enérgicos, como Richard S. Prather. Algunos de mis autores favoritos de la vieja escuela, además de Prather, son Richard Stark, Day Keene y Chester Himes. Entre los actuales, mis favoritos son Megan Abbott y Ray Banks.
Rob Hart: Háblanos un poco de ti misma… Cómo y dónde creciste y si has tenido alguna educación formal o experiencia como escritora. Christa Faust: Crecí en Nueva York, de padres divorciados, divididos entre la Cocina del Infierno y el Bronx, y llevo inventándome historias desde que tengo memoria. Di un par de asignaturas de escritura en la universidad, pero sinceramente no creo que me dejaran ningún poso. Para mí, la auténtica escuela de escritura fueron las novelizaciones. Eso sí que es aprender a nadar directamente donde cubre. Te puedes pasar a vida asistiendo a clases y talleres de escritura, retocando y puliendo tu gran novela americana que nadie leerá nunca… o puedes machacar 95.000 palabras durante seis semanas sin dormir y curtirte como profesional. Fue la mejor educación que he recibido. RH: ¿Cómo entraste en la industria? ¿Puedes hablarnos un poco del camino que seguiste? CF: No fue tanto un camino como que caí de culo sin ni siquiera pensarlo. Un amigo me sugirió que presentase una de mis historias para una antología de terror que buscaba cosas atrevidas. Lo hice y la aceptaron. Después de aquello empezaron a invitarme para otras antologías. Vendí mi primera novela sin demasiadas complicaciones y acabé colaborando con Poppy Z. Brite en una novela basada en nuestra historia Triads. Me invitaron a trabajar para Black Flame escribiendo novelizaciones y continuaciones. Me invitaron a que presentase algo para Hard Case Crime. Tras intercambiar varias cartas [con el autor y también agente Allan Guthrie] acerca de una de sus novelas, pulp de época y otros intereses comunes, me preguntó si quería que me representase. Prácticamente cada paso que he dado me lo han pedido otros en lugar de iniciarlos yo, pero no lo hice a propósito. Así que cuando la gente me pregunta cómo conseguí que me publicasen, nunca sé qué decir. La verdad es que no lo sé. Supongo que lo mejor es escribir a todas horas y mejorar todo lo que puedas, mejorar para estar preparada cuando te llegue la oportunidad.
RH: Has escrito varias novelas basadas en películas. ¿Cómo te las planteas comparadas con un libro propio? ¿Te dejan ver la película y luego la escribes? ¿Te dejan tomarte libertades? ¿Vas a los rodajes? CF: El libro y la película tienen que aparecer al mismo tiempo, así que normalmente entrego mi manuscrito antes de que hayan empezado siquiera a rodar o a veces incluso antes de que hayan escogido al reparto. Lo único que tengo es un borrador de un guión, a menudo ni siquiera el borrador final. Si lees mi novelización de Destino Final 3, verás que tiene un desenlace muy distinto al de la película, porque el director cambió la escena final en el último momento, mucho después de que el libro estuviese entregado. Por otra parte, a los escritores no se nos permite hacer ningún cambio propio. Podemos añadir más material de fondo y elaborar los personajes (de hecho, tenemos que hacerlo porque cuando hinchas un guión de apenas 120 páginas para convertirlo en un manuscrito de 400, necesitas todas las palabras extras que se te ocurran), pero no podemos cambiar la historia ni las características básicas de los personajes. Por ejemplo, no podía convertir al personaje de Sam Jackson en Serpientes en el avión en una abuela judía, pero puedo darle al personaje de un agente negro del F.B.I. malhablado un poco más de profundidad e historia. RH: Háblanos de tu entorno de trabajo. ¿Sigues algún ritual? ¿Tienes un proceso fijo para escribir y corregir? ¿Puedes hablarnos del proceso de escribir A la cara? CF: Mi entorno de trabajo no es precisamente el ideal, dado que vivo en una casita diminuta y no tengo un estudio aparte donde trabajar, solo una mesa en un rincón del salón. Sin embargo vivo sola, así que tampoco está tan mal. Yo diría que desde luego no soy una escritora de cafetería y nunca entenderé cómo puede trabajar la gente en un lugar público, rodeada de conversaciones irritantes e inanes y distracciones constantes. Me gusta la intimidad. Cuando era más joven solía ponerme a escribir de cualquier manera, pero desde que empecé a escribir las novelizaciones, el proceso se ha vuelto mucho más estructurado. Los encargos incluyen una serie de sinopsis, diseños de personajes y estructuras de capítulos y aunque luego no soy tan detallista en mis proyectos personales, sí me gusta escribir escenas en post-its y jugar con ellas, cambiando las cosas. Siempre empiezo por la escena inicial. En A la cara era Angel en el maletero y luego tuve que imaginarme cómo había llegado hasta allí y cómo sacarla de allí. Normalmente tengo una idea bastante concreta del argumento completo antes de empezar a escribir nada, pero casi siempre las cosas van cambiando por el camino.
RH: ¿Qué más haces aparte de escribir? ¿O eres de las pocas afortunadas que pueden vivir sólo de ello? CF: Vivo (a duras penas) de escribir, pero no sé la suerte que tengo. Creo que preferiría ser rica con un trabajo aburrido, lo que pasa es que no sé hacer ninguna otra cosa. Aún hago de vez en cuando alguna sesión de dominatrix, sobre todo para fetichistas de los pies. Cuando tengo tiempo para aficiones, colecciono zapatos y novelas vintage. Me encanta la buena comida. Me gusta cocinar y comer fuera cuando puedo permitírmelo. Me encanta el cine negro e intento ver mis películas favoritas en cine tan a menudo como sea posible. Sobre todo me gusta quedarme en casa con mis bestias negras y blancas (dos Boston terriers y dos gatos persas). En realidad, mi vida no es nada glamurosa. RH: ¿Qué consejos darías a los aspirantes a escritores? ¿Hay algo que hayas aprendido o algún error que le dirías a la gente que no cometiese? CF: No puedo decirte cómo conseguir que te publiquen, pero sí puedo decirte cómo conseguir que no te publiquen. Nunca pagues a nadie para que te represente o publique tu libro. Un agente literario honrado se llevará un pequeño porcentaje de lo que ganes (normalmente un 15%) después de haberte conseguido un trato, nunca antes. Un editor legítimo te pagará por tener el derecho a publicar tu trabajo, no al revés. Y punto. Internet está llena de trileros que se aprovechan de los desesperados y los ingenuos, así que ojo avizor y nunca temáis hacer preguntas y comprobar referencias. Ningún agente ni editor auténticos se sentirán ofendidos si comprobáis sus credenciales, porque no deberían tener nada que ocultar. Sed listos y que no os timen. Mi otro único consejo sería éste: No insistas a la hora de vender un libro que nadie quiere, sin importar lo genial que tú creas que es. Si no lo compran, déjalo y escribe otra cosa. Y después otra más. No digo que te rindas después de uno o dos rechazos, pero si, digamos, diez agentes y/o editores (cuya reputación has comprobado cuidadosamente y que además sepas que tienen interés en el tipo de libros que tú estás vendiendo) han pasado olímpicamente de tu proyecto, es hora de pasar a otra cosa. Creo que demasiados aspirantes a escritores se quedan colgados de una única y preciosa obra maestra durante años y años. Mi consejo es: si no se vende, olvídala y escribe otra cosa.
Ilustración de Glen Orbik para la portada de The Wounded and the Slain, de David Goodis.
Ya sé que la semana pasada prometí que en breve hablaríamos de la portada de A la cara, pero luego, pensándolo mejor, me ha parecido que antes de ahondar en el proceso de diseño de ese título en particular podría resultar interesante hablar un poco de la editorial que lo publicó originalmente, Hard Case Crime, un sello norteamericano fundado hace seis años por el escritor y diseñador Max Phillips y por uno de mis héroes personales de los últimos tiempos: Charles Ardai, un treintañero enamorado de la novela negra que un buen día decidió vender su empresa proveedora de servicios de Internet para invertir lo ganado en montar una editorial. Y no una editorial cualquiera, sino una especializada en recuperar clásicos de la narrativa pulp de la era dorada de la literatura de quiosco norteamericana, respetando su formato original barato y de bolsillo (los libros de HCC casi nunca pasan de los siete dólares) y recuperando un arte casi perdido como es el de las portadas pintadas, encargadas ex profeso para todos y cada uno de sus títulos. El invento funcionó bien y prácticamente desde el principio Ardai empezó a publicar también obras de autores contemporáneos dispuestos a seguir el espíritu de aquellos irrepetibles clásicos de baratillo (entre ellos gente como Stephen King y, evidentemente, nuestra Christa Faust). Con estos antecedentes, no sé si hará mucha falta decir que el de Hard Case Crime fue uno de los ejemplos que más me animó en su día a la hora de lanzarme con Es Pop, y si leéis la entrevista hasta el final podréis ver que el modelo de asociación Valdemar/Es Pop, que acabamos de crear para sacar nuestros títulos de narrativa, está casi calcado del que tiene Hard Case con otra editorial norteamericana llamada Dorchester Publishing (un ejemplo de coedición que, supongo, no será único, pero que en cualquier caso fue el que me sirvió a mí de inspiración).
Pulp contemporáneo. The Colorado Kid de Stephen King y Songs of Innocence de Richard Aleas. Portadas de Glen Orbik.
Quería, pues, aprovechar la ocasión para dedicarle una entrada a esta editorial valiente y singular. Y para ello, nada mejor que tirar de su cofundador y principal ideólogo, Charles Ardai. El año pasado, en Killer Covers (una web dedicada precisamente a hablar de portadas de libros de género negro), J. Kingston Pierce, editor y fundador de The Rap Sheet (sin duda uno los mejores blogs que hay ahora mismo en el mundo sobre narrativa criminal), publicó una extensa entrevista con Ardai, de la cual ha tenido la gentileza de cederme unos cuantos fragmentos. Si no he traducido la entrevista entera no es porque el resto no fuera interesante, sino porque quería centrarme principalmente en los dos motivos básicos de que os quisiera hablar sobre Hard Case Crime: por una parte sus excelentes portadas y por otra su actitud de referencia como pequeña editorial independiente. Por supuesto, si estos fragmentos os interesan, no dejéis de pasaros por Killer Covers para leer la entrevista original al completo.
