Cultura Impopular

El blog de Espop Ediciones

viernes 2 de julio de 2010

Es Pop en Cartográfica

La semana pasada se inauguró en el centro de creación contemporánea Matadero Madrid la muestra Cartográfica: Madrid Diseña, una exposición impulsada, en palabras de la organización, «con la doble idea de visualizar la gráfica que se hace en, desde o para Madrid y para hacer un inventario gráfico de los profesionales que trabajan o viven en Madrid». Lo bonito y lo original de la muestra es que, gracias a ese afán inventariador, uno puede ver el trabajo de diseñadores absolutamente consagrados junto al de completos desconocidos y admirar el resultado de grandes campañas para firmas como Mahou, Camper, El País, el Museo del Prado o Alfa Romeo junto a diseños para pequeñas editoriales, librerías, fanzines y proyectos personales. Vamos, que sí tiene uno la sensación de estar viendo un auténtico panorama, completo, complejo y variado del diseño que se está haciendo actualmente en Madrid.

Varios trabajos de, entre otros, Javier Olivares.

Vaya por delante que yo no me considero ni mucho menos diseñador. Me apasiona el tema y trasteo lo que puedo, más que nada por necesidad y para poder sacar adelante mi proyecto editorial, pero de verdad que no es falsa modestia cuando digo que me siento bastante intruso en una muestra como esta, ya no sólo al lado de gigantes a los que admiro como Pep Carrió, Óscar Mariné, Fernando Rapa Carballo o Isidro Ferrer, sino también al lado de todos los demás participantes, la gran mayoría desconocidos para mí pero en muchísimos casos sobrados de auténtico talento.

Es Pop en Cartográfica.

En cualquier caso, una vez recibida la invitación a participar en el proyecto, no podía dejar pasar la ocasión de promocionar los libros de Es Pop en un marco tan apetitoso. Para que os hagáis un idea de la magnitud de la exposición, cada diseñador de los más de 500 que han participado podía enviar hasta cinco ejemplos de su trabajo. Todos ellos pueden verse en Matadero Madrid tal y como podéis comprobar en las fotos que acompañan a este texto. Entre todas estas obras propuestas, un comité de selección escogió una serie de ellas para componer una segunda muestra dentro de la muestra en la que se pueden ver los diseños reproducidos a mucho mayor tamaño y ordenados por temáticas.

La cubierta de Acero, ilustrada por David Sánchez. en buena compañía.

Y sí, ahí entre los libros está la portada de Acero. Me parece evidente que si algo ha debido de llamar la atención del comité de selección tiene que haber sido, por encima de cualquier otro elemento, la potencia gráfica de David Sánchez, el ilustrador de la misma, pero aun así no he podido evitar sentir cierta satisfacción personal, más como editor que como diseñador, al verla ahí expuesta. Pero lo que más marciano me parece de todo esto es la posibilidad de que si, tal y como estaba previsto, esta parte de la muestra viaja a finales de año al pabellón de Madrid en la Expo de Shanghai, pueda llegar a darse el caso de que algún espectador chino vea la portada y piense: «Oye, pues tiene buena pinta este libro». En fin, vaya tonterías que se me ocurren.

Cómo me gustan los carteles de Isidro Ferrer para el Centro Dramático Nacional.

Lo importante, en cualquier caso, es que la exposición podrá seguir viéndose hasta el próximo 5 de septiembre, de martes a viernes de 16:00 a 22:00 horas y los fines de semana de 11.00 a 22:00. Ya sabéis, en Matadero Madrid (Paseo de la Chopera, 14). Y de verdad que merece bastante la pena. Podéis ver más fotos y comentarios en los blogs de otros amigos que también participan en la muestra, como Manuel Bartual y Javier Olivares. También, con un poco de paciencia, podéis ver todos los trabajos presentados en la web de Cartográfica, aunque quizá no sea la manera más cómoda de hacerlo. Por último las portadas de Es Pop están aquí.

A última hora se está fresquito y hay poca gente.

AutobomboDiseño , Sin comentarios

domingo 30 de mayo de 2010

Capturando una portada

Creo que de todas las portadas que hemos hecho hasta ahora en Es Pop, la de Capturado ha resultado ser la más complicada. Al contrario que en anteriores ocasiones, no contábamos con un concepto demasiado concreto para la imagen principal, sino que ésta surgió en el transcurso de una serie de correos que fui intercambiando con Kano, el ilustrador de la misma, al cual quiero agradecer antes que nada el entusiasmo y la entrega con los que afrontó todo el proceso. Kano es dibujante de cómics y ha trabajado para las dos principales editoriales norteamericanas del medio, Marvel y DC, en colecciones como Superman: Action Comics, H-E-R-O, Gotham Central y Marvel Zombies, aunque quizá al gran público le suene más su labor en campañas publicitarias para empresas como Movistar, Mitsubishi o el Masters de tenis de Madrid (podéis ver imágenes de todas ellas aquí). Kano, en cualquier caso, es un tipo muy versátil que se maneja en varios estilos distintos, y a mí lo que más me había llamado la atención en este caso había sido una serie de dibujos que realizó para ilustrar Frío, un proyecto de guión de nuestro común amigo David Muñoz.

Izquierda: la portada original. Derecha: ilustración de Kano para Frío. Pincha para ampliar.


El estilo y la atmósfera de esta imagen que podéis ver aquí arriba me parecieron idóneos para la prosa tersa y directa de Neil Cross y, de hecho, con apenas un par de modificaciones, habría resultado casi perfecta para la cubierta de su anterior novela, Buried, de la cual ya hablaremos en el futuro. Volviendo a Capturado, he aquí un par de extractos del primer correo que le envié a Kano, obviando algunos spoilers:

«Para la imagen de portada se me han ocurrido varias opciones, a ver cuál te parece más interesante. Una deriva directamente de la ilustración que hiciste para el guión de David. Sería mostrar una carretera comarcal típicamente inglesa, rodeada de árboles, con una VW Combi naranja aparcada en la cuneta y un tipo metiendo a otro tío inconsciente y golpeado por la puerta lateral de la furgoneta. Lo ideal sería que no se les viera apenas las caras. De hecho, ni siquiera debería verse muy a las claras que es un tío arrastrando a otro hasta que uno se fija un poco. Quiero decir, que a lo mejor el raptado podría estar asomando de la puerta de la furgoneta, pero en un ángulo que no sea normal, por ejemplo tirado de espaldas en la calle, con las piernas desapareciendo en el interior, no sé. Te pego una imagen de referencia de la VW Combi».

«Hay una escena en el libro en que la furgoneta queda abandonada justo al borde de una playa. Es una imagen que me mola, pero al margen de dibujarla con las puertas abiertas… no se me ocurre otro modo de transmitir una sensación un poco de inquietud o de ausencia, algo que enlace con los otros temas del libro. Pero ahí te dejo la idea por si se te ocurre algo por ese lado. Lo más importante aquí sería, al igual que con lo de la VW aparcada a un lado de la carretera, conseguir transmitir una sensación de inquietud a partir de una imagen en apariencia banal. El otro concepto más o menos claro que tengo para la imagen de portada iría por otro camino completamente distinto. Sería una imagen de un cuarto vacío, con una ventana en medio como única fuente de luz, y frente a la ventana, con la luz de ésta reflejada en el suelo, una silla con un tipo atado (inmovilizado con bridas a los brazos y las patas de la silla). Una vez más, lo mejor es que el tipo esté medio en sombras, que se sugiera el encierro más que otra cosa. La imagen me vino pensando en los viejos tebeos de Spirit y su casa en el cementerio con la gran ventana por detrás. Evidentemente, en este caso la ventana no sería tan espectacular, sino algo mucho más normalito. Te pego un garabato para que te hagas una idea más concreta de a lo que me refiero».

«Estoy pensando ahora mismo, de hecho, que cuanto más sugerido quede el tema mejor va a funcionar, probablemente, como portada. Quizá lo más efectivo sería centrarnos en la silla, incluso vacía, pero insinuando que ahí ha habido alguien atado. Podría estar manchada, con los restos de las bridas todavía colgando, un cubo con heces volcado al lado… el estado en el que quedaría la habitación una vez desaparecido el «capturado» del título, vamos. También hay otra escena en el libro en la que dos personajes se pelean a la orilla de un torrente y quedan pringados de barro de arriba abajo. Ilustrar eso probablemente iba a quedar demasiado literal, pero la escena hizo que me acordara de esta foto, que me parece muy sugerente y malrollera».

A la izquierda, «Massimo Speech», fotografía de Davide Faggiano. A la derecha,
ilustración de Tobias Kwan. Pincha para ampliar.


«Otra referencia podría ser esta ilustración de Tobias Kwan que he visto hace un rato en tumblr (una feliz coincidencia, desde luego). Evidentemente, no es aplicable a Capturado. Pero ¿y si en vez del payaso tuviéramos a nuestro protagonista cubierto de barro, hojas secas y demás detritus vegetales, y en vez de una pìstola llevara en la mano el pie de cabra, como si estuviera golpeando algo o a alguien que queda fuera de la portada y al que nosotros no vemos? ¡Ahí lo dejo! Mientras, para la contraportada también tengo dos imágenes, estas sí mucho más concretas. Una, la que más me atrae, es un banco de herramientas. Bueno, en realidad no un banco, sino una tabla en vertical de la que cuelgan diversas herramientas amenazadoras: un pie de cabra o alzaprima, una almádena, unas tijeras de podar, un martillo de carpintero de esos con cuña para arrancar clavos… Toda la contra de arriba abajo podría ser el corcho o la plancha que va colgada en la pared y en la parte inferior podría verse apenas un par de centímetros de lo que es ya el banco en sí, y sobre el banco un rollo de cinta de embalar y (¡agh!) un diente arrancado. Lo que te decía de combinar la imagen costumbrista con el mal rollo. La otra idea, que podría encajar además bastante bien con la imagen de la furgoneta abandonada en la playa si finalmente nos decidiéramos por esa opción, es la de un pier ardiendo. La novela relata un incendio real en el Grand Pier de Weston-super-Mare, en Inglaterra, y la imagen de esa pasarela internándose en el mar, y un pequeño incendio al fondo, me parece bastante cautivadora, sobre todo si la ilustración sólo ocupa el tercio inferior de la contra y el resto queda ocupado por el aire, como hizo Henry Sene Yee en su portada para Columbine (la VW en la playa podría seguir el mismo esquema). El Grand Pier de Weston era éste».