CHARLES ARDAI: CRIMEN EN SUS MANOS
J. Kingston Pierce: ¿Puedo asumir que desde que empezaste a pensar en fundar Hard Case Crime te preocupó el tema del aspecto de las portadas? ¿Cómo de importantes crees que son las cubiertas tanto para vender los libros como para establecer la «marca» Hard Case? Charles Ardai: Son absolutamente esenciales. Hard Case Crime no sería Hard Case Crime sin las portadas, igual que una película de James Bond no sería una película de James Bond sin el tema principal de Monty Norman o un BLT no sería un BLT sin el béicon. En cada caso, se trata de un elemento integral que añade sabor y color y textura y jugo. Las ilustraciones de portada siempre fueron un elemento básico de la ficción pulp. En los tiempos en los que este tipo de historias se vendían principalmente en los quioscos, en abarrotadas estaciones de tren y similares, uno no podía sacarle los diez céntimos al currito que esperaba para hacer su transbordo a menos que su portada saltara desde la balda, lo agarrara de las solapas y lo arrastrara hasta la caja registradora. Lo mismo pasaba en la época en la que las droguerías empezaron a vender novelas publicadas directamente en rústica y lo mismo sigue pasando hoy. La mayor parte de las portadas de libros son aburridas y carecen de imaginación. Farfullan con una vocecilla nasal en vez de entonar una canción de sirena. Nuestras portadas están diseñadas para provocar, para tentar, para despertar la curiosidad. Están pensadas para que el lector diga: «Por supuesto espero que la novela que hay detrás de esa portada sea buena, pero incluso aunque no lo sea tengo que comprarme el libro aunque sólo sea para tener esa portada en casa».
Dos curiosas reediciones de obras primerizas de Michael Crichton, escritas bajo el seudónimo de John Lange. Por si eso fuera poco, la trama de Zero Cool está enteramente ambientada en España, empezando en Tossa de Mar y acabando en Granada. Portadas de Gregory Manchess.
KP: Entonces ¿cuáles son los elementos más importantes en una portada para Hard Case? ¿Mujeres hermosas? ¿Hombres peligrosos? ¿Una oportunidad de seducción? ¿Violencia inminente? ¿Qué? CA: ¿Cómo decía aquella vieja canción de La noche del escándalo Minsky’s? «Reúne a diez mujeres estupendas/Pero dales sólo nueve vestidos/Y estarás preparando algo grande». De entre nuestras primeras cinco docenas de portadas, todas salvo una muestran a una mujer hermosa entera o en parte, y precisamente esa una ha sido de las que peor han vendido. El sexo vende. Algunas de nuestras portadas sólo muestran a una persona, otras a dos, otras a tres o cuatro; algunas sugieren acción y otras estatismo; algunas tienen una atmósfera amenazadora mientras que otras son más seductoras. Pero todas tienen una despampanante mujer fatal, normalmente con menos ropa de la que se lleva a la iglesia.
El otro elemento decisivo no depende del contenido sino del estilo. La portada ha de estar pintada siguiendo el estilo de los maestros de mediados del siglo XX: [Robert] McGinnis, [Robert] Maguire, [Rudolph] Belarski, [James] Bama, [James] Avati, [Rafael] De Soto y demás. Es imprescindible que tengan cuerpo, rotundidad; que se vea el brochazo, una representación clásica de la anatomía. Nada de aerógrafos y, por el amor de Dios, nada digital. Sólo óleo sobre lienzo o pintura al temple diluida en auténtica yema de huevo y la mano de un maestro del pincel. Eso es lo que le da a nuestras portadas su aspecto.
Dos portadas de Ron Lesser, uno de los artistas más reincidentes en la colección.
JKP: En 2006 le dijiste a Denise Hamilton del Los Angeles Times: “Es irónico. En los cincuenta podías mostrar a una mujer completamente desnuda en una portada siempre y cuando le estuviera dando la espalda al espectador, pero hoy en día libros con cubiertas así de atrevidas serían rechazados por al menos ciertas cadenas de libreros». ¿Qué ha cambiado en los últimos años? ¿Por qué las portadas de la era Eisenhower y la era Kennedy eran menos puritanas que las de ahora? CA: Como ni siquiera he cumplido aún los cuarenta (aunque sólo me falten un par de meses), no soy quién para decir cómo eran realmente las cosas hace medio siglo, pero sí me da la impresión de que cierto nivel de estimulación en determinados lugares públicos estaba considerado aceptable de una manera que hoy no tendría lugar. Incluso hace 30 años, cuando yo era chaval, recuerdo ir a la barbería local y devorar con los ojos como platos la pila de «revistas para hombres» disponibles para que los clientes leyeran un rato mientras esperaban su turno. Me resulta inconcebible que hoy en día un barbero pudiera hacer lo mismo, especialmente uno que atienda tanto a adultos como a niños. Pero en aquel entonces no sólo estaba aceptado, sino que incluso era lo que uno esperaba. Sospecho que lo mismo debe de ser cierto para los exhibidores de novelas en las droguerías. No estamos hablando de pornografía, sino únicamente de algún que otro trasero desnudo o quizá, muy de vez en cuando, la promesa de un pezón bajo una camisa demasiado fina. No conozco a nadie que haya quedado perjudicado por ver ni una cosa ni la otra. Pero hoy en día a los vendedores les de semejante pánico ofender a alguien que prefieren ir a lo seguro y rechazar cualquier libro cuya portada contenga algún elemento susceptible de ofensa. En estos últimos años nos han dicho de todo, desde «no queremos pies descalzos» hasta que «algunas tiendas no aceptan que se vea el ombligo», e incluso «no podéis mostrar escotes laterales». Sinceramente, yo no siquiera sabía lo que era un «escote lateral» ni que hubiera un nombre para ello. Pero ahí lo tienes. Al final resulta que tienen nombre para todo y si existe la mínima posibilidad de que pueda producirle una erección a alguien, siempre habrá una tienda que no tolere mostrarlo en la portada de un libro. Yo intento ignorar estos comentarios en la medida de lo posible y limitarme a dejar que nuestros artistas pinten la mejor portada posible. Sólo de vez en cuando he tenido que decirle a Bob McGinnis: «¿Puedes cerrarle un poquito la bata?».
Dos muestras del trabajo de Ken Laager para HCC.
JKP: Has conseguido trabajar con algunos de los más célebres ilustradores de la industria de la novela popular, de Robert McGinnis y Glen Orbik a Ron Lesser y Ken Laager. Teniendo en cuenta la repercusión de las portadas de vuestra colección y la consiguiente búsqueda por parte de otros editores de diseños retro, ¿has tenido algún problema a la hora de contratar a algún ilustrador con el que realmente te apeteciera trabajar? CA: Hay algunos pintores que empezaron sus carreras en el pulp y que siguen en activo hoy en día, pero que no tienen interés en volver a sus raíces. El gran James Bama, que es un tipo generoso y encantador, se retiró de la ilustración comercial en 1971 y se mudó a Wyoming para convertirse en un pintor serio, principalmente de estampas del Oeste. Le enseñamos lo que estábamos haciendo y se mostró muy entusiasta, pero aun así no se dejó convencer. Me escribió una nota en la que decía: «Después de haberle dicho que no a Malcolm Forbes, a Clint Eastwood y a George Lucas, cada vez me resulta más fácil”. De igual manera, Ray Kinstler sentía que había dejado atrás su trabajo como ilustrador de pulps y no tenía el tiempo o las ganas de volver a ellos. Pero el caso que más me entristeció fue el de Robert Maguire. Mantuve una buena conversación con él poco antes de que muriera [en 2005] y me dio la impresión de que le habría gustado intentarlo, pero que tenía la impresión de que no iba a ser capaz de producir nada que estuviera a la altura de sus antiguas portadas. Le rogué que lo intentara de todas maneras. Incluso un Maguire menor habría sido una maravilla. Pero no quiso hacerlo, y un par de meses más tarde falleció. JKP: Yo estoy particularmente interesado en McGinnis, ya que después de todo es el gran maestre de los ilustradores de novelas de bolsillo de mediados del siglo XX. ¿Cómo conseguiste convencerle para que trabajara para HCC? ¿Y qué tipo de relación tienes con él ahora que ya ha pintado varias portadas para vosotros?
Dos portadas a cargo de un veterano de estilo inconfundible: Robert McGinnis.
CA: Trabajar con Bob es un placer. Ahora mismo está haciendo su décima portada para nosotros, una que además tiene un cariz especial ya que es para una de las novelas de Brett Halliday protagonizadas por Mike Shayne, probablemente la serie por la que Bob es más conocido (o eso o por los libros de Carter Brown). Me enteré de que Bob seguía pintando gracias a Glen Orbik, el cual me sugirió que lo llamara. Al principio me daba un gran reparo, no sabía ni qué decirle, pero al final me armé de valor y cogí el teléfono… y tan pronto como nos pusimos a hablar supe que tendríamos una relación estupenda. Para empezar, Bob es en un caballero, un auténtico profesional y absurdamente modesto (a pesar de que no tiene ningún motivo para serlo). Aparte de eso, siente una pasión genuina por el tipo de libros que estamos publicando y es evidente que se lo está pasando de lo lindo volviendo a pintar portadas. No tiene demasiado tiempo libre (sigue estando muy reclamado), pero a nosotros siempre nos ha hecho hueco, algo por lo que le estoy sumamente agradecido. La relación laboral es muy simple: le envío una descripción del libro y un par de semanas más tarde él me envía una serie de bocetos inspirados por esa descripción. Yo elijo uno, le digo: «Ponle algo más de ropa a esta mujer, por favor», y ya está. JKP: A buen seguro tendrás algunas favoritas entre todas las portadas que habéis publicado. ¿Cuál es la que más te ha gustado hasta ahora? CA: No podría elegir favoritas entre las obras de nuestros artistas. Ofendería a cualquiera al que no nombrara. Lo que sí puedo decirte es qué portadas han generado más comentarios entre los compradores: las de Greg Manchess para The Vengeful Virgin y Fade to Blonde; las de Glen Orbik para The Max y Blackmailer; las de Robert McGinnis para The Girl with the Long Green Heart y The Last Quarry; la de Sharif Tarabay para Killing Castro y la de Ricky Mujica para The Corpse Wore Pasties. Y hay muchas más. En realidad sólo ha habido un puñado que han generado comentarios negativos, y en el transcurso de cinco años eso me parece algo bastante notable.
Blackmailer y The Max, nuevamente de Glen Orbik.
JKP: Explícame el proceso por el cual una novela clásica pasa a ser un título de Hard Case Crime. Hay cantidad de títulos, pero la mayoría nunca aparecerán en tu colección. ¿Cómo te decides por uno o por otro? CA: Llevo prácticamente 30 años leyendo novelas de género negro; empecé de muy joven. Y recuerdo perfectamente las que más me gustaron. Cuando llega el momento de hacer una recuperación, sencillamente voy a la estantería, saco unos cuantos títulos que recuerdo que me gustaron, los releo para asegurarme de que la memoria no me engaña y luego investigo cuándo fue la última vez que se reeditaron y si los derechos están disponibles. En ocasiones tengo que prescindir de un libro porque otra editorial lo ha vuelto a publicar recientemente; en otras no consigo encontrar al autor o a sus herederos. Pero por lo general, si insisto lo suficiente, acabo localizándolos, y aunque es verdad que un par de autores (o de herederos) nos han dicho que no, han sido los menos. Me llevó años encontrar a la nieta de Steve Fisher, o a los tres hijos (de dos esposas distintas) del Robert B. Parker original. Pero acabé encontrándolos. Y el propio trabajo detectivesco necesario para dar con ellos puede resultar divertido en sí mismo. JKP: ¿Puedes citar un par de libros que te gustaría ver publicados en Hard Case? ¿Algún «santo grial» que te gustara rescatar? CA: Gore Vidal escribió cuando era joven una novela con seudónimo para la editorial Gold Medal [Thieves Fall Out, por “Cameron Kay”] que no se ha vuelto a reeditar nunca, y a mí me encantaría sacarla. Hablamos con él y se lo estuvo pensando, pero al final rechazó la oferta. También me gustaría publicar una nueva edición de la primera y fantástica novela de Alan Furst [Your Day in the Barrel, 1976] que fue nominada al Edgar, pero él nos dejó bien claro que no iba a ser posible. Es demasiado diferente de los libros que publica ahora y no quiere verse asociado con ella, lo cual me parece una pena, pero desde luego está en todo su derecho. Martin Cruz Smith escribió una serie de novelas como “Simon Quinn” acerca de un agente secreto del Vaticano, y dos de ellas, particularmente una, son lo suficientemente buenas como para que merezca la pena recuperarlas. Smith estuvo a punto de decirnos que sí; de hecho, llegó a decir que sí pero luego cambió de idea en el último momento. Y hay más. Pero no faltan autores encantados de ver su trabajo de nuevo en el mercado; no voy a perder el sueño por aquellos pocos que prefieren que su obra permanezca en el anonimato.
Las portadas de Fade to Blond, de Greg Manchess y Killing Castro, de Sharif Tabaray.
JKP: Hace poco leí en uno de tus boletines a los lectores que tienes pensado reducir la frecuencia de publicación de HCC. Hasta ahora habéis estado editando un libro al mes, pero a partir del 2010 la frecuencia pasará a ser bimestral. ¿Por qué ese cambio? CA: Por varios motivos. Básicamente llevo cinco años publicando un libro al mes y es agotador. Tenemos un total de cero trabajadores en plantilla, lo que quiere decir que sólo estoy yo para leer todos los libros, comprar los derechos, negociar los contratos, encargar las portadas, supervisar las fotos y los escaneos, corregir los textos de todos los libros, encargarme de la publicidad, hacer cola en correos para enviarle sus ejemplares a cada autor, etcétera, etcétera. Y de verdad que me encanta, pero cinco años así agotan a cualquiera. Por otra parte, llevo un tiempo teniendo la sensación de que estamos atiborrando el mercado. Sí, habrá algunos superfieles que se leerán todo lo que publiquemos. Pero por cada individuo así, hay otros diez que me dicen lo mucho que les gustan nuestros libros, pero que tienen ya una docena esperando en la pila por leer. De igual modo, resulta difícil entusiasmar a los críticos con cada nuevo título cuando en apenas cuatro semanas va a salir otro por la cinta transportadora. En algún momento del proceso, la publicación de un nuevo título de Hard Case Crime dejó de ser un hecho interesante o digno de atención y pasó a ser sencillamente algo que se da por hecho. Mi esperanza es que, reduciendo la frecuencia de publicación, seamos capaces de conseguir más atención para cada título.
Y eso por supuesto nos lleva al tema de las ventas. La economía está fatal y todo el mundo está sufriendo las consecuencias. No voy a decir que nosotros estemos sufriendo más que los demás, pero nuestras ventas han bajado y espero que con un calendario menos apretado, en el que cada título es un poco más un «evento», se recuperen un poco. Después de todo necesitamos el dinero. Esto es una labor de amor, pero también es un negocio, y si las ventas caen por debajo de cierto nivel no seremos capaces de continuar. De ahí el paso la bimestralidad. Es difícil saber si eso ayudará o perjudicará a las ventas, pero al menos me dará la oportunidad de tomarme un respiro.
Lawrence Block y Mickey Spillane, dos veteranos recuperados por HCC. Las portadas
son de Chuck Pyle y de Arthur Suydam respectivamente.
JKP: ¿Puedes ahondar un poco más en cómo está funcionando Hard Case como negocio? ¿Hay motivos para preocuparse? CA: Trabajamos con otra editorial, Dorchester Publishing, que son quienes se encargan de la producción, las ventas y la distribución, y en estos cinco años han hecho un trabajo consistentemente excelente. También se encargan de llevar la mayor parte de los temas empresariales, de modo que a nosotros nos protegen de lo peor. Pero sé que se enfrentan a la misma situación complicada que cualquier otra editorial, sólo que en mi opinión la situación es más dura para los pequeños que para los grandes. Tenemos menos colchón para amortiguar la caída. Afortunadamente sigue habiendo un montón de lectores ahí afuera y si trabajas duramente aún puedes vender suficientes libros como para mantenerte a flote. Pero desde luego resulta más complicado ahora de lo que lo era incluso hace sólo un par de años, y no me sorprendería que Hard Case Crime tuviera que acabar cerrando algún día. No es por sonar fatalista, pero nada dura para siempre.
Una vez dicho eso, incluso aunque tuviéramos que echar el cierre mañana (cosa que no vamos a hacer), seguiría sintiéndome orgulloso de lo que hemos conseguido. Más de sesenta libros en cinco años, entre ellos cinco nominados a los Edgar (y un ganador), dos ganadores del Shamus, nominados a muchos otros premios, reseñas en todos los principales periódicos y revistas del país… No es moco de pavo. Es muchísimo más de lo que pensé que íbamos conseguir la primera vez que a Max [Phillips] y a mí se nos ocurrió la idea de esta colección. Pensamos que sacaríamos seis libros y que ahí acabaría todo. JKP: ¿Qué has aprendido acerca del negocio de la edición que desearías haber sabido antes de empezar? CA: Oh, he aprendido millones de cosas. Sería imposible explicarlas todas en una respuesta que no fuera a ocupar un libro entero. Pero quizá lo más importante que he aprendido ha sido que si hay algo que amas y que de verdad sientes con pasión, hay una buena probabilidad de que haya más gente ahí afuera, quizá miles e incluso millones, que compartan esa pasión. Y si eres capaz de llegar a una cantidad suficiente de esas personas, tienes una buena base sobre la que levantar una colección longeva.
Dos de mis portadas favoritas de todo el catálogo de HCC,
a cargo de Chuck Pyle y de Michael Koelsch.
(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:
El 31 de diciembre de este año, se cumplirán 15 años desde la publicación de la última tira de Calvin y Hobbes. Escalofriante lo rápido que ha pasado el tiempo, ¿verdad? Casi tan escalofriante como pensar que Bill Watterson, su creador, llevaba casi veinte años sin dar una entrevista. ¿Llevaba? Sí, en pretérito. Veinte años llevaba sin dar ninguna entrevista a un diario hasta que hoy ha aparecido una publicada en The Cleveland Plain Dealer (qué magnífico nombre para un periódico, por cierto). Es tan cortita que por una vez me he desmelenado y la he traducido entera. También hay que reconocer que las preguntas son un tanto chorras, pero en fin… ¡menos da una piedra! La entrevista viene firmada por John Campanelli y podéis leerla en su idioma original aquí. Y ya que estamos, aprovecho para dejar nuevamente este enlace al dossier de prensa de Schulz, Carlitos y Snoopy, la biografía escrita por David Michaelis, que incluye una crítica de la misma escrita por Bill Watterson para The Wall Street Journal, por si alguien tiene interés en echarle un vistazo.
The Cleveland Plain Dealer: Con casi 15 años de distancia y reflexión, ¿qué cree que tenía Calvin y Hobbes que sirvió para capturar no sólo la atención de los lectores sino también sus corazones? Bill Watterson: La única parte que comprendo es la referente a la creación de la tira. Lo que los lectores extraen de ella es cosa suya. Una vez publicada, los lectores aportan sus experiencias personales y la obra adquiere viva propia. Cada uno responde de manera diferente a diferentes elementos. Yo sólo intentaba escribir con sinceridad e intentaba crear un pequeño mundo que resultara divertido observar, de modo que la gente dedicara tiempo a leer la tira. Esa era toda mi preocupación. Mezclas unos cuantos ingredientes y muy de vez en cuando la química actúa. No soy capaz de explicar por qué la serie tuvo el éxito que tuvo y tampoco creo que pudiera volver a duplicarlo jamás. Han de darse muchas circunstancias a la vez. TCPD: ¿Qué piensa del legado que dejó su tira? BW: Bueno, no es un tema que me quite el sueño. Son los lectores los que han de decidir si la obra tiene sentido y relevancia para ellos, y puedo vivir con cualquier conclusión a la que lleguen. Una vez más, mi parte en todo esto terminaba mayormente en el momento en el que la tinta se secaba. TCPD: Los lectores se hicieron amigos de sus personajes, de modo que, comprensiblemente, lamentaron (y todavía hoy siguen lamentando) que la serie llegara a su fin. ¿Qué les diría?
De propina, esta página dedicada a rarezas de Bill Watterson
en la que he encontrado este autorretrato.