Y hasta aquí llegaba el exhaustivo primer pitch, que he resumido en parte para no aburrir hasta a las ovejas, acompañado de una galerada de la novela para que Kano pudiera leerla y aportar cualquier otra idea que le sugiriera el texto. A continuación os pego varios fragmentos de sus respuestas, acompañados de los primeros bocetos que me fue enviando.

Primeros bocetos y primera visualización de la «pelea en el río». Pincha para ampliar.


Kano: «Todas me parecen sugerentes. Voy pensando en voz alta… La primera es la más clara, igual demasiado peliculera. La furgo mola en todas. En la playa, descontextualizada, inquieta, quizás sea una imagen más abstracta. Que termine resultando perturbadora ya es más difícil de resolver, al menos para mí, que me manejo mejor con lo obvio que con ese tipo de fría sutilidad. La de la ventana mucho mejor con la silla vacía. Me hace gracia, porque es la típica imagen de terapia gestalt, ésta igual da más idea de tortura, más mal rollo que inquietud. Lo del barro me parece guapísimo visualmente. A mí siempre me tiran más las figuras que los objetos. Un plano cerrado, un poco más que el de la foto. No sé si sería mucha licencia ponerlo ahí atado con las cuerdas, que junto al barro ya no daría exactamente la idea de estar secuestrado, quedaría una composición un poco más extraña, porque ¿qué hace un tipo embadurnado en barro y atado a la vez? Y es verdad que gráficamente el barro queda muy marciano y malrollero. Como de mutante de Burns. Ese mismo tono verdoso de la foto es buenísimo. Está la peliculera, la abstracta, la de tortura y el tratamiento exfoliante. Voy meditándolas, a ver qué visualizo».

Dos versiones de la VW Combi. Pincha para ampliar.

Kano: «Las contras molan todas también. La primera, claro, más obvia, la pasarela entrando en el mar da juego, queda mas poético. ¿Descartas usar una de las ideas de portada en la contra? Como la silla con las cuerdas, sin fondo, y la ventana arriba o simplemente la furgoneta con las puertas abiertas, también sin fondo. La furgoneta me pone, ja, ja, ja. En todo caso en la contra podría quedar más guapo poner lo que sea sin fondo; incluso las herramientas colgadas sin corcho ni nada, y el diente puesto abajo también, todo directamente sobre el color de la contra. No sé si la quieres relacionar de alguna manera con la imagen de portada».

La silla vista como elemento de portada o de contraportada.


Una vez recibidos los bocetos de Kano, me puse a hacer pruebas combinando las opciones que más me gustaban con diferentes tratamientos tipográficos (algunas pruebas aparecen pegadas directamente sobre la portada de A la cara porque para entonces ya sabía que Capturado iba a tener el mismo número de páginas y por lo tanto el mismo grosor de lomo). Veamos un par:

Debo reconocer que durante varios días estuve bastante tentado de tirar para adelante con la imagen de la VW Combi, principalmente porque me preocupaba que las otras pudieran resultar demasiado macarras y poco comerciales, que pudieran ahuyentar a un determinado tipo de lectores que de otro modo podrían haberse interesado por un thriller psicológico como este. Pero de haberlo hecho así, creo que en última instancia nos habríamos acabado arrepintiendo, porque si por algo creamos esta colección fue precisamente para disfrutar con nuestro trabajo y para poder permitirnos tomar decisiones que en una editorial «de verdad» quizá no tendrían lugar. Y en este caso, al margen de disquisiciones empresariales, la imagen que más «nos ponía» a todos, tanto a mis socios de Valdemar, como a Kano, como a mí, era la del personaje embarrado enarbolando el pie de cabra. Así pues…

Pincha para ampliar.


Mientras hacíamos varias pruebas con distintos colores y texturas de fondo para la imagen de portada, Kano me envió como alternativa un nuevo reencuadre del dibujo que potenciaba la incertidumbre y el mal rollo, así como el anonimato del personaje:

Una vez decidido el color y el encuadre definitivos, ya sólo quedaba elegir qué elementos iban a ir definitivamente en la contraportada y en la solapa. Había dos opciones bien claras, cada una con sus propias ventajas. La silla, por una parte, ofrecía la posibilidad de colocar el texto de la contra de un modo más original y llamativo, siguiendo en diagonal el contorno de la sombra. También me gustaba mucho la idea de extender la imagen sobre el lomo del libro de tal modo que la sombra lo dividiera en dos, dejando el título y el nombre del autor en la parte morada y el logo y el nombre de la editorial en la parte negra.

Por otra parte, también me atraía la idea de contrastar la imagen cerrada y opresiva de la portada con el plano abierto y aparentemente apacible de la VW Combi en mitad de la playa. Además, nos permitía darle más coherencia cromática al conjunto, reservando las tonalidades más oscuras para las solapas. Para intensificar el efecto, posteriormente le pedí a Kano que cambiara el cielo azul de la playa por un tono verdoso similar al de la portada.

Una vez hecho esto, ya sólo quedaba decidir el tratamiento tipográfico. Para no aburriros con las decenas de pruebas que fui acumulando, aquí sólo pondré dos ejemplos de versiones casi definitivas que cerca estuvieron de convertirse en la portada real. Resulta curioso que después de probar con todo tipo de colores tanto para el título como para el nombre del autor, acabara volviendo a los que llevaba utilizando desde el primer día, a pesar de que en su momento los había puesto completamente al azar, sin meditarlo demasiado.

Pincha para ampliar.


Todavía me sigue gustando mucho la versión de la derecha, con el título en verde. Me parece una opción quizá algo más elegante que la definitiva, pero es innegable que el amarillo resulta mucho más llamativo y potente, así que en última instancia nos decantamos por él. La prueba de la izquierda, con un bloque de un solo color en el lomo, también habría quedado bien, aunque a lo mejor habría resultado excesivamente «clásica», rompiendo la tendencia de las dos cubiertas anteriores de tener un pequeño elemento gráfico no demasiado definido en el lomo que pueda despertar cierta curiosidad o incluso impulsar a un hipotético comprador a sacar el libro de la estantería para ver «qué más hay». Aquí abajo tenéis, finalmente, la versión definitiva (la imagen se amplía al pinchar). Este ha sido sin duda el Cómo se hizo más largo que ha aparecido en el blog hasta ahora y ciertamente espero no haber abusado de vuestra paciencia, pero creo que merecía la pena entrar con cierto detalle en todo el proceso. Espero al menos haber conseguido transmitir en alguna medida lo emocionante que resultó para mí ir descubriendo poco a poco la portada en las sucesivas imágenes que iba creando Kano. Para alguien que, como yo, se pasa tanto tiempo trabajando solo, entrar aunque sólo sea durante un par de semanas en un proceso de colaboración tan intenso como este siempre resulta altamente estimulante.

Otras entradas sobre diseño de portadas

· Un lavado de cara
· El hombre de las portadas de acero
· Schulz, Carlitos y Snoopy: una portada
· Cubriendo los trapos sucios
· Sexo implícito: cómo se hizo la portada de El otro Hollywood
· Creando escuela: Hard Case Crime
· James Bond Recovered
· En portada: John Gall

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domingo 11 de abril de 2010

El nacimiento del libro de bolsillo

A la izquierda, el primer libro de bolsillo publicado por Penguin, editorial pionera
en el uso de códigos de colores para diferenciar los contenidos de sus títulos.


La semana pasada leí un artículo bastante interesante en la página Web de The Smithsonian, escrito por Anne Trubek y titulado «Cómo el libro de bolsillo cambió la literatura popular». Hoy en día damos por hecha la existencia de dos grandes mercados complementarios dentro de la industria del libro: el de la edición en tapa dura y el de la edición barata y en rústica (y raro es el título que no convive en ambos). Pero esto no siempre fue así. Hasta mediados de los años treinta, la única manera que tenía uno de leer literatura «seria» era comprando libros en tapa dura a un precio habitualmente bastante elevado en relación a los artículos de primera necesidad. La edición en rústica existía, pero en términos generales estaba restringida a las formas más bajas de entretenimiento, principalmente a los penny dreadfuls (noveluchas de crímenes y horror) y similares. Lógicamente, aquello no servía sino para perpetuar una suerte de elitismo cultural unido inextricablemente al poderío económico que, en definitiva, convertía la lectura en una forma más de clasismo. Todo esto cambió con la llegada de un tipo empeñado en acercar la literatura a las masas. De eso precisamente es de lo que habla el artículo de Trubek, que podréis encontrar completo aquí y del cual he extraído este par de fragmentos:

Dos ejemplos de la colección de ensayos de «interés público»
que caracterizaron durante años a la editorial.


Cómo el libro de bolsillo cambió la literatura popular
Puede que la historia sobre los primeros libros de bolsillo de Penguin sea apócrifa, pero es buena. En 1935, Allen Lane, director de la eminente editorial británica Bodley Head, pasó un fin de semana en el campo con Agatha Christie. Como muchas otras editoriales, Bodley Head estaba teniendo problemas económicos debido a la Depresión, y la principal preocupación de Lane era cómo mantener la empresa a flote. Mientras estaba en la estación de Exeter esperando su tren de regreso a Londres, curioseó por varias tiendas en busca de algo bueno que leer. No consiguió encontrar nada. Lo único que vio fueron revistas de moda y noveluchas de baratillo. Fue entonces cuando tuvo su momento «¡Eureka!»: ¿y si hubiera títulos de calidad disponibles en lugares como las estaciones de tren a un precio razonable, como por ejemplo el de un paquete de cigarrillos?
Lane le propuso a Bodley Head crear un nuevo sello para hacer precisamente eso. La editorial no quiso financiar la empresa, por lo que Lane decidió usar su propio capital. Siguiendo al parecer la sugerencia de una secretaria, llamó a su nueva editorial Penguin, y envió a un joven colega al zoológico para que le trajera un dibujo de dicho pájaro. A continuación adquirió los derechos de reimpresión de diez títulos de literatura seria y se dedicó a llamar a las puertas de negocios que no fueran librerías. Cuando los grandes almacenes Woolworth’s le hicieron un pedido de 63.500 ejemplares, Lane comprobó que tenia un modelo de negocio viable.
Los libros de bolsillo de Lane eran baratos. Costaban seis peniques, lo mismo que diez cigarrillos, insistía el editor. El volumen de la tirada era clave para la rentabilidad; Penguin tenía que vender 17.000 ejemplares de cada título sólo para cubrir los costes.

Dos buenas muestras de la revolución estilística capitaneada por Penguin en los sesenta.


Los diez primeros títulos de Penguin, entre ellos El misterioso caso de Styles, de Agatha Christie, Adiós a las armas, de Ernest Hemingway y El misterio del Bellona Club, de Dorothy Sayers, tuvieron un éxito arrollador, y en tan solo un año de existencia la editorial ya había vendido más de tres millones de libros. […] En 1937, Penguin se expandió, añadiendo un sello dedicado a la no ficción llamado Pelican y empezando a publicar material original. El primer titulo escrito expresamente para Pelican fue la Guía del socialismo, el capitalismo, el sovietismo y el fascismo para la mujer inteligente, de George Bernard Shaw. También publicó Especiales Penguin de tendencia progresista como Por qué estamos en guerra y Lo que quiere Hitler, que se vendieron como rosquillas. De esta manera, Penguin jugó un papel no sólo en la literatura y el diseño sino también en la política, y su postura izquierdista marcó la guerra y la postguerra de Gran Bretaña. Después de que el partido laborista obtuviera el poder en 1945, uno de sus líderes declaró que la posibilidad de que el pueblo hubiera podido acceder a textos progresistas durante la guerra había contribuido enormemente a la victoria de su partido.
[…] Estados Unidos adoptó el modelo Penguin en 1938 con la creación de Pocket Books, cuyo primer título fue La buena tierra de Pearl S. Buck, y se vendió en los grandes almacenes Macy’s. Otras empresas norteamericanas siguieron el ejemplo de Pocket. Avon, Dell, Ace y Harlequin publicaron novelas de género y nuevas obras literarias de autores como Henry Miller y John Steinbeck.

Penguin también recopilaba la obra de humoristas gráficos como Peter Arno
y fue una de las primeras editoriales en utilizar fotografías en sus portadas.


En España, la primera editorial en seguir los pasos de Penguin fue Espasa Calpe, con su celebérrima colección Austral, inaugurada en 1939 por La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, que imitaba incluso el característico diseño de portada minimalista de Penguin y la adopción de un esquema de colores para indicar el tipo de contenido de cada libro. Posteriormente, a partir de finales de los cincuenta, Penguin abandonaría dicho diseño unitario para crear nuevamente escuela con sus portadas realizadas a partir de fotomontajes, collages y arte pop (en España el alumno más aventajado de esta nueva tendencia en la manera de difundir la literatura popular sería, qué duda cabe, Daniel Gil con su trabajo para la colección El Libro de Bolsillo de Alianza). Hoy en día las revoluciones en el formato han cambiado de plano y pasan inevitablemente por el mundo digital, pero afortunadamente eso no ha impedido que Penguin (al contrario que muchas otras de aquellas editoriales que siguieron en otros tiempos sus pasos y que hoy en día parecen anquilosadas en las mismas fórmulas) siga innovando, al menos desde lo gráfico, con aportaciones tan jugosas como la serie Great Ideas o como Graphic Classics, su colección de clásicos con cubiertas de dibujantes de cómic (una innegable influencia en Valdemar/Es Pop). A pesar de que este 2010 va a cumplir setenta y cinco años, no parece que el pingüino de Allen Lane haya perdido un ápice de entusiasmo juvenil.

Dos estilos de portada para un mismo autor dentro de la misma colección.


Todas las imágenes que acompañan a esta entrada están extraídas del grupo de flickr Penguin Paperback Spotters.

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jueves 18 de marzo de 2010

Un lavado de cara

Bueno, debo reconocer que esta entrada está un poco hinchada, ya que la portada de A la cara, no fue tan azarosa ni requirió de tanto trabajo como la de Acero. Es más, prácticamente desde el primer momento tuve bastante claro qué ilustración quería utilizar para la cubierta y, si acaso, lo más trabajoso de todo el proceso fue hacerse con los derechos de reproducción y una buena copia de la misma. Nada excesivamente creativo, vamos. En cualquier caso, por hacer honor a la tradición, aquí tenéis el «cómo se hizo» la portada de A la cara, de Christa Faust.

A la izquierda, la portada original. A la derecha, una primera prueba sobre la misma imagen.


En la entrada anterior ya hablamos largo y tendido sobre Hard Case Crime, la editorial norteamericana que publicó Money Shot, la versión original de A la cara. Ahora, sobre estas líneas, podéis ver su portada ilustrada por Glen Orbik. Orbik es, a mi juicio, un digno sucesor de la gran escuela de ilustración comercial norteamericana de los cincuenta y los sesenta, pero eso no quita para que también piense que quizá en este caso no estuviera en su momento más acertado. Es indudable que su chica se amolda casi a la perfección a la descripción que hace Christa Faust de Angel Dare, la protagonista de la novela, y que la ilustración mantiene el nivel de otros trabajos suyos para esta misma colección, de los cuales ya vimos varios ejemplos el domingo, pero… ese billete. ¡Ese billete! Quizá sea sencillamente una cosa cultural, pero a mí este tipo de portadas que intentan transmitir una idea de desnudez integral para luego disimularla por completo de una manera tan burda me dejan con una sensación como de «quiero y no puedo». No siempre quedan mal (el propio Orbik sorteó el problema con bastante mejor fortuna en la portada de Songs of Innocence), pero por lo general, si no puedes poner en tu portada a una mujerona (o a un hombretón) verdaderamente en bolas, mejor sácala vestida. Por supuesto, es sólo mi opinión. Pero el caso es que no me gustaban nada esos cien dólares ahí puestos con el imperdible. Aun así, hice una rápida prueba para ver qué tal se defendía la ilustración sin más elementos en la portada aparte del título y el nombre de la autora. No quedaba mal, pero seguía sin convencerme. Al margen de eso, quizá la imagen iba demasiado dirigida a un público eminentemente masculino, cuando la idea que impulsa la novela es precisamente, en palabras de la propia autora, «retar tanto a los lectores como a las lectoras a que lean más allá de su tradicional zona de seguridad. Quiero que los hombres lean sobre la imagen que tienen de su cuerpo las mujeres y sobre el miedo a envejecer. Quiero que las mujeres lean sobre la verdadera brutalidad de la violencia que contra ellas se comete a diario en todo el mundo. También me atraía la idea de darle la vuelta a los arquetipos tradicionales del género». Por ello, me parecía imprescindible buscar una portada un poco más «para todos los públicos» y que pudiera apelar también a todas esas lectoras hasta las que quiere llegar Faust, y no sólo al típico aficionado a la novela negra.

Izquierda, The Brass Halo. Derecha, una apresurada aproximación a Maguire.


Afortunadamente, casi desde que terminé de leer la novela tenía ya en mente una imagen que me parecía perfectamente apropiada para vender esta historia de mujer agraviada que busca venganza dentro de un contexto puramente pulp. Creo que ya he comentado en alguna ocasión mi admiración y devoción por los grandes ilustradores de la era de la novela de quiosco; nombres como Norman Saunders, Rafael De Soto, Robert McGinnis y James Avati. Y entre todos ellos siempre he sentido especial predilección por Robert A. Maguire, cuya portada para la novela de Jack Webb (no confundir con el creador de Dragnet) The Brass Halo, publicada originalmente en 1956, quise recuperar para la ocasión. A partir de una pequeña imagen sacada de Internet, monté rápidamente la prueba que podéis ver arriba a la derecha, que aunque aún distaba mucho de parecerse a nada remotamente publicable me reafirmó en que iba por el buen camino (a veces hasta la prueba más chorra y apresurada sirve para demostrar al menos cosas como que la ilustración se ajusta a las proporciones, que te va a dejar espacio para el título y demás consideraciones prácticas).

A la izquierda, una prueba más seria. A la derecha, buscando alternativas. Pincha para ampliar.


Por desgracia, Bob Maguire falleció en 1955, pero su hija Lynn mantiene vivo su legado a través de la página R.A. Maguire Cover Art, que me sirvió para contactar con ella y empezar a negociar la compra de los derechos. El principal problema a la hora de recuperar portadas de la edad de oro de la literatura popular norteamericana suele ser que muchos de los originales se han perdido o están en manos de coleccionistas privados. En este caso la suerte me sonrió gracias al libro Dames, Dolls & Gun Molls: The Art of Robert Maguire, que publicó Jim Silke el año pasado, para cuya realización reunió, fotografió y digitalizó buena parte de la obra del artista. De otro modo, dudo mucho que hubiera podido disponer de una reproducción decente del original. En cualquier caso, como la negociación se alargó durante algunos meses y la cosa no terminaba de estar clara, se me ocurrió que no estaría de más tener alguna alternativa, por si acaso al final no era posible contar con la imagen de Maguire. De ahí la prueba de la derecha, realizada a partir de una ilustración de Jonas Bergstrand, un dibujante y diseñador gráfico sueco que encontré gracias a Tumblr. Como finalmente conseguí llegar a un acuerdo con la hija de Maguire, no llegué a contactar con Bergstrand para interesarme por su trabajo, pero creo que a partir de esta idea podría haber quedado igualmente una portada bastante chula; muy distinta, pero también muy llamativa. ¡Quizá en otra ocasión!

Los originales de Maguire en todo su esplendor. Pincha para ampliar.


El libro de Silke también me permitió ver a gran tamaño otras portadas que no conocía o que nunca había visto así de bien reproducidas. Entre todas ellas, me llamó particularmente la atención la de otra novela de los cincuenta, The Hot Chariot, de un tal J. M. Flynn, que también reunía elementos muy relacionados con el contenido de A la cara: un grupo de hombres que se matan entre ellos y una mujer con tendencia a quitarse la ropa (en el caso de Angel Dare, porque en eso consiste su trabajo) atrapada en el medio. Me pareció muy adecuada para usarla como contraportada y, tan pronto como recibí los originales que podéis ver sobre estas líneas, me puse a trabajar ya en firme con el resto de los elementos. Probablemente os habréis fijado en que para todas las pruebas anteriores me había empeñado en utilizar la misma fuente, una tipografía más rota e irregular que la que finalmente acabé usando. La idea era compensar el estilo retro de la ilustración con una fuente que jamás hubiera encontrado hueco en una portada de los cincuenta y que aportara un toque contemporáneo para que la cosa no se quedara en un simple ejercicio de mimesis. La fuente me sigue gustando mucho y no descarto utilizarla para otro proyecto, pero en última instancia preferí usar otra que resultara más legible a primera vista, y de todos modos me parece que la elegida tiene también suficiente personalidad como para transmitir un aire de cierta contemporaneidad y además combinaba muy bien con la Futura que quería utilizar para el nombre de la autora. El resultado final, ya con todos los elementos integrados, lo tenéis bajo estas líneas.