BW: No es tan difícil de comprender como la gente intenta que parezca. Al cabo de diez años, había contado prácticamente todo lo que me había planteado contar. Siempre es mejor dejar la fiesta en el momento álgido. Si me hubiera dejado llevar por la popularidad de la tira y me hubiera seguido repitiendo durante otros cinco, diez o veinte años, la gente que ahora «lamenta» la desaparición de Calvin y Hobbes estaría exigiendo mi cabeza y maldiciendo a los periódicos por publicar tiras viejas y tediosas como la mía en vez de buscar nuevos talentos. Y yo estaría de acuerdo con ellos. Creo que parte del motivo por el que Calvin y Hobbes sigue encontrando un público hoy en día es porque elegí no apurarlo hasta las heces. Nunca he lamentado dejarlo cuando lo hice. TCPD: Su obra tocó a tanta gente que muchos fans sienten una conexión con usted, como si le conocieran. Quieren más obras suyas, más Calvin, otra serie, lo que sea. Sus fans lo consideran realmente como a una estrella del rock. Debido a su aversión a la vida pública, ¿cómo se enfrenta usted a esa situación? ¿Y cómo lleva pensar que seguirá siendo así durante el resto de su vida? BW: Ah, la vida del historietista… ¡Cómo echo de menos las groupies, las drogas y las habitaciones de hotel destrozadas! Pero desde mis días de «estrella del rock», la atención del público ha disminuido un montón. En términos de cultura popular, los noventa transcurrieron hace eones. Hay momentos ocasionales de extrañeza, pero por lo general llevo una vida tranquila y hago lo que puedo por ignorar el resto. Me siento orgulloso de la tira, enormemente agradecido por su éxito y sinceramente halagado de que la gente siga leyéndola, pero escribí Calvin y Hobbes cuando tenía treinta años, y desde entonces ha llovido mucho. Una obra de arte puede quedar congelada en el tiempo, pero yo sigo avanzando a trompicones por los años igual que todo el mundo. Creo que los fans más serios lo entienden y están dispuestos a dejarme espacio para seguir con mi vida. TCPD: Ahora que el servicio postal de Estados Unidos va a lanzar unos sellos con la imagen de Calvin, ¿cuánto tiempo piensa esperar antes de enviar una carta con uno de ellos? BW: Pienso montar de inmediato en mi carro tirado por caballos y enviar un cheque para pagar mi subscripción al periódico. TCPD: ¿Cómo quiere que la gente recuerde a aquel niño de seis años y a su tigre? BW: Yo voto por «Calvin y Hobbes, Octava Maravilla del Mundo».
Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee en La carretera, de John Hillcoat.
Tengo mono de Cormac McCarthy. En el último par de semanas se me han juntado tres conversaciones con tres amigos distintos acerca de tres de sus libros y, aunque debo decir que ninguno de ellos comparte mi entusiasmo por el escritor norteamericano, el mero hecho de hablar largo y tendido sobre los elementos que me fascinan de su obra consiguió que me entraran unas ganas enormes de leer algo nuevo suyo. Buscando información en Internet, encontré esta entrevista publicada por el Wall Street Journal a propósito del estreno en Estados Unidos de la adaptación de La carretera dirigida por John Hillcoat (el de la tremenda La propuesta) y protagonizada por Viggo Mortensen. En ella, McCarthy habla un poco por encima de la que será su próxima novela y, sobre todo, comenta varias cosas que me han parecido muy interesantes acerca de La carretera, de Meridiano de sangre y del propio hecho de escribir. He traducido unos cuantos fragmentos de la misma con la esperanza de acallar un poco mi impaciencia, pero no ha servido de nada. Menos mal que luego he recordado que aún tenía aquí en casa por leer The Gardener’s Son, un pequeño volumen de cien paginitas editado en 1997 por Ecco Press que recoge su guión para el telefilme homónimo de 1977, dirigido por Richard Pearce, protagonizado por Ned Beatty y Brad Dourif y galardonado en su día con dos Emmys.
La elegante portada de The Gardener’s Son, diseñada por Barbara Aronica.
Aunque nunca había tenido ocasión de ver la película, el guión me ha gustado bastante. No deja de ser una historia muy mínima y contenida, de celos, lucha de clases y venganza en un pequeño pueblo de Carolina del Sur dominado por un gigante de la industria textil, pero es puro McCarthy y los diálogos son una delicia. Creo además que su lectura resultaría sumamente educativa para aquellos que piensan que su obra es demasiado cinematográfica o que «se lee como un guión», ya que las diferencias respecto a su prosa son, como no podía ser de otra manera, notables. Cuando el autor de No es país para viejos se dedica en sus novelas a describir de manera parca y seca las acciones de sus personajes, no está cayendo en una simple enumeración de planos; no son instrucciones para los actores. Muy al contrario, dichas descripciones son un brillantísimo recurso destinado a crear un vacío psicológico que el lector se ve obligado a llenar. Uno puede intuir cómo son los personajes de McCarthy debido a lo minuciosamente que se nos describen sus actos, pero nunca podemos llegar a estar seguros de qué están pensando realmente. En el prólogo de The Gardener’s Son, Richard Pearce comenta muy acertadamente que los libros de McCarthy no siguen un camino novelístico tradicional, en el sentido de que por mucho que el narrador sea omnisciente, nunca llega a penetrar en la cabeza de los personajes, «siendo así capaz de asegurar la inescrutabilidad de sus sujetos, al mismo tiempo que los investiga en profundidad», lo cual obliga al lector a proyectar mucho de sí mismo en los personajes y a revaluar continuamente sus intenciones, la veracidad de sus sentimientos e incluso su catadura moral. Esto, que por otra parte todos nos vemos obligados a hacer a diario al tratar con los demás, no es un recurso habitual dentro de lo que por lo general solemos considerar la «gran literatura» tradicional, que más bien tiende a darnos ese acceso a las interioridades psicológicas y sentimentales de los otros que en la vida real nos está negado. Pero que Cormac McCarthy haya decidido prescindir de ese elemento no quiere decir que sea menos literario o más cinematográfico. Muy al contrario, es justamente esa barrera autoimpuesta la que en mi modesta opinión le convierte en un estilista y en un literato de primer orden. En cualquier caso, basta de disquisiciones. Al margen de que os guste más o menos la obra de McCarthy, espero que en cualquier caso os resulten de interés sus declaraciones. La entrevista viene firmada por John Jurgensen y si os quedáis con ganas de más, tenéis el resto aquí.
Cormac McCarthy. Foto: Derek Shapton.
WSJ: La primera vez que fue a visitar el decorado, ¿qué le pareció en comparación con cómo había visto La carretera en su cabeza?
CM: Supongo que mi idea de lo que estaba sucediendo en La carretera no incluía a un equipo de entre 60 y 80 personas y un montón de cámaras. Hace unos treinta años hice una película con el director Dick Pearce en Carolina del Norte y pensé: «Es un trabajo infernal. ¿Quién querría hacer algo así?». Yo, en vez de eso, me levanto, me tomo un café y me doy una vuelta y leo un rato, me siento, tecleo unas cuantas palabras y miro por la ventana.
WSJ:La carretera es una historia de amor entre un padre y un hijo, pero ellos nunca llegan a decirse «Te quiero».
CM: No. No me pareció que eso fuera a aportarle nada al libro. Pero muchos de los diálogos son transcripciones literales de conversaciones que he tenido con mi hijo John. A eso me refiero cuando digo que él es el coautor de la novela. Muchas de las cosas que dice el chico en el libro son frases dichas por John. Un día me preguntó: «Papá, ¿qué harías si me muriera?». Y le dije: «Yo también me querría morir». Y él dijo: «¿Para poder estar conmigo». «Sí, para poder estar contigo». Sencillamente una conversación entre hombres.
WSJ:Todos los hermosos caballos también fue adaptada al cine en una película protagonizada por Matt Damon y Penélope Cruz. ¿Quedó usted satisfecho con el resultado?
CM: Podría haber sido mejor. Todavía hoy podría remontarse y quedaría una película bastante decente. La intención del director era trasladar todo el libro a la pantalla y, en fin, eso es imposible. Lo que has de hacer es elegir qué historia quieres contar y trasladar a la pantalla únicamente eso. De modo que al final se encontró con que había hecho una película de cuatro horas y que para poder estrenarla tenía que quitarle dos.
WSJ: ¿Es el problema de la duración aplicable también a los libros? Un libro de 1.000 páginas, ¿es excesivo?
CM: Para los lectores modernos sí. Al parecer, hoy en día la gente sólo tiene paciencia para los libros de misterio. Si son de misterio, cuanto más largos sean, mejor, y la gente leerá lo que sea. Pero los libros indulgentes de 800 páginas que se escribían hace un siglo no van a seguir escribiéndose y la gente debe ir haciéndose a la idea. Si crees que vas a escribir algo como Los hermanos Karamazov o Moby-Dick, adelante. Nadie lo va a leer. Me da igual lo bueno que sea o lo listos que sean los lectores. Sus intenciones, sus cerebros, son diferentes.
Otro fotograma de La Carretera.
WSJ: ¿Cómo han afectado nociones como la vejez y la muerte a su trabajo? ¿Ha pasado a ser más urgente?
CM: Tu futuro es cada vez más corto y eres consciente de ello. De unos años a esta parte, no me apetece hacer ninguna otra cosa que no sea trabajar y estar con mi hijo John. Oigo a gente que se plantea tomarse unas vacaciones y pienso, ¿para qué? No tengo ningún deseo de viajar. Mi día perfecto consiste en estar sentado en un cuarto con unas hojas en blanco. Es como estar en el cielo. Es oro puro, y cualquier otra cosa es una pérdida de tiempo.
WSJ: ¿Y cómo afecta esa escasez de tiempo a su trabajo? ¿Ha hecho que quiera escribir más piezas breves o recapitularlo todo con una gran obra que resuma toda su carrera?
CM: No tengo ningún interés en escribir historias cortas. Es difícil que cualquier cosa que no ocupe años de tu vida y te deje al borde del suicidio pueda merecer la pena.
WSJ: Novelas como Meridiano de sangre tuvieron un largo e intensivo proceso de documentación histórica. ¿Qué tipo de documentación buscó para escribir La carretera?
CM: No sé. Me limité a hablar con la gente acerca de cómo serían las cosas en caso de varias situaciones catastróficas. Pero no me documenté demasiado. Suelo hablar por teléfono con mi hermano Dennis, y bastante a menudo nos ponemos a teorizar acerca de todo tipo de espantosas maneras en las que podría acabar el mundo, y siempre acabamos riendo a carcajadas. Cualquiera que nos oyera diría: «¿Por qué no te limitas a meterte en la bañera y a cortarte las venas?». Hablamos de que si sobreviviera un pequeño porcentaje de población, ¿qué harían? Probablemente se dividirían en pequeñas tribus, y cuando todo lo demás se acaba lo único que queda es comerse los unos a los otros. Sabemos que históricamente es cierto.
WSJ Su escritura es una forma de poesía. Pero gran parte de lo que lee y estudia es técnico y está basado en la realidad. ¿Existe alguna línea divisoria entre el arte y la ciencia, y dónde empiezan a confundirse?
CM: No hay duda de que en las matemáticas y la ciencia hay una estética. Fue una de las razones por las que Paul Dirac tuvo problemas. Fue uno de los grandes físicos del siglo XX. Pero creía sinceramente, al igual que otros físicos, que de tener que elegir entre algo lógico y algo hermoso, la opción más estética tenía más visos de ser la correcta. Cuando Richard Feynman presentó su versión actualizada de la electrodinámica cuántica, a Dirac no le pareció que fuera cierta porque era fea. Era desordenada. No tenía la claridad y la elegancia que él asociaba con las grandes matemáticas o las teorías físicas. Pero estaba equivocado. No existe una única fórmula.