Pincha para ampliar.

Más sobre A la cara, de Christa Faust
Características: 14 x 21,5 centímetros.
Rústica con solapas. 256 páginas.
ISBN: 978-84-937771-0-4
Precio: 16 €

Dossier en PDF (incluye sinopsis, reseñas, entrevista con la autora, making of y 20 páginas de adelanto)
· Alta resolución (5,4 MB)
· Baja resolución (572KB)
· Portada

Otras entradas sobre diseño de portadas
·  El hombre de las portadas de acero
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domingo 14 de marzo de 2010

Creando escuela: Hard Case Crime

Ilustración de Glen Orbik para la portada de The Wounded and the Slain, de David Goodis.

Ya sé que la semana pasada prometí que en breve hablaríamos de la portada de A la cara, pero luego, pensándolo mejor, me ha parecido que antes de ahondar en el proceso de diseño de ese título en particular podría resultar interesante hablar un poco de la editorial que lo publicó originalmente, Hard Case Crime, un sello norteamericano fundado hace seis años por el escritor y diseñador Max Phillips y por uno de mis héroes personales de los últimos tiempos: Charles Ardai, un treintañero enamorado de la novela negra que un buen día decidió vender su empresa proveedora de servicios de Internet para invertir lo ganado en montar una editorial. Y no una editorial cualquiera, sino una especializada en recuperar clásicos de la narrativa pulp de la era dorada de la literatura de quiosco norteamericana, respetando su formato original barato y de bolsillo (los libros de HCC casi nunca pasan de los siete dólares) y recuperando un arte casi perdido como es el de las portadas pintadas, encargadas ex profeso para todos y cada uno de sus títulos. El invento funcionó bien y prácticamente desde el principio Ardai empezó a publicar también obras de autores contemporáneos dispuestos a seguir el espíritu de aquellos irrepetibles clásicos de baratillo (entre ellos gente como Stephen King y, evidentemente, nuestra Christa Faust). Con estos antecedentes, no sé si hará mucha falta decir que el de Hard Case Crime fue uno de los ejemplos que más me animó en su día a la hora de lanzarme con Es Pop, y si leéis la entrevista hasta el final podréis ver que el modelo de asociación Valdemar/Es Pop, que acabamos de crear para sacar nuestros títulos de narrativa, está casi calcado del que tiene Hard Case con otra editorial norteamericana llamada Dorchester Publishing (un ejemplo de coedición que, supongo, no será único, pero que en cualquier caso fue el que me sirvió a mí de inspiración).

Pulp contemporáneo. The Colorado Kid de Stephen King y Songs of Innocence de Richard Aleas. Portadas de Glen Orbik.

Quería, pues, aprovechar la ocasión para dedicarle una entrada a esta editorial valiente y singular. Y para ello, nada mejor que tirar de su cofundador y principal ideólogo, Charles Ardai. El año pasado, en Killer Covers (una web dedicada precisamente a hablar de portadas de libros de género negro), J. Kingston Pierce, editor y fundador de The Rap Sheet (sin duda uno los mejores blogs que hay ahora mismo en el mundo sobre narrativa criminal), publicó una extensa entrevista con Ardai, de la cual ha tenido la gentileza de cederme unos cuantos fragmentos. Si no he traducido la entrevista entera no es porque el resto no fuera interesante, sino porque quería centrarme principalmente en los dos motivos básicos de que os quisiera hablar sobre Hard Case Crime: por una parte sus excelentes portadas y por otra su actitud de referencia como pequeña editorial independiente. Por supuesto, si estos fragmentos os interesan, no dejéis de pasaros por Killer Covers para leer la entrevista original al completo.

CHARLES ARDAI: CRIMEN EN SUS MANOS

J. Kingston Pierce: ¿Puedo asumir que desde que empezaste a pensar en fundar Hard Case Crime te preocupó el tema del aspecto de las portadas? ¿Cómo de importantes crees que son las cubiertas tanto para vender los libros como para establecer la «marca» Hard Case?
Charles Ardai: Son absolutamente esenciales. Hard Case Crime no sería Hard Case Crime sin las portadas, igual que una película de James Bond no sería una película de James Bond sin el tema principal de Monty Norman o un BLT no sería un BLT sin el béicon. En cada caso, se trata de un elemento integral que añade sabor y color y textura y jugo. Las ilustraciones de portada siempre fueron un elemento básico de la ficción pulp. En los tiempos en los que este tipo de historias se vendían principalmente en los quioscos, en abarrotadas estaciones de tren y similares, uno no podía sacarle los diez céntimos al currito que esperaba para hacer su transbordo a menos que su portada saltara desde la balda, lo agarrara de las solapas y lo arrastrara hasta la caja registradora. Lo mismo pasaba en la época en la que las droguerías empezaron a vender novelas publicadas directamente en rústica y lo mismo sigue pasando hoy. La mayor parte de las portadas de libros son aburridas y carecen de imaginación. Farfullan con una vocecilla nasal en vez de entonar una canción de sirena. Nuestras portadas están diseñadas para provocar, para tentar, para despertar la curiosidad. Están pensadas para que el lector diga: «Por supuesto espero que la novela que hay detrás de esa portada sea buena, pero incluso aunque no lo sea tengo que comprarme el libro aunque sólo sea para tener esa portada en casa».

Dos curiosas reediciones de obras primerizas de Michael Crichton, escritas bajo el seudónimo de John Lange. Por si eso fuera poco, la trama de Zero Cool está enteramente ambientada en España, empezando en Tossa de Mar y acabando en Granada. Portadas de Gregory Manchess.

KP: Entonces ¿cuáles son los elementos más importantes en una portada para Hard Case? ¿Mujeres hermosas? ¿Hombres peligrosos? ¿Una oportunidad de seducción? ¿Violencia inminente? ¿Qué?
CA: ¿Cómo decía aquella vieja canción de La noche del escándalo Minsky’s? «Reúne a diez mujeres estupendas/Pero dales sólo nueve vestidos/Y estarás preparando algo grande». De entre nuestras primeras cinco docenas de portadas, todas salvo una muestran a una mujer hermosa entera o en parte, y precisamente esa una ha sido de las que peor han vendido. El sexo vende. Algunas de nuestras portadas sólo muestran a una persona, otras a dos, otras a tres o cuatro; algunas sugieren acción y otras estatismo; algunas tienen una atmósfera amenazadora mientras que otras son más seductoras. Pero todas tienen una despampanante mujer fatal, normalmente con menos ropa de la que se lleva a la iglesia.
El otro elemento decisivo no depende del contenido sino del estilo. La portada ha de estar pintada siguiendo el estilo de los maestros de mediados del siglo XX: [Robert] McGinnis, [Robert] Maguire, [Rudolph] Belarski, [James] Bama, [James] Avati, [Rafael] De Soto y demás. Es imprescindible que tengan cuerpo, rotundidad; que se vea el brochazo, una representación clásica de la anatomía. Nada de aerógrafos y, por el amor de Dios, nada digital. Sólo óleo sobre lienzo o pintura al temple diluida en auténtica yema de huevo y la mano de un maestro del pincel. Eso es lo que le da a nuestras portadas su aspecto.

Dos portadas de Ron Lesser, uno de los artistas más reincidentes en la colección.

JKP: En 2006 le dijiste a Denise Hamilton del Los Angeles Times: “Es irónico. En los cincuenta podías mostrar a una mujer completamente desnuda en una portada siempre y cuando le estuviera dando la espalda al espectador, pero hoy en día libros con cubiertas así de atrevidas serían rechazados por al menos ciertas cadenas de libreros». ¿Qué ha cambiado en los últimos años? ¿Por qué las portadas de la era Eisenhower y la era Kennedy eran menos puritanas que las de ahora?
CA: Como ni siquiera he cumplido aún los cuarenta (aunque sólo me falten un par de meses), no soy quién para decir cómo eran realmente las cosas hace medio siglo, pero sí me da la impresión de que cierto nivel de estimulación en determinados lugares públicos estaba considerado aceptable de una manera que hoy no tendría lugar. Incluso hace 30 años, cuando yo era chaval, recuerdo ir a la barbería local y devorar con los ojos como platos la pila de «revistas para hombres» disponibles para que los clientes leyeran un rato mientras esperaban su turno. Me resulta inconcebible que hoy en día un barbero pudiera hacer lo mismo, especialmente uno que atienda tanto a adultos como a niños. Pero en aquel entonces no sólo estaba aceptado, sino que incluso era lo que uno esperaba. Sospecho que lo mismo debe de ser cierto para los exhibidores de novelas en las droguerías. No estamos hablando de pornografía, sino únicamente de algún que otro trasero desnudo o quizá, muy de vez en cuando, la promesa de un pezón bajo una camisa demasiado fina. No conozco a nadie que haya quedado perjudicado por ver ni una cosa ni la otra. Pero hoy en día a los vendedores les de semejante pánico ofender a alguien que prefieren ir a lo seguro y rechazar cualquier libro cuya portada contenga algún elemento susceptible de ofensa. En estos últimos años nos han dicho de todo, desde «no queremos pies descalzos» hasta que «algunas tiendas no aceptan que se vea el ombligo», e incluso «no podéis mostrar escotes laterales». Sinceramente, yo no siquiera sabía lo que era un «escote lateral» ni que hubiera un nombre para ello. Pero ahí lo tienes. Al final resulta que tienen nombre para todo y si existe la mínima posibilidad de que pueda producirle una erección a alguien, siempre habrá una tienda que no tolere mostrarlo en la portada de un libro. Yo intento ignorar estos comentarios en la medida de lo posible y limitarme a dejar que nuestros artistas pinten la mejor portada posible. Sólo de vez en cuando he tenido que decirle a Bob McGinnis: «¿Puedes cerrarle un poquito la bata?».

Dos muestras del trabajo de Ken Laager para HCC.