Cormac McCarthy. Foto: Eric Ogden.
WSJ: ¿Considera usted que intenta tratar las mismas grandes cuestiones en todas sus obras, sólo que de diferente manera?
CM: El trabajo creativo se ve a menudo impulsado por el dolor. Puede pasar que si no tienes algo metido continuamente en la cabeza volviéndote loco, no tengas nada. No es un buen sistema. Si fuera Dios, lo habría organizado de otra manera. Las cosas sobre las que he escrito han dejado de tener interés para mí, aunque ciertamente lo tenían antes de que escribiera sobre ellas. Hay algo en el acto de escribir que aplana las ideas. Las agota. Siempre le digo a la gente que no he leído ninguno de mis libros, y es cierto. Se creen que les tomo el pelo. […] No sé qué parte de nuestra cultura va a sobrevivir, ni si sobreviviremos. Fíjese en las obras de teatro griegas, son muy buenas. Y sólo hay un puñado. ¿Cómo de buenas serían si hubiera 2.500? Pero ese es el futuro que nos espera. Millones de ejemplos de cualquier cosa que se le ocurra. El mero hecho de que exista un número tan abrumador de obras bastará para devaluarlas. Me da igual si hablamos de arte, literatura, poesía, teatro o lo que sea. Quiero decir, que si tuviéramos miles de obras de teatro griegas, ¿serían igual de buenas? No lo creo.
WSJ: ¿Qué puede contarme sobre la nueva novela que está escribiendo, en términos de historia o ambientación?
CM: No se me da muy bien hablar sobre estas cosas. Está ambientada principalmente en Nueva Orleans en torno a 1980. Es la historia de un hermano y una hermana. Cuando comienza la novela, ella ya se ha suicidado, y el libro va de cómo se enfrenta él a este hecho. Ella es una chica interesante.
WSJ: Algunos críticos se han centrado en lo raro que es que profundice usted en los personajes femeninos.
CM: Este libro es largo y habla sobre todo de una mujer joven. Hay varias secuencias interesantes repartidas a lo largo del libro que tratan del pasado. El libro empieza siete años después de que ella se haya suicidado. Llevaba cincuenta años pensando en escribir sobre una mujer. Nunca seré lo suficientemente competente como para conseguirlo, pero en algún momento había que intentarlo.
Hoy, en la sección Conectado del suplemento On Madrid, del periódico El País, aparece un texto escrito por Gorka Elorrieta a propósito de Es Pop Ediciones. He pensado que podía estar bien complementarlo colgando aquí la entrevista completa que me hizo Gorka hace unas semanas para preparar el artículo. Quiero aprovechar también para darle las gracias a Gorka por la batería de preguntas que se curró, a pesar de que la sección es cortita y se la podía haber liquidado en dos patadas, y a Jesús Pérez por su paciencia y por las fotos que ilustran el post. No dejéis de visitar su web, donde encontraréis cantidad de instantáneas majas y modelos mucho más agraciados.
¿Cuánto tiempo llevabas rumiando lo de lanzar una editorial?
Supongo que la idea debía ir madurando sin que yo me diera cuenta prácticamente desde que empecé a traducir para otras editoriales, unos diez años aprendiendo todo lo posible sobre el negocio. Luego, que empezara a planteármelo en serio, hará unos tres años. ¿Cuál fue el impulso definitivo?
Pregunté por los derechos de los dos libros que más me apetecía editar, más que nada por informarme, y dio la casualidad de que ambos estaban libres. Pensé que nunca me lo iban a volver a poner tan a huevo y que había que lanzarse. Así, aunque las cosas no fueran bien, por lo menos me habría dado el lujo de empezar exactamente tal y como yo quería. ¿Y cómo está el patio para colocar libros como los tuyos?
Bien y mal. Bien porque los libros interesan y están vendiendo a buen ritmo, pero mal porque las distribuidoras en general son excesivamente cautas. Muchas veces si no conocen el material no se arriesgan, y en ocasiones hay algunas que ni se lo miran, te dicen que ya trabajan con demasiadas editoriales y pasan de ti, así que llegar a todos los sitios a los que queremos llegar está resultando algo más complicado de lo previsto. Afortunadamente, los sitios a los que sí llegamos con las distribuidoras que tenemos están dando buen resultado y la venta por correo está funcionando muy bien. También cada día hay más libreros que nos hacen los pedidos directamente. La biografía de Mötley Crüe ya va por la segunda edición. ¿Era algo que esperabas?
No suelo pecar de optimista, pero en este caso sí que lo tenía bastante claro. Por eso es el número uno de la colección, porque todos los que vengan detrás van a vender mucho menos (risas). Y El otro Hollywood ha tenido muy buenas reseñas… ¿Duerme uno más tranquilo?
Las reseñas se agradecen mucho, desde luego, y te alegra que un libro en el que crees a pies juntillas sea tan bien recibido, pero en última instancia el único somnífero eficaz son las liquidaciones. ¡Para qué mentir! ¿Fue complicado hacerse con los derechos para traducirlos y editarlos aquí?
La verdad es que no. De hecho, probablemente fue la parte más sencilla de todo el proceso. Por cierto, ¿cuánto tiempo te mantuvo enfrascado la traducción de El otro Hollywood?
Unos seis meses. Lógicamente, no a jornada completa.
¿Puedes adelantarnos qué vas a editar próximamente?
En un par de meses lanzaremos Schulz, Carlitos y Snoopy, una biografía del creador de Peanuts escrita por David Michaelis y, si todo va bien, para primeros de año saldrá la autobiografía de Slash, guitarrista de Guns N’Roses y Velvet Revolver. Dime algún libro que te gustaría haber editado y que pudiese entrar en la filosofía de Es Pop Ediciones.
Hay dos en concreto que me hubiera encantado publicar, entre otras cosas para dar una imagen un poco más amplia de lo que quiere ser la editorial, que quede claro que no nos vamos a limitar sólo a biografías de roqueros excesivos o a temas escabrosos. Uno era Milagros de vida, la autobiografía de J. G. Ballard, que finalmente editó Mondadori, y el otro Ligeramente desenfocado, la crónica de Robert Capa sobre sus vivencias en la Segunda Guerra Mundial. Este último, de hecho, estuve a punto de comprarlo hace dos años, pero me pareció excesivamente arriesgado seguir invirtiendo sin haber sacado aún ningún libro. Finalmente ha sido editado este mismo año por La Fábrica, cosa de la que en cualquier caso me alegro porque es cojonudo. Muy recomendables los dos. ¿Eres de Madrid o qué te trajo aquí?
Soy de Capdepera, un pueblo de Mallorca. Me vine a Madrid hará… buf, catorce o quince años. Principalmente para no seguir poniéndoles copas a los alemanes, que parecía ser mi destino en caso de haberme quedado allí. ¿Cómo llevas lo de las redes sociales? A cuáles estás más enganchado (si es que lo estás)…
Personalmente las que más me gustan y las únicas en las que tengo cuenta son flickr y tumblr. La primera porque me sirve para conocer continuamente a cantidad de fotógrafos buenísimos de los que de otra manera probablemente no habría oído hablar jamás. También me gusta mucho cómo está diseñada y organizada, es una página muy limpia y ordenada. Tumblr, por otra parte, es una fuente de inspiración y de hallazgos constante. Yo utilizo el mío únicamente como archivo de imágenes para tener una especie de registro vivo de ilustradores y diseñadores que me van llamando la atención. En breve quiero empezar también un twitter, pero dedicado únicamente a lanzar avisos sobre las novedades de la editorial, para quien no quiera registrarse en la página web dejando su mail. Como ves, las uso más que nada con un ojo siempre puesto en el trabajo. ¿Cuál es tu top three de páginas que más visitas? ¿De qué van?
Una que nunca dejo de visitar es Fogonazos, el blog de Antonio Martínez Ron, que promete asombros diarios —principalmente relacionados con la ciencia, la tecnología y la naturaleza— y además lo cumple. También suelo entrar con regularidad en varias páginas dedicadas al diseño de portadas de libros. Hay muchas muy buenas, pero desde un punto de vista profesional quizá la más interesante sea FaceOut Books, en la que cada semana entrevistan a un diseñador acerca de una portada en concreto, para que explique el proceso de creación. Por último, me gusta mucho Today’s Inspiration, un blog dedicado a recopilar trabajos de ilustradores norteamericanos, principalmente de los años cuarenta y cincuenta, probablemente mi época favorita para la ilustración comercial. ¿A qué dedicas más tiempo durante el día? La editorial, traducir cómics, actualizar Cultura Impopular…
Intento reservar las mañanas para traducir todo lo que pueda, ya sea para mí, para otras editoriales o para estudios de doblaje, y por las tardes me dedico un poco más a lo que son las labores puramente administrativas de Es Pop. El blog lo mantengo a duras penas en momentos libres que voy robando de aquí y allá. Bueno, y también cuando me toca algún trabajo particularmente pesado con el que no me apetece nada ponerme. En esos momentos, tener la excusa de actualizar el blog me viene de maravilla (risas).
¿De dónde viene tu filia por la cultura Pop?
He crecido con ella. En mi casa siempre ha gustado mucho el cine, la música, la lectura… No puedo decirte un momento concreto en el que empezara a interesarme, siempre ha estado ahí. Radiografías de una banda y de un cine… ¿Tienes pensado editar títulos de narrativa? ¿O cómics?
Cómics no, pero en febrero del año que viene lanzamos una nueva colección de narrativa coeditada junto a mis amigos de Valdemar. Serán libros “de género”, contemporáneos y bastante potentes, muy escogiditos. La idea es combinar el mimo con el que ha editado siempre Valdemar con un punto de vista un poco más moderno y atrevido. ¡Queremos sacudir el mercado del bestseller! (risas) Además de George Pelecanos, ¿qué otras adicciones literarias tienes/has tenido? ¿Qué autores?