JKP: Has conseguido trabajar con algunos de los más célebres ilustradores de la industria de la novela popular, de Robert McGinnis y Glen Orbik a Ron Lesser y Ken Laager. Teniendo en cuenta la repercusión de las portadas de vuestra colección y la consiguiente búsqueda por parte de otros editores de diseños retro, ¿has tenido algún problema a la hora de contratar a algún ilustrador con el que realmente te apeteciera trabajar?
CA: Hay algunos pintores que empezaron sus carreras en el pulp y que siguen en activo hoy en día, pero que no tienen interés en volver a sus raíces. El gran James Bama, que es un tipo generoso y encantador, se retiró de la ilustración comercial en 1971 y se mudó a Wyoming para convertirse en un pintor serio, principalmente de estampas del Oeste. Le enseñamos lo que estábamos haciendo y se mostró muy entusiasta, pero aun así no se dejó convencer. Me escribió una nota en la que decía: «Después de haberle dicho que no a Malcolm Forbes, a Clint Eastwood y a George Lucas, cada vez me resulta más fácil”. De igual manera, Ray Kinstler sentía que había dejado atrás su trabajo como ilustrador de pulps y no tenía el tiempo o las ganas de volver a ellos. Pero el caso que más me entristeció fue el de Robert Maguire. Mantuve una buena conversación con él poco antes de que muriera [en 2005] y me dio la impresión de que le habría gustado intentarlo, pero que tenía la impresión de que no iba a ser capaz de producir nada que estuviera a la altura de sus antiguas portadas. Le rogué que lo intentara de todas maneras. Incluso un Maguire menor habría sido una maravilla. Pero no quiso hacerlo, y un par de meses más tarde falleció.
JKP: Yo estoy particularmente interesado en McGinnis, ya que después de todo es el gran maestre de los ilustradores de novelas de bolsillo de mediados del siglo XX. ¿Cómo conseguiste convencerle para que trabajara para HCC? ¿Y qué tipo de relación tienes con él ahora que ya ha pintado varias portadas para vosotros?

Dos portadas a cargo de un veterano de estilo inconfundible: Robert McGinnis.

CA: Trabajar con Bob es un placer. Ahora mismo está haciendo su décima portada para nosotros, una que además tiene un cariz especial ya que es para una de las novelas de Brett Halliday protagonizadas por Mike Shayne, probablemente la serie por la que Bob es más conocido (o eso o por los libros de Carter Brown). Me enteré de que Bob seguía pintando gracias a Glen Orbik, el cual me sugirió que lo llamara. Al principio me daba un gran reparo, no sabía ni qué decirle, pero al final me armé de valor y cogí el teléfono… y tan pronto como nos pusimos a hablar supe que tendríamos una relación estupenda. Para empezar, Bob es en un caballero, un auténtico profesional y absurdamente modesto (a pesar de que no tiene ningún motivo para serlo). Aparte de eso, siente una pasión genuina por el tipo de libros que estamos publicando y es evidente que se lo está pasando de lo lindo volviendo a pintar portadas. No tiene demasiado tiempo libre (sigue estando muy reclamado), pero a nosotros siempre nos ha hecho hueco, algo por lo que le estoy sumamente agradecido. La relación laboral es muy simple: le envío una descripción del libro y un par de semanas más tarde él me envía una serie de bocetos inspirados por esa descripción. Yo elijo uno, le digo: «Ponle algo más de ropa a esta mujer, por favor», y ya está.
JKP: A buen seguro tendrás algunas favoritas entre todas las portadas que habéis publicado. ¿Cuál es la que más te ha gustado hasta ahora?
CA: No podría elegir favoritas entre las obras de nuestros artistas. Ofendería a cualquiera al que no nombrara. Lo que sí puedo decirte es qué portadas han generado más comentarios entre los compradores: las de Greg Manchess para The Vengeful Virgin y Fade to Blonde; las de Glen Orbik para The Max y Blackmailer; las de Robert McGinnis para The Girl with the Long Green Heart y The Last Quarry; la de Sharif Tarabay para Killing Castro y la de Ricky Mujica para The Corpse Wore Pasties. Y hay muchas más. En realidad sólo ha habido un puñado que han generado comentarios negativos, y en el transcurso de cinco años eso me parece algo bastante notable.

Blackmailer y The Max, nuevamente de Glen Orbik.

JKP: Explícame el proceso por el cual una novela clásica pasa a ser un título de Hard Case Crime. Hay cantidad de títulos, pero la mayoría nunca aparecerán en tu colección. ¿Cómo te decides por uno o por otro?
CA: Llevo prácticamente 30 años leyendo novelas de género negro; empecé de muy joven. Y recuerdo perfectamente las que más me gustaron. Cuando llega el momento de hacer una recuperación, sencillamente voy a la estantería, saco unos cuantos títulos que recuerdo que me gustaron, los releo para asegurarme de que la memoria no me engaña y luego investigo cuándo fue la última vez que se reeditaron y si los derechos están disponibles. En ocasiones tengo que prescindir de un libro porque otra editorial lo ha vuelto a publicar recientemente; en otras no consigo encontrar al autor o a sus herederos. Pero por lo general, si insisto lo suficiente, acabo localizándolos, y aunque es verdad que un par de autores (o de herederos) nos han dicho que no, han sido los menos. Me llevó años encontrar a la nieta de Steve Fisher, o a los tres hijos (de dos esposas distintas) del Robert B. Parker original. Pero acabé encontrándolos. Y el propio trabajo detectivesco necesario para dar con ellos puede resultar divertido en sí mismo.
JKP: ¿Puedes citar un par de libros que te gustaría ver publicados en Hard Case? ¿Algún «santo grial» que te gustara rescatar?
CA: Gore Vidal escribió cuando era joven una novela con seudónimo para la editorial Gold Medal [Thieves Fall Out, por “Cameron Kay”] que no se ha vuelto a reeditar nunca, y a mí me encantaría sacarla. Hablamos con él y se lo estuvo pensando, pero al final rechazó la oferta. También me gustaría publicar una nueva edición de la primera y fantástica novela de Alan Furst [Your Day in the Barrel, 1976] que fue nominada al Edgar, pero él nos dejó bien claro que no iba a ser posible. Es demasiado diferente de los libros que publica ahora y no quiere verse asociado con ella, lo cual me parece una pena, pero desde luego está en todo su derecho. Martin Cruz Smith escribió una serie de novelas como “Simon Quinn” acerca de un agente secreto del Vaticano, y dos de ellas, particularmente una, son lo suficientemente buenas como para que merezca la pena recuperarlas. Smith estuvo a punto de decirnos que sí; de hecho, llegó a decir que sí pero luego cambió de idea en el último momento. Y hay más. Pero no faltan autores encantados de ver su trabajo de nuevo en el mercado; no voy a perder el sueño por aquellos pocos que prefieren que su obra permanezca en el anonimato.

Las portadas de Fade to Blond, de Greg Manchess y Killing Castro, de Sharif Tabaray.

JKP: Hace poco leí en uno de tus boletines a los lectores que tienes pensado reducir la frecuencia de publicación de HCC. Hasta ahora habéis estado editando un libro al mes, pero a partir del 2010 la frecuencia pasará a ser bimestral. ¿Por qué ese cambio?
CA: Por varios motivos. Básicamente llevo cinco años publicando un libro al mes y es agotador. Tenemos un total de cero trabajadores en plantilla, lo que quiere decir que sólo estoy yo para leer todos los libros, comprar los derechos, negociar los contratos, encargar las portadas, supervisar las fotos y los escaneos, corregir los textos de todos los libros, encargarme de la publicidad, hacer cola en correos para enviarle sus ejemplares a cada autor, etcétera, etcétera. Y de verdad que me encanta, pero cinco años así agotan a cualquiera. Por otra parte, llevo un tiempo teniendo la sensación de que estamos atiborrando el mercado. Sí, habrá algunos superfieles que se leerán todo lo que publiquemos. Pero por cada individuo así, hay otros diez que me dicen lo mucho que les gustan nuestros libros, pero que tienen ya una docena esperando en la pila por leer. De igual modo, resulta difícil entusiasmar a los críticos con cada nuevo título cuando en apenas cuatro semanas va a salir otro por la cinta transportadora. En algún momento del proceso, la publicación de un nuevo título de Hard Case Crime dejó de ser un hecho interesante o digno de atención y pasó a ser sencillamente algo que se da por hecho. Mi esperanza es que, reduciendo la frecuencia de publicación, seamos capaces de conseguir más atención para cada título.
Y eso por supuesto nos lleva al tema de las ventas. La economía está fatal y todo el mundo está sufriendo las consecuencias. No voy a decir que nosotros estemos sufriendo más que los demás, pero nuestras ventas han bajado y espero que con un calendario menos apretado, en el que cada título es un poco más un «evento», se recuperen un poco. Después de todo necesitamos el dinero. Esto es una labor de amor, pero también es un negocio, y si las ventas caen por debajo de cierto nivel no seremos capaces de continuar. De ahí el paso la bimestralidad. Es difícil saber si eso ayudará o perjudicará a las ventas, pero al menos me dará la oportunidad de tomarme un respiro.

Lawrence Block y Mickey Spillane, dos veteranos recuperados por HCC. Las portadas
son de Chuck Pyle y de Arthur Suydam respectivamente.

JKP: ¿Puedes ahondar un poco más en cómo está funcionando Hard Case como negocio? ¿Hay motivos para preocuparse?
CA: Trabajamos con otra editorial, Dorchester Publishing, que son quienes se encargan de la producción, las ventas y la distribución, y en estos cinco años han hecho un trabajo consistentemente excelente. También se encargan de llevar la mayor parte de los temas empresariales, de modo que a nosotros nos protegen de lo peor. Pero sé que se enfrentan a la misma situación complicada que cualquier otra editorial, sólo que en mi opinión la situación es más dura para los pequeños que para los grandes. Tenemos menos colchón para amortiguar la caída. Afortunadamente sigue habiendo un montón de lectores ahí afuera y si trabajas duramente aún puedes vender suficientes libros como para mantenerte a flote. Pero desde luego resulta más complicado ahora de lo que lo era incluso hace sólo un par de años, y no me sorprendería que Hard Case Crime tuviera que acabar cerrando algún día. No es por sonar fatalista, pero nada dura para siempre.
Una vez dicho eso, incluso aunque tuviéramos que echar el cierre mañana (cosa que no vamos a hacer), seguiría sintiéndome orgulloso de lo que hemos conseguido. Más de sesenta libros en cinco años, entre ellos cinco nominados a los Edgar (y un ganador), dos ganadores del Shamus, nominados a muchos otros premios, reseñas en todos los principales periódicos y revistas del país… No es moco de pavo. Es muchísimo más de lo que pensé que íbamos conseguir la primera vez que a Max [Phillips] y a mí se nos ocurrió la idea de esta colección. Pensamos que sacaríamos seis libros y que ahí acabaría todo.
JKP: ¿Qué has aprendido acerca del negocio de la edición que desearías haber sabido antes de empezar?
CA: Oh, he aprendido millones de cosas. Sería imposible explicarlas todas en una respuesta que no fuera a ocupar un libro entero. Pero quizá lo más importante que he aprendido ha sido que si hay algo que amas y que de verdad sientes con pasión, hay una buena probabilidad de que haya más gente ahí afuera, quizá miles e incluso millones, que compartan esa pasión. Y si eres capaz de llegar a una cantidad suficiente de esas personas, tienes una buena base sobre la que levantar una colección longeva.