Buf, cantidad. De adolescente, Lovecraft, Stevenson, Conrad, Jack London, Eduardo Mendoza, Patricia Highsmith, Ballard, Hammet y Chandler, Stephen King, Bukowski, lo típico. Ahora mismo, de entre los contemporáneos, procuro que no se me escape ningún libro de James Ellroy, Ian McEwan, Julian Barnes, Phillip Kerr, Cormac McCarthy, Michael Chabon o el propio Pelecanos, ni las reediciones de clásicos de la literatura de bolsillo como Donald Westlake o Lawrence Block. Luego, como todo el mundo, pues voy por temporadas y ramalazos. Hace un par de años un amigo me recomendó mucho Yo que he servido al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal, y me gustó tanto que no paré hasta haberme leído todo lo que tenía publicado en castellano. Y lo mismo me ha ido pasando con otros autores como John Fante, Daniel Pennac, Marc Behm, George MacDonald Fraser, Michel Faber, Albert Sánchez Piñol, Arturo Barea… No sé, la lista se va ampliando continuamente. ¿Qué joya tienes en casa… sea un disco, un cómic…?
Hace poco compré una edición norteamericana de 1912 de La llamada de la selva, con unas ilustraciones preciosas de Paul Branson, que me tiene encantado. Cuando eras pequeño, ¿qué querías ser de mayor?
Paleontólogo. Me pasaba el día dibujando dinosaurios. ¿Qué te dicen en casa paterna? Editas las andanzas salvajes de Mötley Crüe, un libro sobre cine porno…
Hombre, no creo que lleguen a ser nunca sus libros favoritos, pero son libros, así que les parece bien. ¡Mejor que cuando trabajaba para una multinacional! Al trabajar en tu propia casa… ¿cómo te llevas contigo mismo? ¿Mantienes cierto criterio organizativo para cumplir con los plazos o… tiendes a todo a última hora?
Intento ser bastante disciplinado con los horarios y cuando los encargos son para otros creo que lo consigo. Cuando trabajo para mí mismo sí que puedo llegar a ser un poco más caótico y acumular rachas de jornadas maratonianas con días de no hacer nada, pero intento controlarlo. Más que nada porque a lo de no hacer nada te acostumbras rápido. ¿Qué tipo de cine te ha dado más alegrías? (sin malicia)
La lista sería interminable. Desde hace años intento ver una película diaria y pocas veces dejo de hacerlo, así que imagina. Si quieres, te digo las tres que creo que he visto más veces: Grupo Salvaje de Peckinpah, El hombre tranquilo de Ford y El fuera de la ley de Eastwood.
Una de las cosas que más fastidia de ser un sello pequeño (si no la que más) es la incapacidad para poner proyectos en marcha de una manera automática. Por ejemplo: una de las cosas que me hubiera encantado hacer si me saliera el dinero por las orejas habría sido comprar de inmediato los derechos de Cosas que los nietos deberían saber, la autobiografía del músico Mark Oliver Everett, tan pronto como se anunció su existencia. Es más, si me saliera MUCHO dinero por las orejas hasta lo habría editado acompañado con un DVD del magnífico documental de la BBC Parallel Worlds, Parallel Lives, que habla de su vida y de la su padre, Hugh Everett, físico al que se atribuye la creación de la teoría de los mundos paralelos. Por desgracia, los recursos sólo llegan para unos pocos títulos al año, y hay que armarse de paciencia y ser consciente de que si dejas a una chica guapa sola en la pista de baile es muy probable que no permanezca sola mucho tiempo. Es lo que ha pasado con el libro de Everett, del cual me acabo de enterar que ya ha encontrado pareja: Blackie Books, otro sello de nuevo cuño que lo tiene anunciado para noviembre. Y aunque por una parte me fastidia, porque el grupo de Everett, los Eels, es uno de mis favoritos desde hace más de una década y me habría encantado traducirlo, por otra parte me alegro un montón de que el libro vaya a salir en castellano mucho antes de lo que yo habría podido sacarlo, y ya estoy preparando la cartera para regalar varios ejemplares a los amigotes. Son gajes inevitables y no queda más remedio que aceptarlos. Yo, que para esto soy muy obsesivo, empiezo todos los años preparando una lista con los libros que me gustaría editar y automáticamente la convierto en una lista de libros que asumo que NO voy a publicar; así, habiéndolo dejado por escrito, parece como que te mentalizas mejor, y si luego resulta que acabas pillando alguno, pues mira, miel sobre hojuelas. Y sí, ya sé que suena un poco demente, pero bueno, mejor eso que andar luego cabreado por el mundo.
Izquierda, la libreta loca en la que voy tachando lo que otros van editando.
Derecha, E por Adrian Tomine.
En cualquier caso, la noticia de la próxima edición de Cosas que los nietos deberían saber por parte de Blackie Books, a los que, repito, deseo toda la suerte del mundo, me ha llegado justo cuando estaba preparando una entrada sobre el último disco de Eels, así que ya que estoy aprovecho y la termino. Si no conoces de nada a los Eels, esta entrada de la Wikipedia te pondrá mínimamente al día. Si por el contrario ya estás familiarizado con ellos, sabrás que se trata de un proyecto personal de Everett, el cual, bajo el nombre artístico «E», va cambiando la formación del grupo de disco en disco, dependiendo del estilo que le quiera dar a cada uno. Esto es algo que se traslada también a sus siempre sorprendentes directos, los cuales cambian por completo de gira en gira. Su anterior álbum, por ejemplo, le sirvió para realizar no una sino dos giras mundiales, una primera por teatros, acompañado de un cuarteto femenino de cuerda e instrumentos acústicos (y utilizando una maleta para la percusión en vez de una batería), y una segunda en salas de conciertos en las que interpretó las mismas canciones pasándolas por el filtro de un eléctrico trío encuerado y barbado a lo Z. Z. Top. La misma energía desgarrada, guarrona y salvaje de aquella gira es la que parece haber animado su nuevo y para mi gusto excelente disco: Hombre Lobo, 12 Songs of Desire, una vuelta de rosca a su estilo más roquero y brioso (como en Souljacker y Shootenanny, pero subiendo el volumen al once), que en ocasiones llega incluso a acercarse al tono bribón y primordial de los mejores grupos del sello Alive, como Black Keys, Left Lane Cruiser o los sin par Black Diamond Heavies. Y como muestra, un botón: «Tremendous Dynamite», quizá mi tema preferido de todo el disco.
Por supuesto, en Hombre Lobo también hay espacio para las baladas tristonas marca de la casa, sin dejar nunca de lado, eso sí, un tranquilo y socarrón sentido del humor (característica esta última desplegada por E en todos sus proyectos y que a mí al menos es una de las que me convirtió en fan irredento de todo lo que hace), como deja bien patente el vídeo para su nuevo sencillo, «That Look You Give That Guy», coprotagonizado por Bobby Jr., el único perro del mundo del espectáculo con página web propia.
A propósito del lanzamiento de Hombre Lobo, E ha dado varias entrevistas, entre ellas esta, esta y esta, de las cuales he sacado los siguientes fragmentos:
¿Fue duro para ti escribir el libro?
Fue lo más difícil que he hecho nunca. No recomiendo escribir un libro a menos que quieras descubrir por qué todos los grandes escritores son alcohólicos. El documental, por el contrario, fue muy sencillo. La BBC me abordó con la idea completamente desarrollada. En un principio, tuve mis dudas. Pensé: «¿Cómo van a conseguir unir tres elementos tan dispares como un documental científico, un drama familiar y un rockumental?». Pero en mi opinión lo consiguieron de sobra. Y después de los cuatro años que te llevó escribir el libro y hacer el documental, ¿vas y decides hacer un disco sobre el deseo?
Tras cuatro años de volver la vista atrás, sólo quería hacer algo que no fuera excesivamente autobiográfico. Quería algo completamente diferente. Y se me ocurrió la idea del deseo, la cual, para mí, musicalmente, equivalía a guitarras eléctricas y a un sonido muy inmediato. La chispa, si quieres… El comienzo de todo, ¿sabes? De modo que has hecho un esfuerzo por no ser autobiográfico en las letras.
He hecho lo posible por no serlo. En cualquier caso, a menudo acabo dándome cuenta, cuando escribo con la voz de un personaje, que cinco años más tarde, al volver la vista atrás, resulta que, «Oh, eso es justo lo que estaba experimentando personalmente en aquel momento». Pero por algún motivo no soy consciente mientras lo hago. Mientras estaba trabajando en el disco, le describí a una amiga el concepto como básicamente 12 temas desde el punto de vista de un viejo hombre lobo calentorro. Y ella me dijo: «Ah, o sea que es tu disco más sincero hasta la fecha». Así que mejor me vuelves a hacer la pregunta dentro de un par de años; podría ser más autobiográfico de lo que creo. ¿Piensas que como artista necesitas seguir experimentando circunstancias inusuales para seguir creando?
No, no lo creo. Mira a Tom Waits, lleva sobrio veinte años y vive sus obsesiones a través de sus arte. Para nada tienes que ser un tipo torturado para escribir genialidades. Estoy convencido de ello. Quizá haya personas que lo necesiten porque sea el único modo en el que saben trabajar. Pero en mi opinión la imaginación es la herramienta más valiosa que tenemos todos. Sólo tienes que estar dispuesto a abrir de verdad tu imaginación más allá para ver lo lejos que puedes llegar con tus cosas. No tienes por qué vivir torturado. Basta con ser buen escritor.
En tus memorias hablas de lo difícil que te resultaba comprender la actitud distante de tu padre, y cómo iba a poder tener alguna relación su vida en un plano tan abstracto como el de la mecánica cuántica con la tuya, inmerso en la música.
A medida que he ido creciendo, no he podido evitar fijarme (como nos pasa a muchos) en las similitudes entre nuestras personalidades, y en el modo en el que vivimos nuestras vidas. Al principio es inquietante, porque intentas rebelarte y decir: «nunca seré como ellos». Pero un día te miras al espejo y ves a tu padre devolviéndote la mirada. Entenderás que alguien con un historial como el mío tenga dudas a la hora de formar una familia. Incluso sin los aspectos más trágicos, es todo una mierda, y si a eso le sumas las tragedias [su padre falleció a los cincuenta y dos, su hermana se suicidó dos años antes de que su madre muriera de cáncer y su prima iba en el avión que se estrelló contra el Pentágono], no me apetece para nada. Sin embargo, siempre me ha atraído la idea, y esa es una de las cosas que me ha llevado a ser capaz de perdonar a mi padre por sus carencias. No importa lo mucho que intentes rebelarte contra tus padres, genéticamente eres ellos en muchos aspectos. Y cuanto mayor te haces, más te identificas con ellos, en mi caso desde luego. ¿Cómo es volver a la música después de haber escrito un libro?
Me gusta hacer cosas, lo que se me hace duro es mostrarlas luego. Me resulta muy desagradable. Una de mis ideas es hacer discos y no publicarlos. Me lo paso en grande haciéndolos, pero a partir del día en que los terminas te pasas meses jodido. ¿Te refieres a tener que hacer prensa y giras?