Dos de mis portadas favoritas de todo el catálogo de HCC,
a cargo de Chuck Pyle y de Michael Koelsch.

(Si te quieres gastar los cuartos) Cultura Impopular recomienda:

·  The Colorado Kid de Stephen King
·  The Cutie de Donald Westlake
·  The Girl With the Long Green Heart de Lawrence Block
·  Kiss Her Goodbye de Allan Guthrie
·  Lemons Never Lie de Richard Stark
·  Lucky at Cards de Lawrence Block
·  Songs of Innocence de Richard Aleas
·  A Touch of Death de Charles Williams

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jueves 4 de marzo de 2010

El hombre de las portadas de acero

Bueno, pues siguiendo con la ya tradicional costumbre de destripar un poco el proceso de diseño de cada una de las portadas de los libros que vamos publicando (¡menos mal que tampoco son muchos!), hoy le llega el turno a la del primer número de la nueva colección Es Pop Narrativa: Acero, de Todd Grimson. Una portada a la que, por cierto, le tengo un especial cariño, no sólo por ser la primera que me animé a diseñar en solitario, sino porque además contribuyó a que mis socios en esta aventura, la buena gente de Valdemar, empezaran a ver la propuesta con otros ojos. Y es que, claro, una cosa es hablar en abstracto y otra muy distinta tener algo que marca la línea del producto ya en la mano. ¡A pesar de que el producto ni siquiera exista! (el primer boceto de los que veréis aquí se hizo antes incluso de haber comprado los derechos de Acero; y cuando digo «antes» me refiero como a un año antes). Pero volvamos al principio. Recordaréis que hará un par de meses os comentaba que mi amigo David Muñoz había dirigido un cortometraje titulado El último día (que podéis ver aquí). Aprovechando que la protagonista del corto, Ana Villa, salía en un par de escenas maquillada de vampira, y también su buena disposición, tiré de cámara y le saqué una buena tanda de fotos. Si tenéis curiosidad, podéis ver una selección de dichas instantáneas aquí, pero mi favorita, en cualquier caso, es esta:


Justo por aquel entonces acababa de leer Acero, un título que me habían pasado precisamente desde Valdemar para ver si se adecuaba a su colección de narrativa gótica. Y lo cierto es que no era el caso; Acero era demasiado contemporáneo, demasiado posmoderno y demasiado referencial como para justificar su inclusión junto a clásicos como Stoker y Lovecraft o incluso autores más recientes como William Hjortsberg y Shirley Jackson. Sin embargo, aquellas mismas características lo hacían perfecto para Es Pop. La idea de lanzar una colección de libros de narrativa contemporánea me llevaba rondando desde el primer día, aunque por el momento parecía quedar lejos de mi alcance. Pero de repente allí teníamos aquel título, perfecto para presentar una colección que yo no podía editar solo y, en mi opinión, equivocado para las líneas ya establecidas por Valdemar. La solución parecía evidente: editémoslo juntos. Para ilustrar el concepto de colección que tenía yo en la cabeza y aprovechando las fotos que había hecho durante el rodaje de El último día, preparé este apresurado boceto que podéis ver aquí abajo a la derecha:

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Es, efectivamente, la foto de arriba reencuadrada y mínimante retocada con Photoshop para hacerla un poco más fría y borrar el enchufe ese que se veía a la derecha. A la izquierda podéis ver la portada original norteamericana, que no me gusta nada pero sí ilustra un poco el concepto que quería reinterpretar: una cubierta sencilla, compuesta únicamente por la imagen, el título de la obra, el autor y una cita con atractivo comercial. Nada de logos ni de marcos, ni de sellos de colección. Mi idea era reproducir un poco ese aire a bestseller americano, para que a los libreros les entraran ganas de colocar nuestros libros entre las novedades de Planeta y… hala, a vender como locos. Por supuesto, como todos los mejores planes, este acabó yéndose rápidamente al traste por culpa de mis manías, una de las cuales es que no me suelen gustar demasiado las portadas realizadas a partir de fotos. No me malinterpretéis: hay algunas portadas fotográficas verdaderamente magníficas, pero sí creo que el uso de la fotografía está excesivamente extendido y que, encima, está copado por el trabajo de agencias como Corbis o Getty, con lo cual además corres el riesgo de que te pasen cosas como esta, esta o esta otra. El caso es que, no sólo por estética sino también, a qué negarlo, para que llamaran un poco más la atención, decidí que uno de los rasgos definitorios de la colección debería ser que todas las portadas fueran ilustradas.

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Mientras tanto, como podéis ver aquí arriba, seguí dándole vueltas y usos a esta otra foto de El último día. En este caso son pruebas para la carátula del DVD, pero las incluyo aquí para veáis el modo en el que intentaba potenciar ideas como la de que las letras «pincharan» el cuello de la protagonista (como en la primera) o la de que dieran un poco una impresión cortante (como en la segunda). Todo esto, evidentemente, como campo de pruebas para cuando llegara el momento de diseñar la portada definitiva de Acero, para la cual ya tenía en mente a un único ilustrador.

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Las dos imágenes que veis aquí arriba son de David Sánchez, ilustrador e historietista y diseñador de las publicaciones de la editorial Errata Naturae (no dejéis de echarle un vistazo a su espectacular El destripador). Para mí, David es uno de esos ilustradores que incluso cuando trabaja desde una referencia fotográfica es capaz de mantener un estilo reconocible y personal. Aparte de eso, me gustan mucho cómo trata el color y el grosor de su trazo. Por eso, una vez comprados los derechos de la novela y tras haber decidido que sí, que íbamos a utilizar mi boceto inicial como punto de partida, supe de inmediato a quién quería encargarle la ilustración. Afortunadamente, a David le interesó el trabajo y rápidamente me envió esta primera imagen que podéis ver abajo a la izquierda.

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Como veis, el (a mi juicio) mayor hallazgo de la portada ya está ahí presente: la mancha de rojo que divide la imagen en dos. Debo reconocer que me sigue gustando mucho el contraste únicamente entre blanco y rojo, pero me daba miedo que fuera excesivamente agresivo para el lector y además quería algún elemento azul que recordara pues, eso, la frialdad del acero y que me sirviera de nexo de unión con un detalle azul que tenía pensado para el lomo. De modo que le pedí a David que coloreara de azul la parte inferior del rostro de la chica y un par de detalles mínimos más (que el rojo no entrara dentro de la boca y cambiar la posición del reflejo en el ojo). Como veis, la portada quedó prácticamente terminada desde el primer dibujo.

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Aun así, yo soy un poco de natural paranoico, y cuando algo me gusta mucho desde el primer momento siempre lo toqueteo un poco, más que nada para ver si la opinión inicial se sostiene o si es únicamente fruto del entusiasmo. Por eso, probé otras combinaciones de colores sobre la misma ilustración para ver de qué manera cambiaba la primera impresión. Aquí arriba podéis ver las tres que hice antes de reafirmarme en que no, no hacía falta cambio alguno y que la combinación rojo-azul-blanco era perfecta y lo suficientemente llamativa como para gritar desde la sección de libros de misterio y terror, donde lo que predominan son los tonos negros. Así pues, una vez decidida la portada, sólo quedaba escoger los elementos gráficos que debían ir en la contraportada y en una de las solapas. Acero es una novela bastante coral, pero el eje que mueve todas las relaciones es el compuesto por Justine, una vampira francesa del siglo XV que vive en el Los Ángeles de mediados de los noventa; su compañero Keith, un antiguo guitarrista de un grupo postpunk que tuvo que abandonar la música después de que unos matones le rompieran los dedos; y David, un antiguo enamorado de Justine convertido al vampirismo por ella que ahora la busca para vengarse. Pensé que sería buena idea reflejar este triunvirato en el diseño de la portada, así que le pedí a David (Sánchez, no el vampiro) que me dibujara una mano con los dedos vendados para la contra (tal y como se describen los de Keith en el libro) y para la solapa un sable ensangrentado, ya que David (el vampiro, no Sánchez) utiliza repetidas veces uno en la novela.

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Aquí arriba tenéis la ilustración definitiva que me hizo David, con los tres elementos ya colocados en su sitio. De toda la cubierta, debo reconocer que casi lo que más me gusta es la mano de la contra. Por momentos me arrepiento de haberla utilizado aquí porque habría sido una portada súper impactante para alguna otra novela, pero eso supondría esperar a encontrar otra en la que el protagonista también llevara los dedos vendados, y no era plan. Aquí abajo os dejo, en fin, el resultado definitivo, ya con todos los textos colocados en su sitio (con el título bien cerca del cuello, como en la primera carátula de El último día), su ISBN, su foto del autor y, bueno, todos esos elementos que indefectiblemente afean la ilustración pero que se imponen como inevitables. ¡La semana que viene os espero aquí para hablar de la portada de A la cara!

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Más sobre Acero, de Todd Grimson
Características: 14 x 21,5 centímetros.
Rústica con solapas. 272 páginas.
ISBN: 978-84-937771-1-1
Precio: 17 €

Dossier en PDF (incluye 15 páginas de adelanto)
Alta resolución (5,1MB): http://www.espop.es/prensa/acero.zip
Baja resolución (616KB): http://www.espop.es/prensa/acero_low.pdf
Portada: http://www.espop.es/prensa/acero_portada.tif

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miércoles 25 de noviembre de 2009

Schulz, Carlitos y Snoopy: una portada

Lo de arriba no es un juego de palabras con el título del libro, Schulz, Carlitos y Snoopy: una biografía, sino una pura realidad: en este caso, y al contrario de lo sucedido con nuestros anteriores títulos, sólo había una portada posible para la biografía del creador de Peanuts. El concepto del original norteamericano era tan sumamente potente que había que adoptarlo sí o sí. Sin embargo, adoptar el concepto no es lo mismo que mimetizarlo pixel por pixel, por lo que además de adoptarlo decidimos que también era necesario adaptarlo. Espero que se nos perdone la arrogancia de habernos atrevido a «enmendarle la plana» nada más y nada menos que a Chip Kidd, no sólo uno de los mejores diseñadores del mundo sino también un particular favorito tanto mío como de Manuel Bartual, brazo ejecutor en este caso de la adaptación de la portada. Pero aunque, como ya he dicho, el concepto de Kidd era sencillamente insuperable, la ejecución no acababa de encajar del todo dentro de la «filosofía» de Es Pop. ¿Cuál es esa filosofía? Procurar que el libro llegue a su público objetivo intentando dejar a la vez la puerta abierta para otro tipo de lector más general. La portada de Los trapos sucios, por ejemplo, nació como fruto de la necesidad (no conseguimos hacernos con los materiales de la original), pero creo que en parte, guste más o menos a los que estaban esperando el libro, puede haber ayudado a que gente que no es fan de Mötley Crüe, ni de este tipo de literatura, se esté animando a leerlo, como de hecho está pasando. El mayor responsable en primera instancia de este tipo de fenómenos siempre es, claro está, el boca a boca, pero que además la portada no sea la típica de libro de rock puede haber ayudado también a vencer ciertas prevenciones. Después de todo, el lector ya de por sí interesado en el libro se lo va a comprar tenga la portada que tenga, y de alguna manera hay que llamar la atención del curioso.


Chip Kidd. Foto: HERS Photo.

¿Qué tiene que ver todo esto con el libro de Schulz? Bastante. En una portada tan depurada como la de Chip Kidd, la tipografía cobra si cabe doble importancia a la hora de transmitir el «mensaje». La utilizada en el libro original norteamericano es la Comic Strip MN, presumiblemente en un intento por evocar la firma de Schulz, la cual no podía ser utilizada por motivos legales. A nuestros ojos, sin embargo, era excesivamente parecida a la Comic Sans, es decir, justo el tipo de tipografía que pensaría encontrar un lector no demasiado aficionado a los tebeos en un libro de este tipo, lo que equivaldría a confirmar de algún modo cualquier tipo de prejuicio que pudiera tener de antemano. Ese es el motivo de que decidiéramos sustituir la Comic Strip MN por la HVD Comic Serif, una excelente fuente diseñada por Hannes von Döhren que sigue transmitiendo cierto aire a cómic, a rotulación manual, pero haciendo gala de mucho más cuerpo. Para compensar el peso de la HVD Comic Serif, nos pareció que lo mejor sería utilizar una tipografía de aspecto más mecánico y estilizado para el subtítulo «una biografía», y qué mejor para ello que una Futura, una fuente que no sólo ayuda a aligerar la portada sino que además, en su contraste y su elegancia, transmite otro tipo de mensaje: sí, es un libro sobre un dibujante de tebeos, pero a la vez es una biografía seria y formal. También puede ser que todo este planteamiento sea sencillamente fruto de hilar demasiado fino y que luego nadie se fije en estas cosas, pero en mi opinión este tipo de matices pueden llegar a marcar una diferencia. En cualquier caso, también me gustaría conocer vuestro punto de vista como compradores, que es uno de los motivos por los que escribo este tipo de entradas. Aquí os dejo ambas portadas para que comparéis.

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viernes 2 de octubre de 2009

Las portadas de Más Libros

Izquierda, Javier Olivares. Derecha, Luis Bustos. Pincha para ampliar.


Un par de vosotros me habéis escrito en privado para preguntar si aún se pueden encontrar ejemplares de la revista Más Libros, la cual mencioné por aquí hace unos días. La respuesta es que no. Más Libros era una revista gratuita que se repartía por las librerías de todo Madrid y nunca la hicimos pensando en que pudiera tener algún interés más allá del mes para el que estaba pensada, por lo que si alguna vez nos sobraba algún paquete de más, solía ir al reciclaje. La verdad es que ahora lo pienso y me da pena no haberlos guardado, porque aunque la mayor parte de los textos estuvieran dedicados a la novedad pura y dura, también había secciones como «Leíamos ayer», que firmaba Santiago García, dedicada a la recuperación de clásicos atemporales, tan legibles hoy como hace diez años, y varios de los dossieres que acabamos preparando creo que todavía aguantan una lectura.

Izquierda, Max. Derecha, Javier Olivares. Pincha para ampliar.


En cualquier caso, si por algo lo lamento, es por la cantidad de ilustraciones bonitas con las que nos ayudaron a engalanar la revista amigos como Santiago Sequeiros, José Luis Ágreda, Eduardo Alvarado o Juanjo Sáez, los cuales a buen seguro habrán ganado desde entonces cantidad de fans a los que les gustaría hacerse con alguna de ellas. Mención aparte merece el infatigable Javier Olivares, que nos ayudó cantidad desde el principio, aportando ilustraciones prácticamente a todos los números, ventilándose tres de las diez portadas y, no menos importante, hablando bien de nosotros y ayudándonos a conseguir contribuciones de amigos suyos como Max, Víctor Aparicio o Joaquín López Cruces, a los que dudo mucho que de otro modo hubiéramos podido acceder.

Izquierda, Víctor Aparicio. Derecha, Joaquín López Cruces. Pincha para ampliar.


Más Libros fue una idea (a mi parecer genial) de David Muñoz, el cual nos reclutó a su hermana Esther, a Eduardo Salazar y a mí para que formáramos parte de la redacción. Prácticamente todos teníamos, además, un seudónimo (la única vez en mi vida que he utilizado uno), para que pareciera que éramos muchos más y que aquello era una empresa grande. Luis Bustos se encargaba del diseño, de la maqueta, de la dirección artística, de ilustrar lo que hiciera falta y de no recuerdo cuántas cosas más. La verdad es que, como decía el otro día, no se me ocurre una escuela mejor para alguien como yo, que para entonces estaba ya completamente aburrido de la carrera. El ritmo frenético al que trabajábamos, reseñando del orden de veinte libros por cabeza en cada número, entrevistando a un mínimo de dos o tres autores y escribiendo una columna de crítica cada mes (eso cuando no te tocaba encargarte del dossier central, que nos íbamos rotando), me ayudó a espabilarme y a mejorar como redactor a marchas forzadas. Por otra parte, sólo con ver a Luis trabajando todos los días, aprendí prácticamente más de diseño y de manejar el Quark en un año que en los diez que han transcurrido desde entonces (además, me prestó mis dos primeros libros de Jim Thompson, Texas y El cuchillo en la mirada, algo que nunca podré agradecerle lo suficiente). Aparte del núcleo central, en cada número contábamos además con la colaboración desinteresada de cantidad de amigos que nos ayudaron a que aquello tuviera un aspecto lo más profesional posible.

Izquierda, Luis Bustos. Derecha, Javi Rodríguez. Pincha para ampliar.


Estuvimos haciendo la revista dos años, entre desarrollarla, prepararla y luego el tiempo que estuvo en la calle. En total sacamos diez números, de los cuales me ha parecido interesante recuperar como poco las portadas. Todavía hoy me siguen pareciendo todas cojonudas, cantidad de llamativas y realmente modernas para tratarse de una publicación literaria. Además, teniendo en cuenta que el formato era de 28 x 43 cm. podéis imaginaros lo que llamaban la atención en las tiendas. Dicho esto, los escaneados no son los mejores del mundo; Más Libros estaba editada en papel de periódico «guarripé», y por mucho que lo he intentado no hay Photoshop en el mundo que arregle la impresión barata con la que trabajábamos.

Izquierda, Javier Olivares. Derecha, Darío Adanti. Pincha para ampliar.


Como decía al principio, la idea era dar una imagen de novedad e inmediatez ya desde el mismo formato, todo lo contrario a la típica revista seriota, formal (por no decir rancia) y de papel satinado. Lo nuestro era la información y un punto de vista más abierto sobre el mundo de la literatura, y sinceramente creo que al final conseguimos desarrollar una publicación realmente atípica e interesante. Aún estoy convencido de que si hubiéramos podido aguantar un poco más o hubiéramos contado con un mínimo apoyo financiero de algún inversor (ya que la pagábamos nosotros de nuestro propio bolsillo) la cosa habría acabado despegando. De hecho, que yo recuerde nunca llegamos a perder dinero, ya que cada número conseguía al menos financiar la imprenta del siguiente, aunque nunca llegara a dar lo suficiente como para que ninguno de nosotros pudiera cobrar un sueldo. El problema fue que, entre tanto, además de hacer la revista, todos tuvimos que seguir echando horas en otros curros para ganar algo con lo que mantenernos, y al final, tras año y medio con la revista en la calle, el agotamiento pudo con nosotros. En cualquier caso, ahí quedó la experiencia, que por mi parte al menos se cuenta entre una de las más satisfactorias de mi vida, y aquí quedan las portadas. Al final más que una entrada veo que lo que me ha quedado es un panegírico, pero como decía Robert Crumb en aquella historieta suya en la que daba gracias por todo lo bueno que le había pasado en la vida, de vez en cuando hay que pararse a reflexionar sobre las cosas positivas que nos van sucediendo y, sí, agradecerle su apoyo y su ayuda a todas esas personas que nos vamos encontrando por el camino a las que no siempre se lo hemos reconocido tan a menudo como debiéramos. Por eso, a todos mis compañeros en Más Libros y a todos aquellos que nos ayudaron a aguantar lo que aguantamos, desde aquí, gracias. ¡Gracias!

Dos ilustraciones de Javier Olivares para el nº 6 de Mas Libros, dedicado
al terror. A la izquierda, Jekyll y Hyde. A la derecha, Drácula.