En parte. Me gusta estar en casa. Irónicamente, me gusta la rutina, a pesar de que artísticamente no me gusta. Pero la necesito para poder soltarme las alas como músico. Pero es más que eso. Sacar tus proyectos al mundo hace que te sientas vulnerable. Cuando acabé Blinking Lights me sentí como si me hubiera arrinconado a mí mismo. Era el tipo de disco que haces al final de tu carrera. Aprendí una lección con el primer disco de Eels. Para nosotros fue un éxito comercial bastante grande. Tuvimos un vídeo en MTV en el que salíamos volando, y cantidad de gente compró el disco. Pero yo odié toda la experiencia. Me demostró que no quería formar parte de aquel mundo. Para el siguiente disco, Electro-Shock Blues, se me ocurrió una idea loca para el momento, que fue componer canciones que hablaran de tragedia y depresión. Todo el mundo que trabajaba conmigo me aconsejó que no lo hiciera. Ahora considero que, para mí, seguir trabajando en esto ya es un éxito.
E junto a su inseparable puro
Para saber más sobre Eels, visita su página web.
Para seguir oyendo más, pásate por su canal en YouTube o visita este especial de MySpace con versiones en directo, entrevistas y un EP gratuito.
Para ver el documental Parallel Worlds, Parallel Lives (que, de verdad, merece muchísimo la pena), puedes rebuscar por YouTube o seguir algún torrente. Información adicional, aquí.
Y ya que estamos, para acabar de buen rollo, qué mejor que otro tema vigoroso y optimista de Hombre Lobo: «Prizefighter».
Es una de esas ideas tan de cajón y tan sumamente brillantes que extraña que a nadie se le hubiera ocurrido con anterioridad. Más sorprendente aún resulta que finalmente haya visto la luz del día en las páginas de la revista Maxim, por mucho que haya sido de una manera breve y modesta, tan solo seis páginas. El artículo, firmado por Sean T. Collins e ilustrado por John Romita Jr., aparece en el número de septiembre de la edición norteamericana (con Milla Jovovich en la portada) y efectúa un rápido recorrido por la historia de Marvel, entrelazando las declaraciones de un puñado de autores vinculados a la editorial. Como dice Legs McNeil, coautor de dos de mis historias orales favoritas (Por favor mátame y, por supuesto, El otro Hollywood; la tercera, por si alguien se lo pregunta, es Edie, la historia de Edie Sedgwick y la Factoría Warhol recopilada por Jean Stein y George Plimpton), a la hora de preparar una historia oral uno necesita dos cosas: limitarse a un periodo cerrado y contar con un núcleo de personas que hayan estado metidas en el meollo de tal manera que se conozcan bien unas a otras. Ahora que se cumplen los setenta años de existencia de «la casa de las ideas», ¿qué mejor homenaje para todos aquellos hombres y mujeres que la levantaron que un libro contando la historia con sus propias palabras? Evidentemente, la propia Marvel jamás podría publicar algo parecido, porque a la que los autores empiecen a hablar con sinceridad quedaría muy mal parada (como cualquier otra gran empresa, por otra parte). Pero sería sin duda un libro fascinante y, como las mejores historias orales, un buen retrato no sólo de una editorial en concreto sino de un oficio, de un momento en la historia; una radiografía cultural, en resumen, verdaderamente interesante. Algo que también deberíamos hacer aquí en España, ya fuera centrado en la escuela Bruguera o, quizá, en los años de la transición, vinculando el cómic a su entorno como un elemento más del engranaje social, como algo vivo que resuena en el colectivo y que se retroalimenta del mismo. Lógicamente, sería un currazo, un proyecto casi demencial teniendo en cuenta las condiciones de nuestro mercado (McNeil tardó siete años en completar El Otro Hollywood, con la ayuda de dos colaboradores), pero hay que pensar que cada día que pasa es un día más que nos acercamos a la imposibilidad total de abordarlo. En el caso de Marvel, podemos ir leyendo al menos este pequeño «avance» que da buena idea de lo que podría dar de sí el tema. Éste es el enlace a The Amazing! Incredible! Uncanny Oral History of Marvel Comics tal y como aparece en la web de Maxim, y a continuación os dejo traducidos un par de fragmentos de los que más me han llamado la atención.
LOS SESENTA Jim Steranko (autor, Nick Furia, agente de SHIELD): Marvel estaba en una dimensión diferente a la de DC. La una tenía una ideología atrevida; la otra era pragmática y elitista. Una era embriagante; la otra, agotadora. Gary Groth (editor de The Comics Journal): Kirby dibujaba edificios y piedras y calles que parecían reales, mientras que los mismos paisajes en DC parecían hechos de contrachapado. Sus escenas de peleas eran sucias y brutales, la gente parecía estar machacándose a golpes de verdad. Chris Claremont (guionista, X-Men): La teoría de DC era que su publico tenía un ciclo de tres años. El concepto revolucionario de Stan fue: ¿por qué no seguir avanzando más allá? John Romita Jr. (dibujante, X-Men, Daredevil): Mi padre trabajaba para DC y me traía tebeos de Superman. Me resultaban infantiles hasta a mí… ¡que era un niño! Pero entonces empezó a trabajar en Daredevil, y me explicaba: «Es ciego». Y yo: «¿Es ciego? ¡Lo tienen rodeado! ¿Cómo va a escapar de esta?». Me quedé enganchado. Walt Simonson (autor, Thor): Estaba en la universidad y escribí a Marvel solicitándoles un ejemplar de Journey Into Mystery #122. Un día me llegó una carta con el tebeo y una tarjeta que decía: «No podíamos fallarte. Que disfrutes del cómic… de parte de Stan y la pandilla». Me quedé turulato. Herb Trimpe (dibujante, The Incredible Hulk): Las oficinas eran un sitio relajado, ni tarjetas, ni identificativos, ni cerraduras… Cualquiera podía entrar tranquilamente. A veces se acercaban fans y si uno no estaba demasiado ocupado les hacía una visita guiada. Stan Lee: Al cabo de un tiempo Jack [Kirby] y Steve [Ditko] pasaron a crear los argumentos. Puede que yo estuviera escribiendo una historia de La Patrulla X para Jack cuando Steve decía: «Necesito la siguiente historia de Spider-Man». No podía tenerle parado sin hacer nada, de modo que le decía: «Steve, no tengo el guión, pero qué te parece si presentamos un villano llamado El Buitre, que haga esto y lo de más allá, y luego Spidey le vence de tal manera. Dibújalo como quieras». Jack y Steve tenían una imaginación portentosa, yo me limitaba a hacer que todo encajara luego con los diálogos. Les adoraba. Lo sentí mucho cuando dejaron la empresa. “Sentirlo mucho” es quedarse corto. Sinceramente, no sé seguro qué demonios pasó para que Jack lo dejara. Yo era el rostro de la compañía y supongo que debió pensar: «Jo, estamos haciendo todo esto juntos y a él le dan mucho más crédito». Con Steve, una vez más, sólo puedo suponer, nunca me dijo por qué se marchó. Se lo pregunté una vez y me contestó: «¡Deberías saberlo!». Roy Thomas (guionista, Conan): Al cabo de un par de años en DC, Jack quería regresar, pero sabía que había quemado un par de puentes. Stan no estaba demasiado contento con el personaje de Funky Flashman, que Jack había creado para DC basándose en él. Jack decía: «Sólo era una broma». No era sólo una broma.
LOS OCHENTA Jim Shooter (editor jefe, 1978-1987: Cuando yo me hice cargo, aquello era un desastre. Marv Wolfman (editor jefe, 1975-1976): Jim echó a perder las cosas para un montón de gente, y muchos nos fuimos después de aquello. Walt Simonson: Pero la muerte de Fénix fue lo que catapultó a La Patrulla X a la estratosfera. Jim Shooter: Todo el mundo ha leído que fui yo quien exigió que mataran a Fénix. Nadie ha leído cómo un par de meses más tarde Claremont le compró un avión a su madre con todo el dinero que había ganado. Cuando editaba los guiones de Chris, tenía que decirle cosas como: «No puedes sacar al profesor disfrazado de travestido aficionado al bondage». La editora se lo decía a Chris y él se cabreaba cantidad. Tom DeFalco (editor jefe, 1987–1994): Shooter conseguía que los trenes salieran a tiempo. Tuvo muchas buenas ideas y reunió un equipo tremendo. Jim Shooter: Inventamos el mega-crossover, metimos a todos los buenos y a todos los malos en una misma serie. Decían: «Los fans treintañeros lo odian». ¿Y a mí qué? Lo importante son los críos. A día de hoy todavía hay gente que me culpa por todo tipo de cosas. El problema con Kirby… ¿Acaso era yo quien decidía? Era la junta de directivos, los abogados, inversores. Gary Groth: Recuerdo un momento particularmente grotesco en una conferencia a favor de Kirby en San Diego, durante la cual Shooter se lió a gritos con la esposa de Kirby, Roz. Fue increíble. Tom Brevoort (editor ejecutivo, 2007–presente): En Marvel había cantidad de enemigos irreconciliables que se cruzaban de acera para no tener que coincidir en la calle, que en lo único en lo que se mostraban de acuerdo era en su opinión sobre Jim. Produjo algunos buenos tebeos, pero lo que se decía era que estaba volviendo loco a todo el mundo. Jim Shooter: La junta directiva sacó la empresa a la bolsa y luego intentó venderla de inmediato. A mí me pareció que lo que pretendían era estafar a los accionistas. Tuvieron que librarse de mí. Pero tuvimos una miniedad de oro.