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viernes 31 de julio de 2009

Mick Wiggins: soluciones artísticas

Ilustración original para la portada de Mi familia y otros animales de Gerald Durrell

Hace unas semanas, James Morrison de Caustic Cover Critic, uno de los mejores blogs sobre portadas de libros que conozco, publicaba una entrevista con Mick Wiggins, ilustrador al que he descubierto recientemente pero que, como comprobaríais quienes sigáis mi tumblr, me tiene completamente embelesado. Es por ello que le pregunté a James si le importaba que tradujera su entrevista al castellano para publicarla también aquí y, afortunadamente, no tuvo inconveniente. No dejéis de visitar Caustic Cover Critic para ver la versión original de la entrevista y también la página web de Mick Wiggins donde encontraréis muchos más trabajos suyos.

Soluciones artísticas. Entrevista con Mick Wiggins
«En primer lugar, debería indicar que básicamente soy un ilustrador y que todavía nadie me ha pedido que desarrolle un diseño de portada. A veces la ilustración ha de encajar dentro de un diseño o formato preexistente o el diseñador aprovecha para su trabajo la composición de mi imagen. A menudo ni siquiera veo el diseño de portada hasta que está listo para entrar en imprenta».

«Cuando empecé hace años pintaba con óleos, pero finalmente me pasé al formato digital allá por los ochenta. A medida que la tecnología fue madurando con las décadas, mi estilo fue cambiando hasta llegar a lo que es ahora. Técnicamente, creo que trabajo de una manera muy sencilla: primero aboceto a lápiz, escaneo y luego desarrollo la imagen en Photoshop. Como remanente del siglo pasado, todavía uso ratón en vez de tableta, lo cual es probablemente el motivo de que gran parte de mi trabajo tenga un aire como a serigrafía o a grabado. Con el ratón, uno va tallando las formas más que dibujarlas, lo cual elimina ese trazo inmediato y sensual que da el dibujar a mano. Cualquier tipo de sensualidad que acaba surgiendo parece tener un aire ligeramente más formal y almidonado».

Portadas para On the Beach y Pied Piper, de Nevil Shute. Pincha sobre
las imágenes para ver las ilustraciones originales.

«Tengo un par de texturas que me gusta utilizar. La más habitual es un viejo trozo de papiro que tiene un peculiar entrelazado que me gusta. Actualmente también me gustan los generadores aleatorios de ruido y las texturas que se pueden derivar de ellos. En el uso de texturas, me interesa principalmente la oportunidad de añadir puntos de diferentes colores sobre una superficie plana, más que sugerir o imitar otro medio. El uso de ese tipo de tonalidades planas es por supuesto reminiscente de las serigrafías y del grabado de madera, y resulta bastante evidente (para mí, al menos) la influencia que han tenido los grabadores japoneses en mi trabajo. Nunca tengo suficiente no sólo de Hokusai e Hiroshige sino de todo el canon del mundo flotante».

«Me encanta ilustrar portadas para libros: el ritmo y la concentración necesarios para desarrollar una portada son muy diferentes de, pongamos, una colaboración para una revista o un anuncio. Lo cual estoy descubriendo que se ajusta a mi personalidad. Francamente, prefiero leer los libros en los que trabajo, lo cual, por extraño que parezca, suele sorprender a muchos de los diseñadores con los que he trabajado. A mí me parece una exigencia más bien mínima. Dicho esto, incluso con un par de años de experiencia en el mercado, éste sigue siendo un mundo más bien misterioso para mí. Hay cuestiones de marketing, editoriales, autorales y comerciales que se discuten a un nivel oculto, o por lo menos oculto para mí, que pueden llegar a dictar la dirección visual adoptada en última instancia. No me cabe ninguna duda de que algunas de las mejores portadas para la serie de Steinbeck se quedaron en la mesa de dibujo por motivos que no consigo entender».

Portadas de Mick Wiggins para La perla y Al este del Edén, de John Steinbeck.
Pincha sobre las imágenes para verlas en grande.

«El encargo de Steinbeck fue el trabajo más ideal que puede esperar un ilustrador; 24 portadas hasta la fecha, creo. No me resultó difícil encontrar la inspiración, es un escritor muy bueno a la hora de evocar atmósferas y sus ambientes están bellamente descritos, pero a la vez me hizo sudar la gota gorda. Steinbeck es una figura tan clásica del paisaje literario y una presencia tan habitual en las estanterías que entregar unas ilustraciones decepcionantes no era una opción. Afortunadamente, Paul Buckley, director de diseño en Penguin, sabe cuándo empujarte y cuando dejarte tranquilo como director artístico, lo cual ha producido una media bastante buena para toda la serie, creo yo. Ya que los escritos de Steinbeck son tan variados, el peligro para mí (además de fracasar) era ver si sería capaz de conseguir que funcionaran como conjunto. Mi “estilo”, tal y como lo entiendo yo, puede vagar en direcciones insospechadas, y con frecuencia suelo ser inconsistente en mi “look”. En cualquier caso, si hay algo de consistencia en la serie, bueno, tuve suerte. Por otra parte, una vez trabajé en unas portadas para una serie de novelas detectivescas regionales que cada vez se me fueron haciendo más difíciles, debido a lo idéntico de la fórmula en todos los títulos: el mismo personaje, el mismo entorno y no demasiadas variaciones. Muy poco inspirador».

«Dicho esto, como ilustrador, en ocasiones me siento más como un artesano, quizá como un carpintero, que como un «artista». Hay un encargo, hay un propósito y hay fuerzas por encima de ti a las que debes complacer, todo lo cual puede frustrar mis gustos personales. Pero me gusta el proceso de solucionar los problemas de una manera artística, y me gusta pensar que ése es uno de mis puntos fuertes como profesional. ¿Cuál sería mi encargo ideal? Fácil: Mark Twain. Lo que primero me viene a la cabeza son sus libros de viajes. Me veo haciendo una portada e ilustraciones interiores para Pasando fatigas o Los inocentes en el extranjero. ¡Encárguenmelo!».

Portadas para Un zoológico en mi maleta, de Gerald Durrell, y An Expert in Murder, de Nicola Upson.
Pincha sobre las imágenes para ver las ilustraciones originales.

«Ahora mismo no tengo ningún proyecto de libro, pero me gano la vida con otros encargos. Cuando consigo aunar tiempo e inspiración, me gusta trabajar en mis propios proyectos. Tengo tres historias ilustradas en proceso de desarrollo, aunque sin ningún potencial comercial que yo vea. En cualquier caso, me siento muy atraído por el potencial de una historia contada mediante una narrativa reducida al mínimo y el uso de composiciones formales, en oposición a, digamos, las múltiples viñetas de las novelas gráficas y los tebeos. Es algo que podría funcionar en forma impresa pero quizá sería más adecuado como vídeo con una banda sonora. Me impresionó mucho el corto de 1962 La Jetée, que utiliza fotos fijas y una narración para contar un relato absorbente y misterioso con mucha elocuencia, y creo que esto tiene muchas posibilidades con todas las nuevas plataformas mediáticas que se están usando ahora».

«Los proyectos de sonido que tengo en mi página web son sólo pequeñas vacaciones personales que disfruto de vez en cuando. Un sonido “encontrado” descontextualizado y alterado un poco, sin importar lo rudimentario del proceso, puede resultar curiosamente evocador y poderoso. En la historia de Dieter Talfdum usé una de las grabaciones para la banda sonora, lo cual me resultó muy satisfactorio. Sinceramente espero poder hacer más cosas en esa dirección en un futuro cercano».

«Uno de los inconvenientes de ser ilustrador, para mí, es la dificultad para disfrutar mi propio trabajo. Me resulta mucho más fácil localizar los defectos y experimentar la rabia de haber dejado escapar una buena oportunidad que simplemente disfrutar de un trabajo bien hecho. Paso tantas horas delante de una imagen durante el proceso que acabo en cierta parte insensibilizándome ante lo que quiere transmitir: la sensación, la atmósfera, lo que sea, si es que eso tiene sentido. Pero creo que es una experiencia muy común entre ilustradores y parte del oficio es tener la disciplina para trabajar esas dificultades».

Ilustración publicitaria para la marca de cerveza Badger Beers.

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miércoles 18 de marzo de 2009

En portada: John Gall

¿Qué hace que una portada de un libro sea buena?
Diferentes grupos dentro de la misma editorial te darán respuestas distintas a esa pregunta. Lo que a un editor le parece bueno, puede que al departamento de ventas no se lo parezca. Y nosotros, como diseñadores, tenemos una serie de criterios completamente diferentes, que a la vez deben incluir los criterios de todos los demás. Resolver ese dilema siempre es complicado. Una portada realmente buena debe transmitir la esencia del libro de una manera única y sorprendente, y que quizá rompa un poquito los esquemas. Podría incluso llegar a complementar o a potenciar el contenido editorial del libro. Supongo que el que una portada sea vista y respetada por otros diseñadores también es bueno, pero la verdadera misión es conseguir que el libro cause una buena primera impresión. Si luego la gente realmente llega a comprar libros debido a la portada es algo abierto a debate.

Esto es lo que comentaba hace un par de años en una entrevista aparecida en la revista Step el diseñador norteamericano John Gall, director artístico de Vintage Books, un sello de Random House dedicado principalmente a las reediciones en rústica de novelas aparecidas anteriormente en Knopf.

Junto a Chip Kidd, Rodrigo Corral y Henry Sene Yee, Gall es uno de mis diseñadores favoritos de cuantos trabajan en la actualidad para las grandes editoriales estadounidenses, así que, en lo que termino de traducir un par de trabajos que tengo a medias y que me tienen un poco alejado del blog, he pensado que bien podía aprovechar para colgar aquí unas cuantas portadas suyas: mis doce favoritas.

Y como aquí en Cultura Impopular siempre estamos a la última, he pensado que a lo mejor os interesaba ver también este vídeo, producido en mayo del año pasado por la cadena de librerías Barnes & Noble, en el que el propio Gall explica cuáles son sus cinco reglas para diseñar la portada de un libro. Y para que no parezca una de esas entradas de relleno hecha en cinco minutos, le he añadido subtítulos en castellano, así que ya no hay excusa para no verlo. A ver qué os parece.

Si os ha interesado, podéis echarle un vistazo a esta otra entrevista, bastante interesante también y que además viene acompañada de muchas más imágenes. Mientras tanto, aquí os dejo el resto de mis portadas favoritas (todas ellas vinculadas a sus páginas respectivas en Amazon por si alguien siente curiosidad o se quiere dar un capricho). Espero que las disfrutéis.



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Prefiero lo que me acerca a los demás hombres que lo que me aleja de ellos.
Emmanuel Carrère
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