LOS NOVENTA Todd McFarlane (autor, Spider-Man): Aquello sí que fueron buenos tiempos, en serio. La buena vida. Tom Brevoort: Todo el mundo tenía cuentas para gastos. Las fiestas navideñas pasaron a ser completamente decadentes, el hotel en la Grand Central Station, enormes esculturas de hielo de Spider-Man, DJs locos en una sala de control como la del Profesor X. Fue un espectáculo de un exceso demencial. Chris Claremont: Hubo un cambio de régimen, un cambio de actitudes. Ciertas personas pensaban que La Patrulla X necesitaba renovarse. No soy la persona indicada a quien preguntarle. Jim Lee (dibujante, X-Men): Chris Claremont tenía un punto de vista diferente al de los ejecutivos respecto al futuro de La Patrulla X. Ganó la empresa. Aprendí que lo único que haces es alquilar durante una temporada el uso de unos personajes que no son tuyos… a pesar de que seas tú el que les das vida literalmente un mes tras otro. Todd McFarlane: Batí un récord de ventas y de repente pasaron a pensar que mis historias eran demasiado siniestras. Y yo: «¡Pero si estoy vendiendo más tebeos que cualquier otro autor en Norteamérica! ¿A qué viene esta conversación?”. Joe Quesada (editor jefe, 2000–presente): Marvel era el sitio al que ibas a ganar dinero. Pero si querías que te tratasen como a un artista y un ser humano, no trabajabas con ellos. Tom DeFalco: Marvel tenía un genio que decidió que si teníamos 120 títulos y los reducíamos a la mitad, los 60 restantes venderían el doble. Me reí en su cara. Bill Jemas (director ejecutivo, 2000–2004): Los tebeos de Marvel eran prácticamente ininteligibles. Cada nueva historia estaba relacionada con 40 años de continuidad. Resultaba tan difícil aprenderse todo aquello que era prácticamente imposible venderles tebeos a los críos. Tom Brevoort: La empresa de [Ron] Perelman [propietario de Revlon que compró Marvel en 1989] utilizó las acciones de Marvel para comprarlo todo [jugueteras, distribuidoras, fábricas de cromos]. Cuando el mercado entró en crisis, de repente aparecieron un montón de deudas que no tenían nada que ver con Marvel. Tom DeFalco: Como sólo aumentamos un 7% y no alcanzamos un incremento de dobles dígitos, que era lo habitual, me despidieron. Un año más tarde estaban en bancarrota. Tom Brevoort: Las oficinas quedaron vacías, como una ciudad fantasma. Dirigieron aquello con mucha arrogancia y cortedad de miras. Pero creo que Perelman personalmente salió de aquello con un capital de 800 millones de dólares, así que para él fue una cortedad de miras de lo más provechosa. Stan Lee: ¿Cuál es la parte «que te corresponde»? Todo el mundo piensa que merece más de lo que ha recibido. Len Wein (guionista, cocreador de Lobezno): No he visto ni un centavo por parte de Marvel, ni siquiera tengo un crédito en la película de Lobezno. Hugh Jackman es un tipo adorable, y en el estreno le dijo al público que le debía su carrera a mí y me sacó saludar. Fue muy gratificante y agradable. Habría preferido un cheque.
Ilustración original para la portada de Mi familia y otros animales de Gerald Durrell
Hace unas semanas, James Morrison de Caustic Cover Critic, uno de los mejores blogs sobre portadas de libros que conozco, publicaba una entrevista con Mick Wiggins, ilustrador al que he descubierto recientemente pero que, como comprobaríais quienes sigáis mi tumblr, me tiene completamente embelesado. Es por ello que le pregunté a James si le importaba que tradujera su entrevista al castellano para publicarla también aquí y, afortunadamente, no tuvo inconveniente. No dejéis de visitar Caustic Cover Critic para ver la versión original de la entrevista y también la página web de Mick Wiggins donde encontraréis muchos más trabajos suyos.
Soluciones artísticas. Entrevista con Mick Wiggins
«En primer lugar, debería indicar que básicamente soy un ilustrador y que todavía nadie me ha pedido que desarrolle un diseño de portada. A veces la ilustración ha de encajar dentro de un diseño o formato preexistente o el diseñador aprovecha para su trabajo la composición de mi imagen. A menudo ni siquiera veo el diseño de portada hasta que está listo para entrar en imprenta».
«Cuando empecé hace años pintaba con óleos, pero finalmente me pasé al formato digital allá por los ochenta. A medida que la tecnología fue madurando con las décadas, mi estilo fue cambiando hasta llegar a lo que es ahora. Técnicamente, creo que trabajo de una manera muy sencilla: primero aboceto a lápiz, escaneo y luego desarrollo la imagen en Photoshop. Como remanente del siglo pasado, todavía uso ratón en vez de tableta, lo cual es probablemente el motivo de que gran parte de mi trabajo tenga un aire como a serigrafía o a grabado. Con el ratón, uno va tallando las formas más que dibujarlas, lo cual elimina ese trazo inmediato y sensual que da el dibujar a mano. Cualquier tipo de sensualidad que acaba surgiendo parece tener un aire ligeramente más formal y almidonado».
Portadas para On the Beach y Pied Piper, de Nevil Shute. Pincha sobre
las imágenes para ver las ilustraciones originales.
«Tengo un par de texturas que me gusta utilizar. La más habitual es un viejo trozo de papiro que tiene un peculiar entrelazado que me gusta. Actualmente también me gustan los generadores aleatorios de ruido y las texturas que se pueden derivar de ellos. En el uso de texturas, me interesa principalmente la oportunidad de añadir puntos de diferentes colores sobre una superficie plana, más que sugerir o imitar otro medio. El uso de ese tipo de tonalidades planas es por supuesto reminiscente de las serigrafías y del grabado de madera, y resulta bastante evidente (para mí, al menos) la influencia que han tenido los grabadores japoneses en mi trabajo. Nunca tengo suficiente no sólo de Hokusai e Hiroshige sino de todo el canon del mundo flotante».
«Me encanta ilustrar portadas para libros: el ritmo y la concentración necesarios para desarrollar una portada son muy diferentes de, pongamos, una colaboración para una revista o un anuncio. Lo cual estoy descubriendo que se ajusta a mi personalidad. Francamente, prefiero leer los libros en los que trabajo, lo cual, por extraño que parezca, suele sorprender a muchos de los diseñadores con los que he trabajado. A mí me parece una exigencia más bien mínima. Dicho esto, incluso con un par de años de experiencia en el mercado, éste sigue siendo un mundo más bien misterioso para mí. Hay cuestiones de marketing, editoriales, autorales y comerciales que se discuten a un nivel oculto, o por lo menos oculto para mí, que pueden llegar a dictar la dirección visual adoptada en última instancia. No me cabe ninguna duda de que algunas de las mejores portadas para la serie de Steinbeck se quedaron en la mesa de dibujo por motivos que no consigo entender».
Portadas de Mick Wiggins para La perla y Al este del Edén, de John Steinbeck.
Pincha sobre las imágenes para verlas en grande.
«El encargo de Steinbeck fue el trabajo más ideal que puede esperar un ilustrador; 24 portadas hasta la fecha, creo. No me resultó difícil encontrar la inspiración, es un escritor muy bueno a la hora de evocar atmósferas y sus ambientes están bellamente descritos, pero a la vez me hizo sudar la gota gorda. Steinbeck es una figura tan clásica del paisaje literario y una presencia tan habitual en las estanterías que entregar unas ilustraciones decepcionantes no era una opción. Afortunadamente, Paul Buckley, director de diseño en Penguin, sabe cuándo empujarte y cuando dejarte tranquilo como director artístico, lo cual ha producido una media bastante buena para toda la serie, creo yo. Ya que los escritos de Steinbeck son tan variados, el peligro para mí (además de fracasar) era ver si sería capaz de conseguir que funcionaran como conjunto. Mi “estilo”, tal y como lo entiendo yo, puede vagar en direcciones insospechadas, y con frecuencia suelo ser inconsistente en mi “look”. En cualquier caso, si hay algo de consistencia en la serie, bueno, tuve suerte. Por otra parte, una vez trabajé en unas portadas para una serie de novelas detectivescas regionales que cada vez se me fueron haciendo más difíciles, debido a lo idéntico de la fórmula en todos los títulos: el mismo personaje, el mismo entorno y no demasiadas variaciones. Muy poco inspirador».
«Dicho esto, como ilustrador, en ocasiones me siento más como un artesano, quizá como un carpintero, que como un «artista». Hay un encargo, hay un propósito y hay fuerzas por encima de ti a las que debes complacer, todo lo cual puede frustrar mis gustos personales. Pero me gusta el proceso de solucionar los problemas de una manera artística, y me gusta pensar que ése es uno de mis puntos fuertes como profesional. ¿Cuál sería mi encargo ideal? Fácil: Mark Twain. Lo que primero me viene a la cabeza son sus libros de viajes. Me veo haciendo una portada e ilustraciones interiores para Pasando fatigas o Los inocentes en el extranjero. ¡Encárguenmelo!».
Portadas para Un zoológico en mi maleta, de Gerald Durrell, y An Expert in Murder, de Nicola Upson.
Pincha sobre las imágenes para ver las ilustraciones originales.
«Ahora mismo no tengo ningún proyecto de libro, pero me gano la vida con otros encargos. Cuando consigo aunar tiempo e inspiración, me gusta trabajar en mis propios proyectos. Tengo tres historias ilustradas en proceso de desarrollo, aunque sin ningún potencial comercial que yo vea. En cualquier caso, me siento muy atraído por el potencial de una historia contada mediante una narrativa reducida al mínimo y el uso de composiciones formales, en oposición a, digamos, las múltiples viñetas de las novelas gráficas y los tebeos. Es algo que podría funcionar en forma impresa pero quizá sería más adecuado como vídeo con una banda sonora. Me impresionó mucho el corto de 1962 La Jetée, que utiliza fotos fijas y una narración para contar un relato absorbente y misterioso con mucha elocuencia, y creo que esto tiene muchas posibilidades con todas las nuevas plataformas mediáticas que se están usando ahora».
«Los proyectos de sonido que tengo en mi página web son sólo pequeñas vacaciones personales que disfruto de vez en cuando. Un sonido “encontrado” descontextualizado y alterado un poco, sin importar lo rudimentario del proceso, puede resultar curiosamente evocador y poderoso. En la historia de Dieter Talfdum usé una de las grabaciones para la banda sonora, lo cual me resultó muy satisfactorio. Sinceramente espero poder hacer más cosas en esa dirección en un futuro cercano».
«Uno de los inconvenientes de ser ilustrador, para mí, es la dificultad para disfrutar mi propio trabajo. Me resulta mucho más fácil localizar los defectos y experimentar la rabia de haber dejado escapar una buena oportunidad que simplemente disfrutar de un trabajo bien hecho. Paso tantas horas delante de una imagen durante el proceso que acabo en cierta parte insensibilizándome ante lo que quiere transmitir: la sensación, la atmósfera, lo que sea, si es que eso tiene sentido. Pero creo que es una experiencia muy común entre ilustradores y parte del oficio es tener la disciplina para trabajar esas dificultades».
Ilustración publicitaria para la marca de cerveza Badger Beers.
Cultura Impopular es el blog de Es Pop Ediciones, una editorial independiente especializada en temas relacionados con la cultura pop. Nuestra intención es convencerte de que compres los libros que editamos, pero intentaremos que no se note demasiado hablando también de otras cosas. Si quieres saber más sobre Es Pop, visita nuestra página web.
Cultura Impopular está escrito por Óscar Palmer. Puedes contactar con él por correo electrónico.